Día 4 de diciembre de 1523. El Tribunal de la Inquisición de Palma ejecuta en la hoguera al pintor Gondisalvi, acusado de práctica y difusión de las tesis luteranas. Solo habían transcurrido cuatro años desde que Martín Lutero había clavado en la puerta de la iglesia de Wittenberg (Alemania) las 95 tesis que daban el pistoletazo de salida a la reforma protestante. Gondisalvi, acusado, condenado y quemado vivo por "hereje luterano negativo", se convertía en la primera víctima de la Inquisición católica en los Països Catalans, solo cinco meses después de que H. Voes y J. Van Eschen, los primeros mártires del protestantismo, fueran quemados vivos en Bruselas. En los dominios de la "católica" monarquía hispánica, la erradicación del luteranismo se convirtió en una cuestión de Estado. La represión que siguió a la ejecución del mallorquín Gondisalvi, solo en el ámbito de los Països Catalans, conduciría a la hoguera a más de ochocientas personas y condenaría a una vida de persecución a miles de exiliados forzosos.

El papel inicial del protestantismo

El protestantismo, inicialmente, tenía un fuerte componente revolucionario que proponía reinterpretar el papel de la Iglesia —uno de los tres poderes sobre los que descansaba el sistema político feudal— y de sus representantes en la sociedad. Este era el denominador común de las diversas familias doctrinales reformistas y que se ponía de manifiesto, entre otras cosas, en la traducción de la Biblia, hasta entonces solo editada en latín, a todas las lenguas vernáculas, para poner de relieve que la Iglesia se había apartado de sus principios fundacionales. A partir del hecho, no tardarían mucho en surgir las primeras voces reformistas en Catalunya. El profesor Carod-Rovira, de la UPF, ha publicado un magnífico trabajo, Història del protestantisme als Països Catalans (Editorial Tres i Quatre. València, 2006), que prueba la existencia de comunidades luteranas en Catalunya, más o menos articuladas, en el año 1520: solo tres años después de la publicación de las tesis de Lutero.

Adrián de Utrecht, la conexión entre poder político y política de persecución

En el año 1520, tres años antes de la ejecución de Gondisalvi, el obispo de Tortosa Adrián de Utrecht —que había sido el maestro particular (1505-1515) de Carlos de Gante, nieto y heredero de los Reyes Católicos en el trono hispánico— prohibió la difusión de libros de carácter reformista en el territorio de su diócesis. Adrián de Utrecht era un profesor de teología de Lovaina (Países Bajos), formado en la corriente espiritual humanista de la Devotio Moderna. Formaba parte de la corte flamenca que acompañó a Carlos de Gante en la toma de posesión de sus dominios hispánicos. En aquel punto inició una carrera hacia el poder que lo convertiría en un furibundo integrista. Más adelante sería regente de la monarquía hispánica en la Península e, incluso, pontífice de Roma. Es la conexión más evidente entre el poder político y la política de persecución de las confesiones reformistas. Pero lo que es relevante, para la cuestión que nos ocupa, es su edicto de prohibición.

El componente revolucionario del protestantismo catalán

La diócesis de Tortosa tenía —y conserva— un extenso territorio que incluía buena parte de la mitad norte del reino de València. Y en este punto es donde se hace evidente el componente revolucionario del luteranismo en los Països Catalans, que contrasta, claramente, con su progresión en Centroeuropa. El profesor Carod-Rovira revela que en el año 1519, solo dos años después de la publicación de las tesis luteranas, circulaban libros de carácter reformista entre los focos de hermanados valencianos. En este punto hay que insistir en que la Revuelta de las Germanías (1519-1523) —que estalló, reveladoramente, a inicios del reinado de Carlos de Gante— está considerada por muchos historiadores la primera revolución moderna de Europa. En muchos aspectos ideológicos, también vinculada a las dos revueltas de los remensas catalanes (1461-1486) que la precedieron, a las Germanías mallorquinas (1520-1523) o a la crisis de la Biga y la Busca barcelonesa de la centuria anterior.

La persecución convertida en cuestión de Estado

Cuando Adrián de Utrecht prohibió la difusión de obras luteranas se posicionaba claramente contra la causa hermanada. Más como hombre político que como hombre de Iglesia. Que es lo que solía suceder en la época en que la Iglesia era un puntal del poder. Y es en este punto donde difiere la evolución del protestantismo catalán respecto al alemán o al flamenco. El profesor Carod-Rovira afirma que "el protestantismo se desplegó en Europa siempre asociado a un poder político". Es decir, que los príncipes electores alemanes o los stadhouder (condes-gobernadores) flamencos vieron en el reformismo, especialmente en el luteranismo, la posibilidad de vestir ideológicamente los conflictos soberanistas o independentistas que mantenían con la monarquía hispánica. Guillermo de Orange-Nassau, stadhouder de Holanda, Zelanda, Utrecht y Frisia, bascularía entre el catolicismo y el luteranismo en función de los cambios de la estrategia independentista flamenca.

Representación moderna del Corpus de Sangre (1640) / Archivo de El Nacional

La debilidad de las clases dirigentes catalanas

En cambio, en Catalunya las clases dirigentes, mercantiles y aristocráticas, de la centuria de 1500 habían quedado en una posición tan debilitada después de las revueltas remensas que, a pesar de tener profundas discrepancias con el poder central hispánico, en ningún caso se podían permitir actuar con fuerza. Y por lo tanto no podían soñar con vestir ningún tipo de movimiento soberanista o independentista. La manifestación más evidente de aquella impotencia sería la guerra civil intermitente, que enfrentaba los estamentos mercantiles y aristocráticos por el control del poder. Se trata del fenómeno del bandolerismo catalán, que se prolongaría durante toda la centuria de 1500. No sería hasta bien entrada la centuria de 1600, después de un siglo largo de recuperación económica y demográfica, a pesar del fenómeno bandolero, que las clases dirigentes del Principat, sobre todo las mercantiles, habrían adquirido suficiente fuerza para plantar cara a la monarquía hispánica: Revolución de los Segadores (1640-1652).

Los primeros evangelizadores protestantes

Eso en ningún caso quiere decir que en Catalunya, en los años inmediatamente posteriores a la publicación de las tesis de Lutero, no hubiera reformistas. El trabajo de investigación del profesor Carod-Rovira revela que en Barcelona hubo un gran acto de fe el año 1539. A partir del hecho, las fuentes documentan una intensa actividad de la Inquisición, no tan solo en juicios, sino también en tareas de localización, persecución y erradicación de elementos considerados sospechosos de no profesar la fe católica. Una auténtica policía política. Y en este punto se explica cómo se introdujo el protestantismo en Catalunya. Las fuentes revelan que aquellos primeros evangelizadores protestantes procedían del reino de Francia, básicamente de Occitania, donde habían triunfado las tesis de Juan Calvino, el fundador de la confesión calvinista. La fuerte inmigración occitana, provocada por las guerras de religión, que habían convertido Occitania en una bola de fuego, sería uno de los principales vehículos de introducción del protestantismo.

Rectores parroquiales: comisarios políticos

Después del contrarreformista Concilio de Trento (1545-1563), que significó el rearme ideológico de la Iglesia católica, los rectores parroquiales, convertidos en una especie de comisarios políticos, fueron obligados a llevar un rigorosísimo control documental de la feligresía. Los Libros de comulgantes nos revelan la existencia de personas relativamente incontroladas, la mayoría procedentes del "reino de Francia", que aparecen señaladas genéricamente como "herejes" y, por lo tanto, merecedoras de ser depuradas. En ningún caso se hace referencia a su confesión. Es a través de otras fuentes que sabemos que los protestantes catalanes básicamente formaban parte de la tradición reformada (el calvinismo), de la Iglesia evangélica (el luteranismo) o la doctrina menonita (los menonitas). Estos últimos sostenían una doctrina verdaderamente revolucionaria y, en Centroeuropa, serían, reveladoramente, perseguidos y exterminados por el poder político luterano.

Pere Galès

Hereje era un concepto que, oficialmente, englobaba a la totalidad de la disidencia. Como tales figuran no tan solo los protestantes, sino también brujas, brujos, hechiceras e incluso librepensadores, homosexuales y lesbianas. En este sentido, destaca la figura de Pere Galès i Reiner, nacido en Ulldecona (Montsià) el año 1537, profesor en varias universidades italianas, suizas y francesas. Se dice que adoptó la confesión calvinista durante su estancia en Ginebra; pero su origen, la diócesis de Tortosa, y su juventud, con unos primeros estudios en la ciudad de València, principal foco de difusión del protestantismo en la península Ibérica, son muy reveladores. Galès, que fue detenido por un oficial hispánico en Burdeos y que murió recluido en una mazmorra de la Inquisición en Zaragoza, es la figura más relevante del protestantismo inicial catalán y explica que la ideología reformista no era exclusiva de las clases populares.

El Cristo de los segadores

La Inquisición, la auténtica policía política del régimen de los Habsburgo hispánicos, persiguió hasta la extenuación cualquier manifestación personal de desafección a la religión oficial. Pero una de las principales causas de que el protestantismo no se consolidara como la identidad ideológica revolucionaria se encuentra en el hecho cultural. El profesor Carod-Rovira afirma que "la bondad del clima mediterráneo favorece una religiosidad de manifestación pública, acompañada de elementos teatrales o parateatrales —la procesión del Viernes Santo en Tarragona, los diablos de Sant Antoni en Mallorca o el Misteri d'Elx—, absolutamente contrapuesta con la austeridad expresiva del protestantismo". Reveladoramente, en la explosión revolucionaria del Corpus de Sangre (1640), que conduciría a la proclamación de la primera República catalana (1641), los segadores enarbolaron la imagen de un Cristo en la cruz, un icono netamente católico, que procedía de la parroquia de Sant Andreu de Palomar.

 

Imagen principal: Martín Lutero en un retrato de Lucas Cranach el Viejo (1528)