Hace unas semanas se reavivaba el debate sobre la presencia en Barcelona de los monumentos a Joan Güell y a su consuegro Antonio López y López, ambos implicados en el tráfico de esclavos. El Comissionat per a Programes de la Memòria del Ayuntamiento de Barcelona se planteaba qué hacer con ellos. Y justamente ahora Edicions 62 presenta Els Güell, un libro del periodista Andreu Farràs donde se nos presenta la vida de cinco miembros de esta influyente familia catalana. Simultáneamente, en el Museo Marés se presenta una exposición de caricaturas de Josep Parera sobre personajes famosos de la segunda mitad del siglo XIX: entre ellos no podía faltar, obviamente, Joan Güell. Los Güell vuelven a la actualidad catalana.

El acierto de una elección

El año 2001 Andreu Farràs, en compañía de Pere Cullell, publicó L'oasis català, un libro sobre los vínculos entre las élites políticas, culturales y empresariales catalanas. Una obra que sería bueno releer ahora, después del escándalo Pujol y de tantos y tantos casos de corrupción, que han puesto de manifiesto hasta qué punto estaban podridas las 400 familias catalanas que cortan el bacalao en este país (Fèlix Millet decía que "Somos 400 familias, y siempre somos las mismas"). La teoría de fondo de El oasis catalán era que el conflicto político en Catalunya se diluía por las redes personales y familiares que involucraban a buena parte de la élite del país y que acababan creando intereses comunes en su seno. Tras ese agudo análisis, Farràs vuelve a investigar a la élite catalana, con Els Güell.

Quiénes son los Güell

En los tres primeros párrafos de la obra, Farràs sitúa rápidamente a la familia Güell ubicándola en algunos acontecimientos de gran trascendència: las Bases de Manresa, el Estatut de Sau, la Constitución de 1978, los encuentros entre Franco y Don Juan de Borbón, la creación del Palau de Pedralbes, la financiación de las construcciones de Gaudí, el ascenso y la persecución de Verdaguer, la apertura de la Via Laietana, y la actuación de empresas como Asland, la Transatlántica, la Compañía de Tabacos de Filipinas, el Banco Atlántico, la Maquinista Terrestre y Marítima... No hay ninguna duda de que se trata "de una estirpe que ha ayudado a configurar mucho la identidad de la Catalunya que conocemos". En realidad, los Güell del siglo XXI se consideran sucesores de toda una tradición: Carles Güell de Sentmenat alababa a sus antepasados Joan Güell y Antonio López como "forjadores de Cataluña". Aunque algunos de sus miembros más destacados de la saga aseguran: "Ahora ya no somos influyentes", no hay duda que muchos de ellos disfrutan de una posición acomodada gracias a la historia familiar.

Suave

Andreu Farràs dedica 5 capítulos a 5 personajes reveladores de la familia, y en los que ya deja deja claro el carácter de su texto: uno está dedicado a "Eusebi Güell Bacigalupi, el magnánimo", otro a "Joan Antonio Güell López, el valiente", y un tercero a "El coraje cívico de Carlos Güell de Sentmenat". Se refiere a Güell como un "apellido ilustre", quizás suponiendo que hay los que no lo son. La editora asegura que la virtud de este libro es encontrar "un punto medio" y de hacer un "esfuerzo de objetividad". Pero este retrato extremadamente amable de los Güell está bastante lejos de la objetividad.

Relativismo

Uno de los argumentos que da Andreu Farràs para ensalzar la personalidad de los Güell es que hay algunos de sus comportamientos que eran habituales y muy extendidos en su época. En la presentación del libro, realizada en el Palau Güell, argumentó que hoy en día "las condiciones de trabajo en las fábricas de la época nos parecerían salvajes". Evidentemente, las condiciones de trabajo en las fábricas de los Güell parecen hoy salvajes; pero ya en su momento el movimiento obrero denunció que eran salvajes, y los empresarios no hicieron nada para modificarlas, sino que movieron toda su influencia política para evitar la regulación del trabajo abusivo. Farràs define que en las colonias industriales, como la Güell, "se ejercía un paternalismo que ha sido interpretado como una forma de control más efectivo sobre la población". Farràs se desmarca, de esta "interpretación"; pero hay que recordar que en una colonia industrial el propietario o sus representantes, podían inspeccionar en cualquier momento la vivienda de un obrero, y que éste podía ser despedido de la empresa y desahuciado de su domicilio por comportamientos "inmorales" realizados en su tiempo libre en casa suya.

"No fue lo único"

Uno de los aspectos más problemáticos para la imagen pública de la familia es la participación de Joan Güell y su consuegro, Antonio López y López, en el tráfico de esclavos. De hecho, las estatuas de ambos, en la Gran Vía y en la Vía Layetana, fueron destruidas en 1936 y reconstruidas por el franquismo. Andreu Farràs no tiene ningún problema en reconocer que el patriarca de la estirpe, Joan Güell, fue un negrero. Pero argumenta que "en aquel momento el tráfico de esclavos empezaba a estar prohibido". Además, añade que si bien fue uno traficantes de esclavos, "no fue lo único". Con este argumento, da mucha más relevancia a sus tareas empresariales en Catalunya sobre sus "negocios" afro-americanos. Aunque la riqueza obtenida en América fue la que permitió a la estirpe desarrollar sus actividades en Catalunya. No es extraño que Eusebio Güell, "El Magnánimo" según Farràs, formara parte de la directiva de la Liga Antiabolicionista, el lobby creado para impedir que se suprimiera la esclavitud. Eso sí, aseguraban que lo hacían para evitar "la ruina de Catalunya".

Monumentos en cuestión

En la presentación del libro, el periodista advirtió sobre los "excesos" de revisar el pasado, por miedo a "quedarnos sin nombres para las calles y tener que ponerles cifras como en los Estados Unidos". A pesar de todo, Farràs aporta algunos datos importantes a este debate cuando recuerda que fue Carles Güell de Sentmenat quien salvó la estatua de Antonio López cuando en 2010 hubo una campaña de los sindicatos para retirarla. Lo consiguió entrevistándose con el alcalde Jordi Hereu. Más tarde, Hereu dejó el cargo y trabajó en una empresa del grupo Güell, como oportunamente recuerda el autor. Por desgracia, el autor no se extiende más en referirse a la red de políticos (y periodistas) que a lo largo de 150 años han estado al servicio de los Güell.

La corrupción

Farràs liquida rápidamente la implicación de los Güell en asuntos de corrupción, normalizándola: "obtener de ministros y altos funcionarios contratos del Estado bajo mano" "forma parte de la estrategia que desplegaba la mayoría de empresas de aquella época. Y en otros tiempos anteriores y posteriores". La absolución valdría para los Güell del siglo XIX, y para todos los corruptos del siglo XXI. Se banaliza absolutamente la corrupción y se legitima a los corruptores.

Tirar la piedra y esconder la mano

Joan Antoni Güell i López, "el valiente" según Farràs, contribuyó al golpe de estado de Primo de Rivera. Él se vanagloriaba de haber tenido una contribución decisiva a la implantación de un régimen autoritario en España. Más tarde se convirtió en un crítico del dictador andaluz, especialmente por su centralismo. Más tarde, en octubre de 1936, firmaría un manifiesto de adhesión a la rebelión militar de Franco, pero con el tiempo rechazaría el franquismo. En el libro se hace referencia repetidamente a la posición antifranquista y a la sensibilidad social del empresario, un aspecto sin duda de gran interés. En sus memorias, mostraba una gran lucidez: Los males que han provocado la caída de la monarquía han estado principalmente: una masa irritante repartición de la riqueza, el problema religioso, el militarismo y los nacionalismos". Pero el autor se olvida de comparar estas brillantes declaraciones con la menos lúcida aplicación de este discurso en las fábricas del Güell durante el franquismo. En algunos textos, como El franquismo en el Baix Llobregat, se encuentra una visión mucho menos idílica de la actuación política real de los propietarios en la Colònia Güell en aquellos momentos.

Silencio colonial

El libro se centra mucho en la dimensión catalana y europea de la familia Güell. Se da poca importancia a la vertiente asiática y africana del negocio. Pero sabemos que Joan Antoni Güell López fue representante de los negocios familiares en Marruecos, justamente en un momento donde las campañas marroquíes estaban en el momento más álgido: el ejército español usaba armas químicas en el protectorado. Aunque la mayoría de la población era abolicionista, fueron las presiones del empresariado y del ejército las que forzaron el mantenimiento, en Marruecos, de las políticas coloniales (y los Güell tenían un papel destacado en los organismos empresariales coloniales). Farràs reproduce, sin cuestionarlo, un texto donde se habla del "éxito de Marruecos". Los Güell también tuvieron un papel muy importante en la colonización de Guinea a través de la Transatlántica. En aquel tiempo las plantaciones de la isla de Fernando Poo (Bioko) eran cultivadas, básicamente, con mano de obra semiesclava procedente de Liberia. Y la colonización de Filipinas, en buena parte, fue impulsada justamente, por las presiones de la Compañía de Tabacos, de la familia Güell. En el libro se nos habla de que la Compañía "recibe" grandes extensiones de plantaciones de tabaco; no se nos explica qué implicó eso para los campesinos filipinos.

El asunto Verdaguer

Farràs pone mucho énfasis en la labor de los Güell como mecenas, con la financiación de artistas y creadores como Gaudí. Cualquier estudio sobre los Güell acaba chocando, en algún momento, con el asunto Verdaguer, ya convertido en un mito dentro de la historiografía catalana. El poeta, después de trabajar durante algún tiempo de sacerdote particular de los López, parientes políticos de los Güell, y de ejercer su ministerio en los barcos de la Transatlántica, acabó por tener problemas con algunos miembros de la familia. Las presiones de los mecenas sobre las autoridades eclesiásticas consiguieron que Verdaguer fuera apartado de Barcelona, acusado de locura y suspendido como cura. Farràs resalta que Verdaguer y los Güell, establecieron una "relación de respeto, cordialidad, admiración, complicidad ideológica, comunión religiosa y, hasta cierto punto, amistad". No menciona un punto básico de esta relación: la subordinación absoluta del poeta a sus mecenas.

Todo por la patria

Farràs asegura que los Güell fueron defensores "de sus intereses, de su clase y de Catalunya". Su preocupación por el territorio los absolvería de sus comportamientos no muy ortodoxos. La visión de Farràs es la de unos intereses catalanes solidarios y, básicamente, enfrentados "a los de Madrid". A pesar de todo, acciones como la colaboración de los Güell con los golpes de Estado de Primo de Rivera y Franco invalidaría por completo estos principios. La actuación de los Güell no tenía como objetivo la defensa de todo el territorio, sino que en algunos casos fue nociva para otras personas que vivían allí. Farràs quiere revalorizar a los Güell por su tendencia "dinámica y modernizadora", aunque Farràs deja claro el evidente españolismo de la estirpe, desde sus inicios hasta nuestros días. Farràs acepta sin cuestionar las proclamas de patriotismo de los Güell, algunos de los cuales no aprendieron nunca el catalán, a pesar de desarrollar la mayoría de sus actividades en Catalunya, e impusieron a sus subordinados el uso del castellano.

Su historia no es su historia

La clave de la relevancia de los Güell es que han sido muy influyentes. Lo que ellos han hecho no sólo ha determinado la vida de su familia. Sus decisiones han contribuido a la esclavización de africanos y en su transporte a América, a la aplicación del trabajo infantil en las fábricas catalanas, a los secuestros de liberianos para cultivar el cacao de Fernando Poo, a los bombardeos de Barcelona por la aviación franquista e italiana, a los fusilamientos en la España franquista, a la falta de políticas sociales... Desgraciadamente, no se ha hecho pública la documentación familiar que permitiría entender un poco mejor su historia. Y la nuestra también. Y este libro no contribuye a percibir cómo la historia de los Güell ha marcado la historia del resto de familias del país.

Lo que no se sabe, no se dice

Andreu Farràs ha trabajado básicamente con bibliografía publicada, y con algunos materiales que le ha pasado la familia Güell. No ha tenido acceso al archivo familiar, ni ha consultado los archivos empresariales, una documentación que sería esencial para un libro de estas características. Y eso que en los archivos públicos hay muchísima documentación relativa a esta estirpe. Sería necesario recurrir a fuentes originales para poder revisar en profundidad la historia de la familia. Por otra parte, la elección de cinco personajes para retratar toda la estirpe es bastante arbitraria, y desfigura lo que sería una imagen colectiva y plural de los Güell. Pero lo más sorprendente es que Farràs no haya utilizado algunos de los materiales sobre los Güell generados por los historiadores en los últimos años, especialmente, los estudios exhaustivos de Martín Rodrigo sobre la familia. El indudable interés del tema se merecía un estudio con mucha más profundidad, y mucho más incisivo.

 

Fotografía de portada: Joan Güell. Caricatura de Josep Parera. Museu Marés.