La soprano Montserrat Caballé ha muerto este sábado a los 85 años. Cuando lo he sabido de buena mañana he recordado que de bien pequeño me regalaron un disco de arias y canciones de la vida, Eternal Caballé. Aunque estábamos en la alborada del CD, todavía fue un disco de vinilo. Calculo que debería ser una Navidad antes o después de los Juegos de Barcelona 92, y la debería haber visto cantando la celebérrima Barcelona con el difunto Freddie Mercury en televisión. Todo fue suficiente para pedirlo a los Reyes. Esa fue mi más remota entrada en el mundo de la ópera y cuando lo escuchamos, la primera vez que oí la voz de esta catalana universal que lo fue todo en el mundo de la lírica. La única vez que la pude ver en direco fue en su último concierto en el Liceu, el año 2012, cuando cumplió los 50 años de su debut en el teatro de la Rambla.

Nacida el año 1933 en el barrio de Gràcia en una familia de clase media empobrecida por la Guerra Civil, la voz permitió a Montserrat Caballe i Folch poder estudiar becada al Conservatori del Liceu, con Pere Vallribera de profesor de solfeo. A medida que fue avanzando en la educación musical la situación familiar se fue haciendo más desesperada y Caballé se tuvo que poner a trabajar -una insólita placa en la popular calle Petritxol recuerda su trabajo en la Casa Comella- mientras el sueño de dedicarse a la música parecía desvanecerse. Fue gracias a los hijos de Eusebi Bertrand i Serra, industrial algodonero y político de una estirpe de las que había hecho la revolución industrial, que pudo proseguir su carrera musical en el Conservatorio bajo la dirección de tres maestras cumbre Eugenia Kemeny, Conxita Badia i Napoleone Annovazzi.

Kemeny, soprano húngara refugiada en Barcelona a raíz de la Segunda Guerra Mundial, le dio una técnica impecable, con sus métodos revolucionarios de respiración y gimnasia. Badia le dio el gusto y la elegancia en el canto. Y Annovazzi le hizo aprender armonía, contrapunto, composición y orquestación, y la aconsejó en el repertorio más adecuado a su carrera. Sin embargo, un desmayo provocado por los nervios al examen final de curso hizo que la institución no le otorgara la medalla de oro, un error que se enmendó décadas después.

Su debut en la ópera una vez titulada fue en el Teatro Principal de Valencia el 27 de junio de 1955, interpretando Serpina en la ópera La sierva patrona de Pergolesi, de la mano de Napoleone Annovazzi. A partir de aquí hay dos ciudades estrechamente vinculadas a Montserrat Caballé: Basilea y Bremen. En la ciudad suiza fue contratada como sustituta en papeles pequeños, pero gracias a una cancelación de la titular y que la sustituta oficial estaba de viaje, pudo cantar la Mimí de La Bohème. A partir de aquí, empezó a cantar un repertorio que iba de Tosca de Puccini al Arabella o Salomé de Richard Strauss, pasando por lo Aida de Verdi. Contratada ocasionalmente por otros teatros, hizo temporada en Bremen, antes de volver a Barcelona y debutar con Arabella el 7 de enero de 1962 en el Gran Teatro del Liceo, el escenario de sus grandes noches y donde tuvo un público incondicionalmente fiel.

El año 1965 se produce su primer gran éxito internacional, substituyendo Marilyn Horne en una Lucrezia Borgia en el Carnegie Hall de Nova York, que hizo que al día siguiente el The New York Times titulara "Maria Callas + Renata Tebaldi = Montserrat Caballé". A partir de aquí empezó una carrera internacional, dirigida por su hermano Carles, en la qué arrasó en todos los grandes coliseos operísticos del mundo con un amplio repertorio de más de ochenta papeles operísticos, desde la ópera barroca hasta el bel canto, pasando por Verdi, Wagner, Puccini o Strauss.

Poseedora de una técnica impecable, una matización vocal increíbles y unos exquisitos pianissimos, se convirtió la diva por antonomasia, que bajo una simpatía y una aparente ingenuidad escondía un carácter fuerte que sabía demostrar enfrentándose con directores, con el público o incluso con instituciones como su querido Liceo. Un mismo carácter que le permitió ir más allá de la ópera y convertirse en una figura mediática de la cultura pop, sin perder ni una migaja de su prestigio, y cantante con músicos de todo tipo, como Freddie Mercury.

Galardonada la Medalla d'Or y el Premi Nacional de Música de la Generalitat de Catalunya y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes junto con Victòria dels Àngels, Teresa Berganza, Josep Carreras, Pilar Lorengar, Alfredo Kraus y Plácido Domingo, a nivel político ha sido más controvertida: cerró la lista de Miquel Roca el año 1993 pero al mismo tiempo no ha dudado nunca al manifestar, al mismo tiempo, que es "española de pura cepa, pese en quien pese," como cuando fue investida Doctora Honoris Causa por la Universidad Menéndez y Pelayo. El ex secretario general de Presidència Lluís Prenafeta recuerda en sus memorias los problemas que ocasionó un concierto en Japón, en que Caballé quiso disculparse con el Rey de haber dado un concierto de canción catalana, interpretado por la prensa española como "separatista". También firmó el "Manifiesto por la lengua común", el año 2008. Pero es a nivel fiscal cuando su imagen es menos admirable: El año 2015 su supuesta residencia en Andorra le acabó costando una condena por fraude fiscal, después de un pacto con la fiscalía.

Casada con el tenor aragonés Bernabé Martí, su hija Montserrat Martí ha intentado abrirse camino en el mundo con la ayuda de su madre, con quien ha grabado dúos, pero sin el éxito indiscutible que ha obtenido esta diva catalana que desde la calle Petritxol de Barcelona conquistó todos los teatros del mundo.