El sello Catedral, del grupo Enciclopèdia Catalana, publica, en catalán y en castellano, No, de Saïd El Kadaoui Moussaoui (1975), un psicólogo catalano-marroquí, que llegó a nuestro país a los 7 años procedente de Beni-Sidel, en el Norte de Marruecos, cerca de Nador. El Kadaoui ya había publicado una novela, Límites y fronteras (2008), la historia de un inmigrante que tiene un brote psicótico y a partir de aquí investiga su identidad. En 2011 le editaron Cartes al meu fill, un ensayo donde también reflexionaba sobre la identidad mediante una serie de cartas a su hijo Elies.

Referentes múltiples

El Kadaui se crio a Marruecos y vive en Catalunya, y su narrativa deambula continuamente de un mundo al otro. Son abundantes sus referencias a literatos árabes (el autor da clases en la universidad sobre "literatura del otro"). Recurre, pues, a intelectuales norteafricanos como Mohammed Arkoun o Driss Chraïbi; pero no rehúye los grandes referentes de la cultura europea, como Philip Roth o Primo Levi. Toca referentes africanos, como J.M. Coetzee, y cita con comodidades escritores catalanes, como Caterina Albert, Víctor Català.

Bajo la sombra de Xukri

Ahora bien, el gran referente del autor de No es, sin duda, Mohamed Xukri (1935-2003), un escritor de un pueblo vecino al suyo, autor del genial El pan de cada día. El Kadaoui, como Xukri, tiene una escritura directa, en ocasiones brutal. Como Xukri, aprovecha para novelar pasajes de su vida, no ahorra las ironías sobre sí mismo, y no tiene ningún pudor en llenar sus novelas con sus experiencias y obsesiones sexuales. Ahora bien, El Kadaoui no llega tan lejos como el lumpenproletario Xukri. Y es que El Kadaoui no ha tenido una vida de miseria, drogas y prostitución como la que vivió Xukri. En realidad, El Kadaoui es psicólogo y Xukri pasó una temporada encerrado en un manicomio.

Alambradas identitarias

La mayoría de los escritores procedentes de la inmigración tienden a hacer constante ostentación de su fidelidad a su cultura de origen, con el fin de mantener satisfecho al público "solidario" que acostumbra a leer estos libros. Afirmar que uno viene de otro país y no se identifica al cien por cien con este produce cierta irritación a los que esperan ver en el inmigrante un reflejo perfecto de su sociedad de origen (de aquí la polémica que generó el famoso y detestado Soy negro y no me gusta la mandioca, del borgoñón negro Gaston Kelman). El Kadaoui hace una defensa férrea de aquel que escapa a sus orígenes. Para él, traicionar a la comunidad de referencia y sus valores "al contrario de lo que se suele explicar, es un acto liberador. La libertad de la gallardía intelectual".

Sin mochilas

"Déjeme ser un hombre sin más mochilas que las mías," afirma en un punto de No el protagonista de la obra, que rechaza ser reducido a una identidad étnica, racial o religiosa. El Kadaoui deja bien claro que él considera un valor positivo la posibilidad de abrirse a nuevos valores y renunciar al propio pasado: "Lo más interesante de las personas es, a mi parecer, liberarse de aquello que son para, entonces sí, cambiar la piel y darse la oportunidad de vivir experiencias insospechadas. Abrirse a la posibilidad de explorar nuevos horizontes. Liberarse del mandato ajeno interiorizado es imprescindible si se quiere ser libre".

Saïd El Kadaoui Moussaoui. Foto: Catedral.

Inevitable conflicto

Si Tahar Ben Jelloun, el máximo exponente de la literatura marroquí de la emigración, da una imagen muy armoniosa de la interculturalidad, Moussaoui tiene una visión mucho menos optimista de ella, y cree que hay inevitablemente conflictos entre diferentes adscripciones: "O se es miembro de una tribu, o se es ciudadano, o se es inmigrante". El protagonista de No reconoce no sentirse completamente cómodo ni en Catalunya ni en su país de origen. Afirma que quiere mantener su marroquinidad, aunque sabe que en Marruecos en el futuro no se sentirá cómodo: "Soy y quiero seguir siendo marroquí". Y a pesar de todo, deja bien claro que "no quiere pertenecer del todo" al mundo catalán. No cree, como otros autores de la inmigración, que puedas 100% marroquí y al mismo tiempo 100% europeo. Y reconoce, con dolor, que sus estudios y sus vivencias lo alejan, inevitablemente, de la gente que ama, como sus padres.

Musulmanes en tierra de cristianos

El Kadaoui, en su obra, muestra su simpatía hacia los marroquíes que se encuentran, como él, entre dos mundos. En un episodio retrata a un marroquí casado con una española, que ha abandonado el Islam, pero que para el nacimiento de su hijo decide sacrifica un cordero, según las costumbres musulmanas; el problema es que tiene que repartir la carne en honor al nacimiento del niño casi de escondidas, porque no le gusta lo que ha hecho y no quiere hacerlo público.

Contra el islamismo

Si alguien espera una visión idílica de la inmigración marroquí en Catalunya, más vale que se busque otro libro. El protagonista del libro afirma: "Buena parte del submundo árabe en Europa no tiene interés. Es una burbuja de miseria material e intelectual que cada vez aburro más". En No, El Kadaoui deja traslucirse una evidente desconfianza hacia los jóvenes emigrados e incluso hacia los hijos de la inmigración, que a menudo son muy conservadores (de hecho, los sitúa "entre la yihad y la universidad"). Y deja bien clara la irritación que le produce el islamismo ritualista de muchos de sus compatriotas inmigrados: "Muchos primos tienen el frente morado de tanto friccionarlo con la esterilla de las plegarias", ironiza.

Mucho más que un inmigrante

Muchas de las obras de autores de la inmigración, sean de ficción o de no ficción, acaban girando exclusivamente sobre la identidad y sobre la discriminación. Los inmigrantes parece que sólo sean inmigrantes, sin ningún rasgo individual de personalidad. En este sentido, No es un libro especial, porque el protagonista es mucho más que un inmigrante: es alguien con preocupaciones artísticas y con deseos. Afirma taxativamente que "Dos son las cosas que más me importan: el arte y el sexo" (y aquí no cita para nada el hecho migratorio). Y, a lo largo de la obra, en pequeñas disquisiciones y en pequeños detalles, nos hace múltiples demostraciones de sus conocimientos artísticos, intelectuales y literarios.

Crisis de los 40

El protagonista está inmerso en plena crisis de los cuarenta. Se da cuenta de que ya no es joven, y aunque no es viejo, se da cuenta, con pánico, de que avanza hacia la decadencia y hacia la vejez. Se encuentra en un momento en que da un repaso a su pasado y analiza lo que quiere hacer en el futuro y descubre que no se siente satisfecho con nada. Como escritor llega a los 40 años y no es el genio que querría ser. Físicamente, ya ha pasado su mejor momento: "Los kilos que voy ganando también forman parte de lo que soy", concluye entre resignado e irritado. Añora a la chica que dejó hace lustros, mientras mantiene una relación insatisfactoria con otra. Y tiene auténtico pánico a crear una familia pese a las presiones de su pareja: "Mirar adelante y proyectar los deseos en un hijo me aterra"...

Demasiado sexo... en la cabeza

Al alcanzar los cuarenta, el protagonista de No también da un repaso a su vida sexual, y también constata que ya ha dejado atrás su mejor momento, y ya ni siquiera conserva sus ilusiones: "El hombre que soy hoy se la casca pensando que nunca hará realidad sus fantasías". En el fondo su vida sexual se caracteriza por "Muy poco sexo y mucho dolor de cabeza". Pero no puede abandonar su obsesión sexual, su pretensión de irse a la cama con cualquier mujer, aunque sabe que en muchos casos no tiene ninguna posibilidad de conseguirlo. Y en consecuencia, acabará metiéndose en mil problemas: "Una cabeza bien curiosa, la mía. Nunca me ha sido útil para prevenir el desastre y sí para culparme".

Un cameo

El Kadaoui, en este libro juguetón, incluso incorpora un cameo. Aparece él mismo hablando con el protagonista de No. Y es presentado de forma bien ambigua: su libro Cartes al meu fill. Un català de soca-rel, gairebé se transforma, sorprendentemente, en Cartes al meu fill. Un madrileny de soca-rel, gairebé. El Kadaoui, sin mucho pudor, se presenta como un "|tipo con una oratoria brillante. Quizás un poco altivo y distando, sin embargo, sin duda, un tipo interesante". Lo más interesante y sorprendente es que el casi madrileño de pura cepa ataca furibundamente su propio libro, y lo llega a calificar de panfletario.

Inacabado

El Kadaoui escribe No en segunda persona, interpelando directamente a diferentes interlocutores, y así acaba dirigiéndose francamente al lector. No se trata, pues, de un texto único, sino de un conjunto de cartas, artículos, fragmentos de noticias, recuerdos... Eso en algún caso llega a ser un poco desconcertante para el lector, que debe reubicarse continuamente cuando lee un nuevo fragmento. Sin embargo, con desvergüenza magistral, El Kadaoui argumenta, en las últimas páginas de No, que su libro es una serie de notas que, como un rompecabezas, a veces encajan a veces no, y además, faltan piezas. Y, con todas las piezas o no, no hay ninguna duda que No es una obra divertida, fresca, franca, brutal. Y un magnífico antídoto contra la ingenuidad.