Un año. 365 días. Johan Cruyff se convirtió en leyenda el 24 de marzo del 2016. "Tengo la sensación de ir ganando 2-0 en la primera parte de un partido que todavía no ha acabado, pero estoy seguro de que acabaré ganando". Así hablaba Curyff de un cáncer de pulmón que consiguió derrotar su optimismo contagioso. Su muerte anestesió al Barça, sumergiéndolo en un estado de incredulidad casi inédito. Cruyff se había marchado pero dejaba una huella tan profunda que aguantará intacta el paso del tiempo.

Un revolucionario

"Todo lo que sé lo he aprendido por la experiencia y todo lo que he hecho lo he hecho mirando el futuro, concentrándome en el progreso". Con esta frase empieza su autobiografía póstuma, titulada Joahn Cruyff 14. Una frase que sirve para hacerse una idea sobre qué tipo de persona era Cruyff y como entendía la vida. Las calles de Amsterdam modelaron el carácter de un joven holandés que tenía el fútbol como principio y final de su día. Aprovechar las aceras irregulares o utilizar el asfalto como un aliciente para mantener el equilibrio eran dos ejemplos de cómo aprovecharse de las desventajas. Una filosofía que lo acompañó en las etapas de jugador y entrenador.

La muerte de su padre, cuando él sólo tenía 12 años, dejó gran parte de su educación en manos del Ajax. Allí, en los juveniles del club holandés, Cruyff empezó a darle vueltas a una idea que más tarde se convertiría en el máximo exponente del fútbol total. Un fútbol de posesión, basado al llevar la iniciativa, fundamentado en el ataque y resumido en una de sus expresiones de cabecera: "Todo es muy sencillo; si marcas un gol más que tu rival, ganas".

Homenaje a la antigua residencia de Johan Cruyff en la calle Akkerstreet d'Àmsterdam

Cruyff entendía el fútbol como un espectáculo y su deseo era recompensar a la gente que pagaba una entrada con un juego atractivo, alegre y vistoso. Una visión muy avanzada por el momento en que se encontraba el fútbol, lejos de convertirse en un negocio de miles de millones. Las inquietudes de Cruyff iban mucho más lejos de lo que marcaban las líneas de un campo de fútbol. Y por eso decidió irse a jugar a los Estados Unidos, por culpa de una mala inversión económica y después de haber anunciado que dejaba el fútbol. Allí, durante tres años (1978-1981), aprendió muchas cosas que Europa incorporaría más tarde, sobre todo en materia de gestión deportiva.

El líder del cambio

Primero como jugador y después como entrenador. Johan Cruyff llegó a Barcelona convertido en el futbolista más caro de la historia. Una declaración de intenciones de un club que se aferraba al genio del holandés para dejar atrás un pasado que amenazaba en destruir cualquier intento de mejora. Cruyff, en cambio, recordó al equipo y a la ciudad que tenían potencial para luchar de tú a tú con el Real Madrid, gran dominador de la época. Una Liga y una Copa del Rey en cinco años. Más fútbol que títulos, por culpa de la política, según él mismo: "Mi conducta, en la época del general Franco, era un poco provocadora. Yo me dedicaba a jugar a fútbol, no a la política pero en un determinado momento noté perfectamente que las cosas no iban bien".

Cruyff abandonó el Barça para dejar, a priori, el fútbol. Pero su relación con el club, la ciudad y Catalunya lo hicieron volver como entrenador, después de marcharse "contra su voluntad", del banquillo del Ajax. "Quiero pasármelo bien y hacer lo posible para llegar a jugar un fútbol total. Y entonces los resultados llegan solos". Esta era la máxima de Cruyff cuando se puso al frente del primer equipo del Barça. Núñez lo necesitaba para "salvar su posición" y Cruyff lo aprovechó para imponer sus normas: líder del vestuario y nexo de unión entre la directiva y los jugadores. El día de la presentación, en un ambiente enrarecido por los silbidos a Alexanko, capitán del equipo y portavoz de la plantilla en su enfrentamiento contra Núñez, Cruyff dejó claro que quería dejar atrás "un pasado hecho de odios y envidias". Mirar al futuro. Siempre adelante. Otra vez.

La obra del técnico holandés llegó a su punto más álgido a los cuatro años. El 'Dream-team' consiguió la primera Copa de Europa del club el año 1992, en Wembley, contra la Sampdoria. "Aquella noche, en el terreno de juego había el equipo que había buscado siempre. Un once que atraía el público y que despertaba pasión en los culés", recordaba Cruyff. El Barça, por el camino, ganó cuatro ligas consecutivas, entre otras cosas, pero en 1996, las malas relacionas entre el entrenador y la directiva, junto con un año en blanco, desembocaron en la destitución de Cruyff. "Mi objetivo era cambiar la imagen que tenía el Barça de ser el club más rico pero no el que mejor jugaba". Objetivo cumplido.

Un orgullo de Fundación

Los Estados Unidos despertaron la cara más altruista de Cruyff. Los Special Olympics, organización para deportistas con discapacidades psíquicas y de la que el holandés fue embajador en América, fue la semilla que germinó en lo que hoy es la Fundación Cruyff. "Estoy realmente orgulloso del éxito de la fundación, hasta el punto que creo que me la ha aportado más ella a mí que yo", explicaba. El objetivo de la fundación es dar la oportunidad a todos los jóvenes de hacer deporte y ejercicio cada día, sea cuál sea su entorno o sus habilidades.

Las 'Cruyff Courts' son su legado más emblemático. La fundación impulsa la construcción de campos de fútbol de césped artificial para que los niños recuperen la costumbre de jugar a fútbol en el barrio. La voluntad es que signifique un punto de encuentro para los jóvenes y desarrolle una función social. Actualmente hay más de 175 'Cruyff Courts' repartidas por todo el mundo. Un número que ayuda a entender la dimensión de un personaje que traspasó las fronteras del fútbol.