Viendo este viernes por televisión a Ada Colau entrar sonriente en la sala en la que los comunes debían pronunciarse sobre el pacto con PSC y Ciudadanos para retener la alcaldía de Barcelona, y oyendo el clamor de los asistentes a su paso, desde el fondo de la estancia hasta la primer fila, entre gritos de "¡alcaldesa, alcaldesa!", uno solo podía quedarse con una única idea: qué bien que lo han hecho los socialistas. Rescataron a la Colau moribunda de la derrota del 26-M y ahora les debe la vida, maniobraron con pericia para agilizar el trasvase de las élites que 24 horas antes solo querían ver desaparecer de sus vidas a la alcaldesa de Barcelona y pasaron a defenderla a muerte y, finalmente, movieron todo el tablero municipal y los ayuntamientos hasta cerrar acuerdos con los comunes que van mucho más allá de la ciudad de Barcelona. Tendrán la potente Diputación de Barcelona o ciudades como Sabadell o Tarragona, por citar dos, donde los comunes se pondrán de perfil para volver al pasado y comerse lentamente todo lo que han venido diciendo estos años. La desaparecida ICV ha vuelto, pero ya no es Iniciativa per Catalunya Verds; ahora, aquellas históricas siglas son las iniciales de la alianza Iceta, Colau, Valls.

Cuando en el 49 a. C. Julio César volvía a Roma tras su campaña victoriosa en las Galias, decidió saltarse la ley romana que prohibía entrar en Italia con el ejército en lugar de desmovilizarlo y se aprestó a atravesar la frontera cruzando el Rubicón, un riachuelo que marcaba el límite. Julio César pronunció su famosa frase alea jacta est, que se puede traducir como "la suerte está echada" o que el paso dado tendrá consecuencias. Es evidente que Esquerra es hoy una formación política herida por la actitud de los comunes, formación a la que han dispensado en los últimos tiempos los suficientes gestos como para no recibir la bofetada que Colau les ha propinado y que solo se explica en beneficio propio.

Pero, ¿cuándo cruzó Colau el Rubicón? ¿Ahora, aceptando pactos contranatura para conservar la alcaldía? ¿Cuándo se subió al carro del juego sucio del Estado para desacreditar a Xavier Trias con noticias que eran falsas y se sabían falsas desde el principio? ¿Cuándo se mantuvo equidistante el 1-O asumiendo el mínimo riesgo posible? ¿Cuándo despotricaba de las élites barcelonesas y del Upper Diagonal, o ahora que se ha convertido en su candidata mal que les pese a unos y a otros? La política tiene muchas veces finales no previstos y, si esto acaba como está ahora, tendremos uno de los cambios de guion más hilarantes de los últimos tiempos. Los afilados cuchillos socialistas reposan encima del frío mármol, y si hablaran lo harían de Iceta y la presidencia del Senado, del Maragall que abandonó el PSC... pero, sobre todo, de lo fácil que ha sido convencer a Colau.

Ya decía Giulio Andreotti, que en su larga vida lo vio todo y lo hizo todo: "En las novelas policíacas siempre se encuentra el culpable, en la vida real casi nunca ocurre".