En las últimas horas se ha hecho viral una fotografía que muestra a seis jóvenes acudiendo a una manifestación y cada una de ellas con su bandera en la espalda. Tres llevan la bandera española y otras tres la enseña independentista. No es la única imagen de estos días de concentraciones estudiantiles que sorprendería en Madrid ya que la red está llena de instantáneas obtenidas en calles de las ciudades y pueblos de Catalunya donde conviven ambas banderas con normalidad. En otros momentos de estos últimos años ya hemos visto escenas similares y no nos han sorprendido porque detrás de la demagogia que no pretende otra cosa que predisponer al mayor número posible de ciudadanos españoles contra Catalunya está la realidad, que no es otra que la indiscutible convivencia pacífica de su sociedad.

Estos días que periodistas de todo el mundo llegan a cientos a Catalunya para cubrir el referéndum convocado por el Govern para el próximo domingo, esta es la imagen festiva que se hubieran llevado de las calles de nuestro país si todo hubiera transcurrido por los cauces democráticos propios de nuestro entorno y no se hubiera apostado por la represión policial y la prohibición de la consulta. Defensores del sí y defensores del no conviviendo en las calles porque de eso al fin y al cabo va la democracia. Lejos de todo ello, el gobierno de Mariano Rajoy ha secuestrado esta realidad, ha decretado a la práctica un estado de excepción, ha desplazado más de 10.000 guardias civiles y policías nacionales con el objetivo de impedir el referéndum y ha orientado la Fiscalía y la justicia a la persecución de los líderes independentistas y todo lo que tenga que ver con el 1 de octubre. Se busca la provocación e incrementar la tensión. Un incidente que justifique el desorbitado despliegue policial del que los Mossos d'Esquadra ya han avisado que no era necesario y que solo podía generar crispación.

Y ese es el gran error de Mariano Rajoy: creer que el independentismo tenía margen para volver a la casilla de salida. Ni lo tenía, ni lo quería. Hoy ya se puede avanzar que habrá una asistencia muy masiva a los colegios electorales. Es incesante el número de personalidades llamando a las urnas, en una escena que demuestra la excepcionalidad del momento. Y que cuenta con nombres propios que desborda la política: el obispo de Solsona, Xavier Novell, el futbolista Gerard Piqué, el músico Jordi Savall, el médico Bonaventura Clotet y una lista que sería interminable. Puigdemont ha estado contundente en la reunión de la Junta de Seguridad: no suspenderá el referéndum. Y al gobierno español se le acaba el tiempo para una negociación a la que siempre se ha negado y que cada vez es más demandada por la comunidad internacional. Un mundo que le observa y que este jueves le ha propinado un serio estirón de orejas en la persona del comisionado de la ONU para los derechos humanos, que ha exigido a España que respete los derechos fundamentales en Catalunya.

Nada de eso parece verse desde Madrid, obcecada como está su clase dirigente en aplastar cualquier demanda catalana. No solo la de la independencia. Por eso era tan necesario secuestrar Catalunya y arrebatársela a los catalanes. Por eso es tan importante que el civismo siga siendo la principal carta de presentación de las reivindicaciones catalanas. Con una sonrisa en una mano y una papeleta en la otra.