El Gobierno español ha movido finalmente una pieza en el conflicto político catalán y lo ha hecho, también por primera vez, sin recurrir ni a la Fiscalía ni al Tribunal Constitucional. Esa es, en todo caso, la gran novedad. Y también la única novedad. Porque el político gallego, poco propenso como es a iniciativas de un cierto calado, se ha limitado a dar una vuelta sobre si mismo y, al final, se ha acabado quedando prácticamente donde estaba. Así ha invitado Mariano Rajoy al president Carles Puigdemont a que acuda al Congreso de los Diputados a hablar del referéndum de independencia y compruebe "en la Cámara de la soberanía popular" la imposibilidad de poderlo llevar a cabo, ya que no se lo autorizarán.

Primera conclusión: la supuesta oferta no tiene recorrido alguno. Pero oiga, vaya a estrellarse. No es esa, sin embargo, la única lectura y vale la pena detenerse en algún otro aspecto. Por ejemplo, hace tan solo 72 horas, la conferencia que Puigdemont y el vicepresident Oriol Junqueras realizarán el lunes en Madrid en una sala municipal cedida por Manuela Carmena era un acto ilegal, en palabras de la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes. Este viernes, incluso el PP convocó en la capital española un acto fallido contra esta conferencia. Y casi a la misma hora, Puigdemont era invitado a acudir al Congreso de los Diputados desde la conferencia de prensa posterior a la habitual reunión del Consejo de Ministros. Toda una desautorización del Gobierno a los suyos, en definitiva, en medio de una gran improvisación.

Es evidente que la propuesta del Gobierno español, en la que Rajoy no arriesga nada, pretende sobre todo incorporar una cuña en el relato del referéndum que le desplace de la posición intransigente en la que se encuentra. Puigdemont y Junqueras, que han hecho ostentación de una coordinación total en la respuesta, llegando incluso a acudir juntos al acto del Pacte Nacional pel Referéndum, que ha recogido más de medio millón de firmas a favor de la iniciativa, le han devuelto la pelota al Gobierno español. Irán al Congreso pero solo después de un acuerdo entre los dos ejecutivos. Parece lo más lógico y el ejemplo del referéndum escocés está muy presente. Primero negociaron David Cameron y Alex Salmond y después los parlamentos de Londres y Edimburgo lo ratificaron. Para que sea creíble, este debe ser el camino. Lo demás suena mucho a mentirijilla.