Este miércoles Barça y Real Madrid empataron a cero en un Clásico que no pasará a la historia. Los hechos extradeportivos que sucedieron en el Camp Nou antes y durante el partido resultaron un punto decepcionantes, pero el espectáculo ofrecido sobre el césped fue todavía peor.

Pocas horas después, Ernesto Valverde y su equipo están en el punto de mira por el planteamiento que llevaron a cabo para afrontar el partido. Lo cierto es que los blaugrana permitieron que el Madrid tuviera la iniciativa y se limitaron a defender -con mucho acierto, eso sí- las inofensivas llegadas del conjunto de Zinedine Zidane. Los blancos hacen gala de una falta de gol alarmante, hecho que sumado a la contundencia en el área de Gerard Piqué y Clément Lenglet, se tradujo en el primer empate a cero entre los dos gigantes en 17 años. Aun así, hay que decir que el Barça incluso habría podido ganar si Leo Messi hubiera tenido un poco más de puntería.

Una cuestión de gustos

Guste o no, sin embargo, es evidente que Ernesto Valverde tiene un plan. Dos temporadas y media después de haber llegado al Camp Nou, el técnico extremeño por fin puede implementar sin complejos el estilo con el cual él y sus jugadores se sienten más cómodos. Rodeado por un entorno deseoso de fútbol ofensivo, Valverde es un extraño, uno antisistema, un marginado futbolístico que no tiene miedo de romper esquemas.

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EFE

Contra el Real Madrid, y tal como hizo en los dos Clásicos de Copa del curso pasado, el entrenador blaugrana entregó la pelota al rival, le regaló las bandas y liberó a sus tres delanteros para que lo penalizaran a la contra. La primera parte de su estrategia funcionó -el Madrid sólo intimidó con disparos lejanos- y la segunda podría haber sido efectiva si Ousmane Dembélé, lesionado, hubiera podido participar para buscar los espacios a la espalda de la defensa blanca. La realidad, sin embargo, es que pasó exactamente lo qué el técnico quería que pasara. Y el resultado, al fin y al cabo, no engaña: el Barça sigue líder.

Valverde ha conducido al Espanyol a la final de la Europa League, ha llevado al Athletic Club a la Champions y, en definitiva, ha cumplido siempre los objetivos establecidos por sus clubes. Su trayectoria corrobora que es un gran entrenador y el respeto que le demuestra el vestuario del Barça evidencia que tiene más carácter de lo qué parece. Que su estilo encaje en el imaginario colectivo de la mayoría de culés, sin embargo, es otra cosa.