Imagen principal: Representación del ataque del ejército a una villa croquant. Cuarta Jacqueria. Obra de Sebastien Vrancx (1640) / Fuente: Wikimedia Commons

Villefranche de Roergue (Auvernia-Corona de Francia), miércoles 2 de junio de 1643. Dos semanas y media antes, Luis XIII —el segundo Borbón francés— había muerto prematuramente víctima de la tuberculosis. Dejaba un heredero, Luis XIV, de tan sólo cuatro años y medio de edad, que en el futuro se hará llamar le Roi Soleil. La monarquía francesa —inmersa en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), y en el teatro catalán de aquel conflicto, la llamada Guerra de los Segadores (1640-1652)— quedaba en manos de la reina viuda Ana de Habsburg —hermana del rey hispánico Felip IV— y del cardenal Mazzarino, ministro plenipotenciario del difunto Luis XIII. Y en aquel paréntesis de incertidumbre, en un rincón de Occitania, estallaba una jacquería —una revuelta antiseñorial— liderada por un barbero y cirujano llamado Jan Petit, que haría tambalear el régimen borbónico francés.

Lluis XIII (Philippe de Champaigne) y Lluis XIV (Charles le Brun). Fuente Wikimedia Commons

Luis XIII (Philippe de Champaigne) y Lluis XIV (Charles le Brun) / Fuente: Wikimedia Commons

¿Quién era Jan Petit?

Jan Petit no es tan sólo el protagonista de una canción infantil catalana. Fue un personaje real: el líder de una revolución social y política que desafió a la poderosa monarquía francesa. Jan Petit, nacido en Villefranche-de-Roergue al principio de la centuria de 1600, era barbero y cirujano (dos actividades que, en aquella época, formaban parte de la misma profesión), y era, también, un personaje con un fuerte ascendiente sobre sus vecinos. Formaba parte de la élite local y representó a su pueblo tanto en las entrevistas con los poderes como en las diversas asambleas populares que precederían aquella revolución. Jan Petit, con el campesino Jan Bernat Calmels —de la villa de Marcillac y conocido popularmente como La Horca— junto con el hostalero Guillem Bras —de la villa de Espaliu y denominado coloquialmente La Paja, sería uno de los tres líderes de aquella revolución.

¿Por qué aquella revolución?

La jacquería de 1643 no era la primera. Pero sería la más violenta y la más intensamente reprimida. Cuando estalló, la monarquía francesa estaba en una situación financiera muy comprometida: hacía ocho años que tenía frentes de guerra abiertos por media Europa. La corona, necesitada de plata para pagar a las tropas, presionaba al estamento señorial y estos —como unos mafiosos de la peor estopa— extorsionaban a las clases populares. Resulta muy reveladora una anotación en el Dietari de la Generalitat, consignada poco antes del estallido de la jacquería. El 28 de mayo de 1643, Catalunya es un estado independiente en la órbita política de la monarquía francesa —y amenazado por la monarquía hispánica— y la Generalitat advierte a Philippe de la Mothe —lugarteniente de Luis XIV en Barcelona— que, a pesar del contexto, la corona francesa tiene prohibido cobrar contribuciones a las ciudades catalanas.

¿Cómo se gestó la revolución?

Mazzarino —que ya preparaba la conferencia de Münster para poner fin al conflicto de los Treinta Años— ocultó la jacquería tanto como pudo para evitar que las potencias enemigas de Francia se beneficiaran de la crisis occitana. Pero, en cambio, las fuentes documentales revelan que la jacquería de Jan Petit encendió todas las alarmas a la corte borbónica de París: el 24 de marzo de 1643 (mientras el Rey se debatía entre la vida y la muerte), Jan Petit informó a François de Noaïlles —intendente de la corona en Auvernia— de que no pagarían la abusiva derrama tributaria que les habían impuesto. Este detalle es muy importante, porque revela que quien abusó del vacío de poder fue el entorno de carroñeros del rey moribundo, que pretendían revertir —naturalmente, en beneficio propio— todos los acuerdos de contención tributaria que Luis XIII había prometido a las clases populares.

Mapa de la provincia de Roergue (principios del siglo XVIII). Fuente Bibliothèque Nationale de France

Mapa de la provincia de Roergue (principios del siglo XVIII) / Fuente: Bibliothèque Nationale de France

¿Cómo estalla aquella revolución?

Poco antes del estallido de la revolución, el intendente Noaïlles pide a Petit, Calmels y Bras una entrevista "sin armas encima de la mesa". Pero, en cambio, el 23 de mayo de 1643, se presenta en Villefranche con un ejército armado hasta los dientes, formado por 100 caballos y 500 peones. Los líderes croquants (revolucionarios) acusan a Noaïlles de extorsionador, corrupto y traidor a la confianza del Rey. Y hacen extensiva la acusación al conjunto de intendentes reales. Noaïlles, desenmascarado, proclama públicamente que enviará  “au gibet, de fers et de flammes” (a la horca, a los hierros y a las llamas) todos los que no paguen. El 2 de junio de 1643 pasa por Sant Vensan y pone sitio a la villa. Temiendo la humillación de no conseguir saltar la muralla, se ensaña con los habitantes de extramuros: los acosa por los campos con la caballería y asesina a más de 500 personas.

¿Cuál es la mecha de aquella revolución?

El mismo día 2, a mediodía, llegan a Villefranche las noticias de la masacre de Sant Vensan, y el pueblo se subleva. Los obradores, las tiendas, las tabernas, los hostales y las casas de tahúra (de juego y de prostitución) cierran sus puertas y los vecinos levantan los adoquines y cortan las calles. El alcalde real envía a sus secuaces, y encarcela y maltrata a todo al que pueda detener. Es la mecha que enciende la revolución. Petit, Calmels y Bras, que ya habían organizado y armado un ejército popular, se lanzan, definitivamente, a la lucha: a media tarde, 1.200 croquants de las villas vecinas de Riupeirós y Najac llegan a Villefranche: entran en el pueblo, derrotan a los secuaces del alcalde real y liberan a los presos. Al día siguiente el alcalde real firma la derogación de las derramas y sitúa los impuestos a los niveles de 1618 (año del estallido de la Guerra de los Treinta Años).

Anna d'Habsburg (Peter Paul Rubens) y el cardenal Mazzarino (Pierre Mignard). Fuente Wikimedia Commons

Ana de Habsburg (Peter Paul Rubens) y el cardenal Mazzarino (Pierre Mignard) / Fuente: Wikimedia Commons

¿Cuál fue el alcance de aquella revolución?

La jacquería de Jan Petit no fue una revolución antifrancesa, pero hizo tambalear la poderosa monarquía borbónica francesa, que se postulaba como superpotencia y que, poco después (Tratado de los Pirineos, 1659), acabaría relevando a la monarquía hispánica en el liderazgo continental. Las fuentes revelan que los croquants occitanos —como los remences catalanes un siglo y medio antes— buscaron una alianza con la monarquía con el propósito de destruir al enemigo común: el estamento nobiliario. Una táctica que no trascendió. Porque cuando Mazzarino supo que la revolución se había extendido por toda Occitania (un tercio de los dominios de la monarquía francesa), y que los croquants tenían el control de las grandes ciudades del territorio (Burdeos, Tolosa), temió el efecto contagio y el derrumbe del régimen borbónico. La traición estaba servida.

El fin de Jan Petit y de la revolución

Los croquants reunieron 15.000 efectivos que, durante el verano de 1643, tuvieron en escaque (y casi "y mate") a la monarquía francesa. Pero el principio del fin del movimiento se escribiría a partir de la desaparición de sus líderes. Mazzarino, consciente del papel fundamental de los líderes croquants, ordenó su captura a cualquier precio. El 20 de septiembre de 1643, Noaïlles ofrecía a Petit otra entrevista "sin armas encima de la mesa" que resultaría ser una emboscada. Petit, Bras y sus lugartenientes Andreu Lagrava, Raimon Lapeza y Andreu Lariviera fueron capturados a traición y públicamente exhibidos con unos grandes carteles que decían "cabeza de sedición, revuelta y rebelión". El 8 de octubre de 1643 murieron en la rueda de dar tormento. Y sus cadáveres fueron conduciodos al cadalso y ejecutados post mortem.

Mapa del territorios de Occitania (1593). Fuente Bibliotheque Nationale de France

Mapa de los territorios de Occitania (1593). Fuente: Bibliothèque Nationale de France

En Jan Petit quan balla...

Calmels y su lugarteniente Mateu Vergés corrieron la misma suerte. Fue en las garras del tenebroso Monsieur de la Terrière. La jacquería, decapitada, fue finalmente derrotada y los campos de Occitania quedaron sembrados de cadáveres. Miles de cadáveres. La violencia extrema que emplearon la monarquía y la nobleza revela la importancia de un movimiento que habría podido cambiar el curso de la historia francesa y europea. La derrota de aquella jacquería confirmaría el declive y la ruina de Occitania en beneficio de París y del norte francés. Y su recuerdo quedaría grabado en la memoria popular: en una canción que, inicialmente, era subversiva. Y sobre todo, en aquella estrofa mal conocida que dice: “En Jan Petit quan balla, balla, balla, balla. En Jan Petit quan balla, balla amb el dit... I si el rei de França vol ballar, que pugi dalt del dit”.