Carísima Meritxell,
Me hubiera gustado escribirte desde el País Valencià, pero este año no he podido bajar a celebrar la festividad del 9 de octubre. Por suerte, sin embargo, he podido estar allí de otra manera, ya que beber vino es a menudo la forma de viajar más mágica y eficaz. Más que los trenes Euromed. Más que el coche, incluso ahora que no existen los peajes entre La Jonquera y Alicante. Créeme, he estado en el último pueblo del País Valencià sin haber ido allí, he paseado por las viñas de monestrell a más occidentales de la DO Alicante y he llegado andando por los caminos, paso a paso, a la frontera administrativa con la Región de Murcia. Una frontera, como todas las de los Països Catalans, que no es nada más que una raya sobre un mapa, ya que en el otro lado está El Carche, un territorio murciano donde todavía hoy se habla catalán. El lugar más remoto del mundo donde alguien a quien dices "bon dia" te responde "bon dia", demostrando que la lengua es como el poso en el vino: mientras a algunos les molesta encontrarlo, otros sabemos que en él, aunque sea irrisorio, radica la columna vertebral de toda una identidad.

 

El recuerdo de una copa de El Sequé 2019 tampoco se olvida de forma sencilla, francamente. Tan lejano, y sin embargo tan próximo. ¿Sabías que en línea recta está más cerca de Barcelona la ciudad del Alguer que Pinoso, localidad del Vinalopò Mitjà donde está la bodega Bodegas y Viñedos El Sequé? ¿Es más, sabías que está más cerca Burdeos de Lleida o Marsella de Girona que Pinoso de Barcelona? Si el padre de Jaime I no hubiera muerto en la batalla de Muret, quizás hoy diríamos que somos primos hermanos de alguien de Montauban o Nimes, pero ya sabemos que Pere el Católico decidió inmolarse en su aventura occitana de una forma casi kamikaze, y lógicamente su hijo decidió aventurarse sur hacia allá, por eso al final hemos acabado siendo primos hermanos con alguien de Elche o Peñíscola. Quizás uno de estos primos hermanos es uno de los responsables de El Sequé 2019, quien sabe, un vino que enamoraría a Jaume el Conqueridor porque expresa de forma magistral el alma de uno de los últimos territorios que conquistó. Incluso no le haría nada que la botella sea bordalesa y tenga una crianza en barrica de roble francés, ya que a Jaime I no le hacía demasiada gracia nada que tuviera alguna relación con el rey de Francia, lógicamente, pero sí que le hacía gracia todo aquello que naciera en sus designios y fuera una joya. Y este monovarietal 100% de monastrell lo es, porque negarlo. Complejo y profundo.

Perdona para hablar tanto del rey más famoso de la Corona de Aragón, pero se hace difícil no pensar en Jaime I el día 9 de octubre, al igual que se hace difícil no pensar en todos nuestros referentes valencianos delante de este monastrell contundente y redondo. Hay alguna cosa de carnosidad imperante en este vino, una carnosidad densa y cálida, contundente pero fina, casi erótica, como la palabra "carne" que siempre tenía en la punta de la lengua el poeta Vicent Andrés Estellés, seguramente por herencia de Ausiàs March. "La carn vol carn", evidentemente que sí, y el vino quiere vida, evidentemente que también. El vino quiere volar y elevar el vuelo, abrirse, escaparse de la botella y empaparlo todo de aromas primarios de juventud, pero con miles de años en la espalda: cerezas maduras, fruta dulce, pan tostado y flores silvestres. El terruño del Pinós, donde la viña llegó gracias a los fenicios, condensado en un vino que no supera los 20€ y que a pesar de llevar el sello de una firma riojana como Artadi, es tan valenciano y mediterráneo como las casitas blancas de Altea, la habanera de los borrachos de Pep Gimeno "El Butifarra", la luz del atardecer en Valencia una tarde de de abril, La Odisea traducida por Joan Francesc Mira, el 'cremaet', el arroz con judías y nabo, el paseo de la Malvarrosa o aquel videoclip de Zoo con Panxo conduciendo una moto junto al mar, cerca de Gandía.

VI EL SEQUE - LAIA HINOJOSA

"Res del que passa és comparable a tu", decía la canción. Y tampoco este monastrell es comparable a ningún otro, se diga cómo se diga. Es curioso que el monastrell se conozca en el sur de Francia con el nombre del puerto valenciano desde donde se exportaba en la Provenza: 'mourvèdre', en lo referente a la ciudad de Morvedre, la actual Sagunto. En otros lugares del mundo, en cambio, se conoce como 'mataro', ya que de la capital del Maresme también salían hace siglos muchísimas embarcaciones cargadas de vino elaborado con esta variedad resistente a las largas travesías. En el Ródano, de hecho, la variedad se conoce como 'catalan', pero la paradoja es que en Sagunt se conoce como 'ros' y a muchas partes del País Valencià como 'garrut'. Varios nombres para una misma cosa. Sinonimias genuinas y curiosas para especificar lo mismo. Como Ovidi Montllor cuando decía que hablaba catalán a la manera de Valencia. Como yo, cuando te digo al acabar esta carta que tengo la sensación de haberla escrito en valenciano a la manera de Catalunya. Esta es también la magia del vino: como en las matemáticas, no importa la orden de los factores, sino el producto resultante. Y si nos ayuda a celebrar un 9 de octubre como si estuviéramos en el interior de Alicante a pesar de no estar físicamente allí, mejor. Por cierto, hablando de celebraciones, creo que ya casi todo el mundo ha finiquitado la vendimia de este año, entre ellos un par de amigos míos que trabajan en la viña. La próxima semana queremos hacer nuestra particular fiesta de la vendimia casera, ¿me recomiendas algún buen vino para celebrarla de forma inolvidable?
Un abrazo,
P.