Atribuyen al presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, la siguiente frase sobre su compatriota Manuel Valls, a quien conoce bien de cuando el primero era ministro de Economía y el segundo jefe de gobierno con ínfulas presidenciales: "No me fío de Valls, lo creo capaz de cualquier mala jugada". Solo hace falta ser un mínimo seguidor de la política francesa para adentrarse en un mundo de conspiraciones, puñaladas y alianzas ocasionales que dejan en muy mal lugar los escarceos que se practican en la política española, mucho menos sofisticados y, sin duda, mucho menos cruentos. Allí salen de casa directamente con el puñal en la boca, son capaces de pactar con su enemigo lo que haga falta y, desde luego, lo que no hacen es ir a las emisoras de radio a llorar.

Es evidente que hay una parte oscura que aún no conocemos de los acuerdos alcanzados entre Manuel Valls, Ciudadanos y los comunes para la reelección de Ada Colau como alcaldesa de Barcelona. Entre otras cosas, porque la ruptura oficializada ahora entre Valls y Ciudadanos se hubiera podido hacer antes del sábado de la votación, y no hubiera salido adelante. Lejos de todo ello, la maquinaria para separarse se puso en marcha tan solo unas horas antes y, casualmente, de los seis concejales que lograron el 26-M, los tres ediles independientes se quedaron con Valls y los tres militantes de la formación de Albert Rivera se mantuvieron fieles al partido. Qué casualidad que tan solo hicieran falta tres votos para alcanzar la cifra de 21 y lograr así la mayoría absoluta que dejaba a Ernest Maragall, ganador de los comicios, sin la alcaldía.

Pero la comedia aún tenía un último —o quién sabe si penúltimo— acto por escribirse. Así, este martes, Celestino Corbacho —el exalcalde de L'Hospitalet de Llobregat, diputado en el Parlament, y ministro de Trabajo con los socialistas en un momento en que en España se alcanzaron las peores cifras de empleo a raíz de la crisis económica— aún tenía un último as en la manga: subastar su apoyo a Valls o a Rivera en función de garantizarse un escaño como diputado provincial. Una corporación, la de Barcelona, que conoce bien ya que fue incluso su presidente entre 2004 y 2008. Con la promesa bajo el brazo, Corbacho abandonó a Valls y se alistó nuevamente a la formación naranja.

Curioso partido este de Ciudadanos: rompen con Valls por votar a Colau y, en cambio, hacen hueco a Corbacho, que hizo exactamente lo mismo. ¿Será que detrás de la ruptura entre Valls y Rivera hay algo más personal y que la votación de Colau ha sido utilizada solo como excusa? Porque es mucha casualidad que Valls haya cumplido su cometido de impedir un alcalde independentista, Rivera haya tenido una salida para poder explicar que ellos en realidad no votaron a Colau —exactamente lo mismo que dicen una y otra vez cuando se les pregunta por Vox— y que los que financiaron toda la fiesta y de cuyas acciones cada vez hay más documentación estén más que satisfechos por el resultado alcanzado.