Hablan con tanta seguridad de la cría del conejo como de la concesión del premio Nobel de Química o de la última encuesta electoral. Su prepotencia es tan grande como desconocidos son sus méritos para hablar de determinadas cosas. Son los columnistas. Ignacio Sánchez-Cuenca, en La desfachatez intelectual (Los Libros de la Catarata) desnuda a algunos de los intelectuales conservadores que se prodigan en los medios de comunicación españoles y denuncia algunas de las tonterías que publican.

Aquellos que matan a sus hijos

Sánchez-Cuenca acusa a estos intelectuales, no sólo de hablar a menudo sin fundamento, sino también de falta de ética. Empieza con una referencia a unos hechos recientes. La fotografía del pequeño Aylan muerto en las playas de Turquía sacudió a los europeos. Pero no a todos. Hubo uno que no se dejó engañar. Jon Juaristi, desde las páginas del ABC acusó a los refugiados sirios de poner en peligro a sus niños con el fin de conseguir su sueño de llegar a Europa: "Saben que llegar al corazón de la Europa rica requiere llegar antes al corazón de los europeos y por eso traen niños. Niños que arrojan al otro lado de fronteras teóricamente infranqueables o que tumban en las vías del tren". Los padres del muerto serían los responsables de la desgracia. No haría falta ningún cuestionamiento sobre el problema político de trasfondo.

Enjabonados excesivos

Sánchez-Cuenca también denuncia el servilismo de muchos de los columnistas hacia el poder establecido. Cuando Juan Carlos I anunció su renuncia al trono, Juan Luis Cebrián, consejero delegado de El País, evaluó su tarea como monarca y lo puntuó con uno "excelente cum laude". Era bien reciente el escándalo de la cacería del elefante y había salido a la luz la historia de la amante del Rey, la "princesa" Corinna (y se cuestionaba cada vez más el sospechoso enriquecimiento del monarca). Pero Cebrián olvidó estos "detalles" y se limitó atribuir al Rey el "mérito" en exclusiva de la democracia española de los últimos cuarenta años. No fue el único en prodigarse en elogios hacia personajes públicos: Vargas Llosa calificó a Esperanza Aguirre como "Juana de Arco del liberalismo".

Intelectuales que se creen dioses

Sánchez-Cuenca discute la figura del intelectual que habla de todo y lo sabe todo, y se centra especialmente en los escritores, especialmente Javier Cercas, Antonio Muñoz Molina, Javier Marías y Arturo Pérez-Reverte, iconos de algunos medios de comunicación. Afirma que la capacidad para producir una obra literaria de calidad no presupone, en absoluto, capacidad para argumentar sobre todo. Habla "de aquellos intelectuales que han interpretado el reconocimiento público que reciben por una obra literaria o ensayística como una forma de impunidad". El politólogo cree que aquellos que no disponen de conocimientos profundos de un tema tendrán problemas para analizarlo, y que por lo tanto sus propuestas de solución a menudo serán disparatadas. Pero para Sánchez-Cuenca la responsabilidad no es sólo de estos personajes: son los medios quienes crean líderes de opinión que en realidad no tienen capacidad para opinar con fundamento. Él cree que lo hacen para fidelizar al público ante la multiplicación de las vías de información, con la proliferación de canales televisivos y de noticias en internet.

Los elegidos

Sánchez-Cuenca destaca que muchos de los intelectuales se consideran superiores al resto de la gente, y de aquí su relación de amor-odio hacia el país. Son continuas sus apelaciones al problema de la degradación de la educación (con eso se presentan como más sabios que las generaciones posteriores). Pero su odio, especialmente, se expresa hacia los políticos: "gentuza", "politicastros", "golfos", "casta"... Sus propuestas políticas, a pesar de todo, coinciden punto por punto con las de una parte significativa de esta "casta".

La reacción

Para Sánchez-Cuenca, es evidente que estos personajes son reclutados por sus posiciones políticas, alineadas con los sectores más conservadores. Y denuncia que algunos de ellos proceden de la extrema izquierda o del nacionalismo radical vasco (o de ambos al mismo tiempo), pero que han evolucionado políticamente con el fin de acercarse al poder. Jon Juaristi militaba en ETA y Fernando Savater flirteaba con grupos proetarras. Muchos otros a principios de los setenta apostaban por la revolución, el reparto de la riqueza la liberación sexual... Ahora militan en el "conservadurismo escéptico y gruñón". Y no sólo se oponen a ETA, sino también al conjunto del nacionalismo vasco y a todo aquello que se oponga al españolismo unitarista.

El terrorismo como pretexto

Durante mucho tiempo, los columnistas estudiados tomaban el terrorismo como un mal absoluto y todo aquello que se le oponía era considerado el bien sin discusión. Así, en muchos artículos identificaban a ETA con el fascismo, de forma absolutamente injustificable. Después del 11-S identificaron el terrorismo etarra con el islámico, sumándose a las doctrinas antiterroristas más reaccionarias. Y cualquiera que no compartía sus opiniones era acusado, de inmediato de "violento". Sánchez-Cuenca constata que los columnistas no reaccionaron con satisfacción cuando ETA dejó de matar, porque la existencia de la ETA daba sentido a su propio trabajo. Gracias a ETA identificaban nacionalismo con terrorismo y propugnaban que para acabar con el terrorismo, se tenía que acabar primero con el nacionalismo.

Catalanofobia

Sánchez-Cuenca analiza el papel que tiene la catalanofobia en el pensamiento de este grupo. Parte de la base que estos intelectuales militan en el más feroz nacionalismo español, que ocultan bajo la denominación "patriotismo constitucional". Identifican el nacionalismo catalán y vasco con "la tribu" y lo tratan con arrogancia, asegurando que el nacionalismo se cuida "con cultura" o "viajando y conociendo mundo" (una opinión que él cree careciente de cualquier fundamento). Analiza con detalle el famoso "Manifiesto de los libres e iguales", firmado por 70 intelectuales españolistas en el 2014 y recalca sus exageraciones y contradicciones.

La crisis

Sánchez-Cuenca cree que algunos de los columnistas que estudia han jugado un papel pésimo en el análisis de la crisis. Dedica muchas páginas a seguir el libro de Antonio Muñoz Molina Todo lo que era sólido, tanto porque lo considera un libro particularmente débil, como porque fue muy elogiado por buena parte del establishment cultural. Denuncia que fue elaborado sin ningún estudio económico profundo. Y aporta algunas citas sorprendentes. En una de ellas Muñoz Molina apunta que la culpa de la crisis era del excesivo gasto en fiestas en España, sin tener en cuenta que la crisis fue mundial y que el gasto festivo no es excesivamente elevado.

Apparatschiks

Uno de los problemas que apunta Sánchez-Cuenca es que determinados medios de comunicación han conseguido consagrar a algunos intelectuales como referentes indiscutibles en el campo de la cultura. Y que estos han llegado a tener un gran poder en ciertos círculos. Por lo tanto pocas personas se arriesgan a cuestionarlos. Aquellos que los discutan probablemente estarán vetados de los grandes medios de comunicación y de muchas instituciones culturales.

El autor

Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid y ha publicado varios libros sobre la vida política española, como La impotencia democrática. Se sitúa en el ámbito de la izquierda progresista. Pero a diferencia de otros intelectuales progresistas, como Ramón Cotarelo, no muestra ninguna simpatía por el nacionalismo catalán. De hecho, sospecha que los discursos nacionalistas se basan en errores o manipulaciones históricos. Ahora bien, Sánchez-Cuenca reconoce la esencia democrática del soberanismo y denuncia los discurso catalanófobos.

La editorial que analiza el presente

Los Libros de la Catarata es una editorial madrileña que publica mucho. Su especialidad son los libros de análisis de la actualidad. Ha publicado numerosos libros sobre política española, habitualmente desde una perspectiva de izquierdas. Pero también ha editado libros sobre otras temáticas de actualidad, desde la política internacional hasta las drogas, pasando por el cambio climático o la introducción de las nuevas tecnologías. En su catálogo cuenta con destacados especialistas en el área de ciencias humanas y sociales.

Un libro con pocas posibilidades de éxito

El libro de Sánchez-Cuenca es un libro valiente. Sin duda irritará a muchos personajes que están poco habituados a ser cuestionados públicamente. Ahora bien, las posibilidades de que este libro tenga algún impacto son más bien escasas. En primer lugar, porque probablemente será leído sólo por aquellos que sienten ya una gran hostilidad hacia los columnistas criticados (de hecho, cuenta con un índice onomástico que facilita la localización del intelectual más odiado de cada uno). Pero, sobre todo, porque los grandes medios de comunicación probablemente ya saben que sus intelectuales a menudo no saben de qué hablan. Lo que buscan son líderes de opinión, y no expertos.