Hace exactamente 365 días que el barcelonismo, como Ferran Palau, vive en un abismo. La tragedia tuvo lugar en Anfield, feudo del Liverpool de Jürgen Klopp, un equipo que, a pesar de tener que remontar tres goles en contra, creyó en su juego más de lo que lo hizo el Barça en toda la eliminatoria. Un año después, la herida sigue cociendo de mala manera y nada hace indicar que tenga que cicatrizar.

Lo qué pasó en el césped del estadio red lo recuerda todo el mundo con pelos y señales, de manera que, puestos a hablar sobre aquel fatídico 7 de mayo, más vale centrarse en las consecuencias que el partido tuvo en clave blaugrana.

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Una quinta humillada

Nadie puede escapar de la máxima universal que dice que siempre hay una primera vez. Ni siquiera los mejores futbolistas futbolistas de la década. Después de pasarse años humillando a los rivales (2-6, 5-0, 4-0 y 5-1 al Real Madrid, 4-0 al Bayern de Munich y al Milan o 6-1 al PSG) la generación de Leo Messi, Sergio Busquets y Gerard Piqué experimentó la sensación de ser barrido sobre el terreno de juego. El año anterior los mismos jugadores ya pudieron hacer una pequeña cata del amargo gusto de las humillaciones en Roma, pero lo que vivieron en Anfield es, hoy por hoy, incomparable.

El escarnio de los jugadores del Liverpool, sin embargo, no sólo lo sufrieron los futbolistas blaugrana. En las graderías del feudo red, en menor medida, y delante de los televisores de todo Catalunya, miles de culés acostumbrados a las victorias experimentaron por primera vez una decepción sin precedentes. Su Barça había perdido eliminatorias clave como las del Inter (2010) o el Chelsea (2012), pero lo había hecho plantando cara. Esta vez, como en Roma, el equipo volvía a hacer el ridículo.

Sergi Roberto Barça Roma EFE

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Desencanto generalizado

Hacía años que la sensación flotaba al ambiente, pero la derrota de Liverpool supuso el remate final. El Barça de Ernesto Valverde aburría a los aficionados barcelonistas, que, acostumbrados a las maravillas de la época de Pep Guardiola, execraban la simplicidad –en todos los sentidos– del técnico extremeño.

Si los dos últimos cursos de de Luis Enrique en el Camp Nou ya despertaron suspicacias por el tono del entrenador asturiano, la tiranía de la MSN y el caos en los despachos; la época Valverde, coronada con la derrota de Anfield, desilusionó de manera definitiva a una gran parte de la masa social culé. Los registros de asistencia al Camp Nou, de hecho, así lo demuestran.

ernesto valverde barça efe

Afán de recuperar el modelo

Si el Barça cayó en Liverpool, sin embargo, no fue por falta de intensidad, por falta de puntería o por poca concentración. El equipo ue barrido porque antes, mucho antes del duelo en Anfield, ya había perdido el modelo.

Como en Roma, el equipo de Valverde saltó al césped siguiendo una premisa contranatural del ADN blaugrana: especular con el marcador, hecho que quedó reflejado en la apuesta por Arturo Vidal en lugar de Arthur o de Philippe Coutinho en lugar de un delantero.

La realidad es que si el Barça hubiera ganado aquella Champions, Valverde todavía sería entrenador del primer equipo y el modelo de la junta directiva de Josep Maria Bartomeu –menos cantera, más físico– seguiría sin ser cuestionado. La derrota, a dos años de las elecciones a la presidencia, sirvió para que una buena parte de los culés perdieran la paciencia de manera definitiva. Como decía Ferran Palau, el abismo puede ser un paraíso.