Resulta curioso que una banda que basa su sonido en la tecnología la use, precisamente, para mostrar su temor a los derroteros del mundo moderno, pero los Orchestral Manoeuvres in the Dark, que abrieron ayer en Barcelona su minigira española, llevan 40 años rondando las distopías en clave sintética. El renacido dúo de pop electrónico formado por Andy McCluskey y Paul Humphrey -volvieron a girar juntos en 2006, después de que el segundo dejara la formación a finales de los ochenta- ha presentado en el Razzmatazz barcelonés (mañana estarán en la sala La Riviera de Madrid, con todo vendido) "The Punishment of Luxury", su álbum de estudio número trece, donde han retomado ese discurso tan en boga de criticar lo digital, pero desde dentro, la filosofía "Black mirror".

Los "Maniobras orquestales en la oscuridad", como eran conocidos en los ochenta -cuando era casi obligado españolizar los nombres de las bandas anglosajonas- no pueden renegar de sus composiciones de cimientos digitales, a las que en directo imprimen un relleno de emoción carnal que obliga a sudar. Histriónico en su gestos, espasmódico en sus bailes y bromista cómplice con su compañero de escenario, Andy ha continuado con "Isotype", también del nuevo disco, tema de resonancias "kraftwerkianas" y crítico con esas nuevas tecnologías que nos rodean: "Photographs and magazines, vivid color, black and white. All reduced to isotypes", estrofas que ha enlazado con los clásicos "Messages y "Tesla girls".

Ambos de riguroso negro, y con una puesta en escena de neones, netamente ochentera, OMD ha tenido en sus manos al público desde el primer momento. Sobre todo mucho cincuentón (y más allá) dispuesto a pasarlo bien con temas como "One more time", "If you leave" o "Forever", reflejo de la influencia que han tenido en coetáneos suyos como Pet Shop Boys, pero también en otras bandas actuales.

Sin embargo, cuando el ambiente estaba ya preparado para bullir, esa tecnología que tanto temen los OMD por su propensión a alienar al hombre se ha vengado. Un problema con los retornos de sonido ha obligado a suspender el concierto durante unos veinte minutos. Tras los pertinentes arreglos, y los consabidos pitos de impaciencia, el dúo ha vuelto al escenario. Andy ahora con una camiseta sin mangas. Para evitarse problemas han ido a lo seguro, sin posible prima de riesgo a la baja: "Enola gay", su estandarte, una de esas canciones perfectas, paradigma del "synth pop" y de lo digitalmente correcto, cuando vestir de rosa y gris no era considerado cursi.

A pesar de la "bajona" provocada por los fallos técnicos, Andy tenía tiempo para preocuparse y celebrar el resultado del Oporto-Liverpool de la Champions, un 0-5 que le ha hecho afrontar el trago de acabar el concierto con dignidad. Como regalo por las molestias, han despedido al público con un bis repetido, otra vez el "Enola Gay" que los aficionados más futboleros han entonado con el universal y verbenero "lololó".