El Teatre Nacional de Catalunya (TNC) presenta hasta el 2 de abril, La senyora Florentina i el seu amor Homer, una obra de teatro de Mercè Rodoreda sobre la condición femenina. Un texto escrito por una mujer, interpretado básicamente por mujeres y que nos habla, principalmente, de los problemas de las mujeres. La senyora Florentina, de forma ligera, que constituye todo un alegato contra la subordinación de la mujer al hombre. Un mensaje que, en buena parte, mantiene su validez. Sergi Belbel ha dirigido esta obra, que cuenta con Mercè Sampietro en el papel principal como Florentina. Toni Sevilla interpreta a Homer; y Margarida Minguillón, Teresa Urroz y Carme Callol a las tres amigas de Florentina. Elisabet Casanovas ofrece un contrapunto generacional y social a las cuatro amigas en su papel de sirvienta. Y completan el reparto Enric Cambray y Gemma Martínez.

El amante

La señora Florentina, una profesora de piano que es propietaria de un inmueble, hace décadas que es la amante del señor Homer. Su relación ha perdido cualquier ingrediente de pasión y se ha vuelto también de lo más convencional. Pero Florentina siempre ha soñado ser la "señora" de Homero y cumplir su papel de lunes a domingo y no tan sólo las tardes del viernes como ha establecido el señor Homero. Es una mujer rica y con una vida cómoda, pero se siente infeliz porque no puede cumplir el rol de esposa que le exige la sociedad. Frente a una sociedad de la época que condenaba a la amante como pecadora, Rodoreda hace que el público sienta una inmediata empatía hacia Florentina.

Las amigas

Florentina está acompañada, continuamente, por tres mujeres, vecinas y amigas, que sintonizan plenamente con ella. Es un universo femenino, de mujeres maduras que viven solas (o casi). Mujeres que han aprendido a prescindir de los hombres, pero que al mismo tiempo sienten una gran empatía hacia Florentina y sintonizan con su sueño de matrimonio con Homer. Son tres perfiles bien diferentes: desde la viuda sin hijos que ha amado a su marido y que tras su muerte ha tomado las riendas de su vida, hasta la mujer que vive medio separada del marido con quien tiene una relación tortuosa, pasando por la viuda que llora por la ausencia de su hijo. Tres formas diferentes de relacionarse con la sociedad de tres mujeres que, evitando una ruptura con las convenciones, han asumido una forma de vida que no es la que se preveía para ellas.

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Fotografía: David Ruano / TNC.

La sirvienta

Mientras las tres amigas actúan como coro de la Florentina, compartiendo sus ansias y dolores, la nueva sirvienta de la casa, la Zerafina, una chica de pueblo, le hace de contrapunto. La Zerafina, pobre y poco formada, está dispuesta a saltarse todas las convenciones sociales. Ha sido madre soltera y no le importa irse a la cama con un hombre por la simple atracción física. Mientras las cuatro amigas, maduras, suponen vidas ya cerradas, con más o menos suerte, la sirvienta representa una vida diferente, que puede triunfar escapándose de todos los moldes.

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Fotografía: David Ruano / TNC.

La ruptura

La mayor virtud de Rodoreda es que es capaz de explicar grandes historias con pequeños personajes. El poder excepcional de esta novelista se encuentra, justamente, en la explicación de los dramas habituales que vive la gente de la calle (y especialmente de las mujeres, que suelen sufrir su situación en silencio). En este caso, el drama personal de la señora Florentina tiene su origen en la contraposición entre las convenciones sociales y su vivencia personal. Frente a una sociedad en qué las mujeres se presentaban como dependientes de los hombres, La senyora Florentina apostaba por las mujeres liberadas, que viven solas, sin hombres. En realidad, la vida de Florentina siempre ha sido una vida de independencia, pero paradójicamente su sueño ha sido depender de un hombre. Rodoreda, sin ser claramente feminista, denuncia claramente unas convenciones que condenan a las mujeres a estar subordinadas a los hombres.

Florentina no es Colometa

La senyora Florentina no es el texto más rico de Rodoreda: oscila entre la comedia sencilla de tono banal y chiste fácil y el panfleto militante. Ni la magistral actuación de Mercè Sampietro ni la conseguida escenografía de Max Glaenzel consiguen diluir este problema. Y a pesar de todo, esta obra de Rodoreda es una evocadora representación del universo femenino. Un universo que se abre, al final de la obra, tal y como se abre el escenario a un mundo lleno de flores...