Ronald Koeman terminó el Clásico contra el Real Madrid enfadadísimo, después de ver como un grave error del VAR tiraba por tierra todo el trabajo hecho durante la semana, en la que el holandés preparó a conciencia un duelo que se acabó llevando el Real Madrid por 1-3.

Y es que el técnico blaugrana acertó con su planteamiento. Ante el más que probable 4-4-2 de Zidane, que en este tipo de partidos acostumbra a renunciar a un extremo para fortalecer el centro del campo, Koeman respondió con más juego interior. Coutinho jugó buena parte del duelo por la izquierda, mientras que Ansu Fati se movió más por el centro, con Messi jugando con total libertad. En la otra banda, Griezmann, el gran señalado, cedió su lugar a Pedri, en una clara demostración de Koeman de intentar dar mayor importancia al juego por dentro.

Messi Casemiro Barça Madrid Clásico EFE

Leo Messi, como es habitual, jugó el Clásico con total libertad / EFE

Las bandas, para los dos laterales

A esta configuración de la zona ofensiva se unió la aparición de dos cohetes, Jordi Alba y Dest, por fin por la derecha. Y es que si Coutinho y Pedri se iban hacia dentro era también para dejar espacio para la subida de los laterales. El problema fue que Dest, todavía algo verde en cuanto a trabajo táctico, no pudo subir demasiado en la primera parte, en la que tuvo que mantener a raya a un activo Vinícius. Alba, en cambio, destrozó a Nacho por la izquierda, asistiendo a Ansu Fati en el 1-1 y generando mucho desequilibrio.

A todo ello, Koeman impuso la ya habitual presión avanzada y la orden de jugar siempre juntos, sin verticalizar demasiado, para evitar un correcalles que favorecería al Real Madrid.

Pedri Vinícius Barça Real Madrid EFE

Pedri fue la gran novedad de Koeman en el Clásico, en busca de mayor juego interior / EFE

De un Clásico precioso al clásico robo del VAR

Después de un primer tiempo igualado, la situación mejoró en clave blaugrana tras el descanso. Dest empezó a subir su banda, De Jong, Coutinho y Messi se comenzaron a encontrarse más en tres cuartas partes de campo y el Real Madrid empezó a sufrir. Parecía que era cuestión de tiempo que el 2-1 subiera al luminoso, hasta que el VAR convirtió un Clásico precioso en el clásico robo.

La grave decisión de Martínez Munuera, inducida por Sánchez Martínez, el encargado del VAR, que solo le mostró una toma de la acción, en la que no se veía la falta previa de Ramos a Lenglet, desquició al Barça y, sobre todo, a Koeman.

Tardó 12 minutos en mover el banquillo, y cuando lo hizo fue para introducir un triple cambio, a la desesperada. Griezmann, Dembélé y Trincao entraron por Fati, Pedri y Busquets, y después también entraría Braithwaite, por Jordi Alba. El resultado fue una especie de 4-2-4 que facilitó el trabajo del Real Madrid, que en los últimos minutos, dueño y señor del centro del campo, gozó de hasta tres claras ocasiones para sentenciar el Clásico antes de que lo hiciera Modric.

La lectura positiva es que hasta el penalti Koeman le había ganado la pizarra a Zidane. En sus planes no entraba que el VAR se cargaría el mayor espectáculo futbolístico del planeta.