París, 20 de enero de 1927. Empezaba el juicio contra Francesc Macià y dieciocho personas más, acusadas de tenencia ilícita de armas. Dos meses y medio antes (4 de noviembre de 1926), la policía francesa había detenido a un total de ciento veintinueve personas —la mayoría catalanas— en los trenes de París y de Tolosa a Perpinyà y, también, en Prats de Molló (Vallespir-Catalunya Nord), y había requisado armas y documentación que, todo, formaba parte de un plan —conocido como los Hechos de Prats de Molló— consistente en la invasión militar de Catalunya y su posterior liberación del Estado español. La justicia francesa ordenó la inmediata expulsión de ochenta y seis de los detenidos que, lejos de retornar a sus lugares de origen (Catalunya e Italia), acabarían exiliados en Bélgica. De los treinta y tres restantes, dieciséis seguirían el camino de los exiliados, y diecisiete acabarían a juicio. El más destacado de los encausados, y el que durante la vista asumiría las responsabilidades de los otros imputados, era Macià, que convertiría aquel juicio en una causa internacional contra Catalunya.

¿Quién era Macià en el juicio de París?

El año 1927 Macià todavía no era president de la Generalitat. No lo sería hasta abril de 1931, transitoriamente con la restauración de la institución, y a partir de diciembre de 1932 definitivamente por elección del Parlament. Sin embargo, el año 1927, ya era el líder indiscutible del independentismo catalán, que en aquellos días vivía en la clandestinidad perseguido por el régimen dictatorial de Primo de Rivera (1923-1930). Cinco años antes del juicio (1922) Macià —con Lluís Marsans, Daniel Cardona, Domènec Solé y Manuel Pagès— había liderado la creación del partido independentista Estat Català, formación política que se consolidaría, prácticamente, desde el exilio de Perpinyà (1924). Estat Català se definía como un "partido independentista, interclasista y no dogmático; que lucha por la independencia de los Països Catalans y para que el catalán tenga la consideración de única lengua oficial". No obstante, no ocultaba su carácter combatiente e insurreccional, en la línea de otras formaciones independentistas del continente europeo como el Sinn Féin irlandés.

Francesc Macià funda al partido independentista Estado Catalán. Homenaje a los combatientes de Prats de Molló. Fuente Espacio Macià

Homenaje a los combatientes de Prats de Molló (Barcelona, 1931) / Fuente: Espai Macià

¿Por qué detuvieron a Macià en Francia?

Macià, ex-teniente coronel del ejército español y con conocimientos de logística y estrategia militar, había planificado una intervención armada que, vista con la perspectiva que nos otorga el tiempo, no tenía ninguna posibilidad. Este detalle también tuvo un peso importante en la decisión judicial francesa. Queda para la investigación histórica si Macià también era consciente de las limitaciones de su plan y, por lo tanto, el objetivo prioritario era otro que, sin haberlo previsto, conseguiría durante el posterior juicio. Sea como sea, Macià, desde su cuartel general de Vila Denise, una masía de Prats de Molló a tres kilómetros en línea recta de la frontera francoespañola, había planificado una operación militar y había acumulado un pequeño arsenal de armamento. El 30 de octubre de 1926 —tres meses y medio antes del juicio— Macià había ordenado iniciar los entrenamientos militares, la concentración en Prats de Molló de todos los efectivos dispersos por territorio francés. El 4 de noviembre la operación quedaría abortada con la detención en masa de los implicados.

Prats de Molló. Circa 1925. Fuente Forum Geneanet France

Prats de Molló, 1925 / Fuente: Forum Geneanet France

¿Quién provocó la detención?

Macià fue víctima de una delación. Su colaborador Riccioti Garibaldi, nieto del mítico unificador de Italia Giuseppe Garibaldi y comandante de un grupo de combatientes anarquistas italianos que se habían unido a la operación, resultó ser en la realidad un agente secreto del régimen fascista italiano de Mussolini, aliado del régimen criptofacista español de Primo de Rivera. Garibaldi informó a Mussolini y el duce hizo lo mismo con el gobierno del primer ministro francés Raymond Poincaré. Este detalle, este "triángulo", también tendría un peso importante en la decisión judicial. Porque aunque el sistema judicial francés tenía el prestigio de ser uno de los más independientes y garantistas de Europa, no hay que olvidar que el gobierno de la República francesa contemplaba con desconfianza el régimen fascista italiano y con desprecio el régimen criptofacista español. No obstante, los cargos eran lo bastante evidentes para no pasar por alto la desarticulación del operativo, y la detención y procesamiento de la cúpula del complot. Garibaldi incluido.

Sala del Tribunal de París. Torrès i Macià. Fuente Archivo de ElNacional

Henri Torrès y Francesc Macià en la sala del Tribunal de París

El abogado de Macià y el juez del Tribunal

Las intrigas de un agente de Mussolini en territorio francés fue la clave de bóveda del argumento de la defensa. El abogado Henri Torrès, un experto penalista judío de París, consiguió llevar al juez al terreno de la seguridad nacional, presentando Garibaldi como un elemento no fiable al servicio de un régimen amenazador. Las fuentes revelan que, al inicio del juicio, el juez dispensó a Macià una sorprendente glosa: "No ha sido nunca procesado. Las referencias que tenemos de usted le son favorables". Y eso no acabaría aquí. En el transcurso del juicio, le preguntó si amaba Francia, cosa que dio pie a Macià a hacer unas declaraciones que, también, tendrían un peso muy importante en la decisión final del tribunal: "Queremos una Catalunya independiente dentro del concierto de pueblos libres; un estado democrático, pacífico y republicano; al lado de esta Francia que amamos (...) que es hermana espiritual nuestra y para la cual querríamos convertirnos una especie de Bélgica pirenaica (...) para prevenirla de las intrigas y de las amenazas del fascismo español".

¿Qué se percibía en Francia?

El discurso de Macià, que a simple vista podía parecer una interesada declaración de amor, tenía una clara intencionalidad política. Macià era un verdadero animal político —el hombre de estado catalán por antonomasia del siglo XX— y lo pondría de manifiesto, también, en aquella ocasión. El año 1927 las heridas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) que había devastado Francia todavía supuraban. Y Macià, en aquel juicio, no se olvidó de los millares de voluntarios catalanes que lucharon y murieron por Francia en Verdum, la batalla más mortífera de aquel conflicto. Supo explicar la asociación entre los valores republicanos y democráticos franceses y las aspiraciones independentistas catalanas. Todavía coleaba el portazo del presidente Clemenceau al Comité de Hermandad de los Voluntarios Catalanes que, acabada la guerra (1919) cuando le pidieron que intercediera a favor de la causa independentista catalana, los puso en marcha con un célebre: “Pas d’histoires, catalans; pas d’histoires”, que quedaría, para siempre, como una mácula en su carrera política.

Sala del Tribunal de Paris. Juicio a Macià y a la cúpula de Prats de Molló (1927). Fuente Archivo de ElNacional (1)

Sala del Tribunal de París en el juicio a Macià y en la cúpula de Prats de Molló (1927)

¿Quién mandaba en España?

El ministro de Gracia y Justicia español era un juez experto en derecho foral llamado Galo Ponte y Escartín. El ministro de Estado (equivalente a Exteriores) era un catedrático en derecho internacional llamado José María Yangüas y Messia. Tenían en común su ideología ultraconservadora, nacionalista y antisemita. Completaba la terna el vicepresidente Severiano Martínez Anido, militar que había tenido una siniestra actuación como gobernador de Barcelona durante los años de plomo del pistolerismo de la patronal (1919-1923). La prensa de la época lo había señalado como el inductor de los asesinatos del abogado laboralista Francesc Layret y del líder sindical Salvador Seguí, el Noi del sucre. Layret y Seguí tenían en común su ideología catalanista y republicana. Por encima de Ponte, Yangüas y Martínez Anido sólo cernía la figura del dictador Primo de Rivera, que había ordenado la liquidación de la Mancomunitat y de su obra de gobierno y, también, la ilegalización de los sindicatos obreros y de los partidos catalanistas y republicanos.

La impotencia española

Macià y los dieciocho acusados que lo acompañaban en la sala del Tribunal de París habían sido imputados por un delito que, aunque podía poner en riesgo la seguridad pública española, había sido cometido en Francia. No obstante, hay que insistir en un detalle muy revelador. La detención de la cúpula del complot se practicó en Prats de Molló. Y el juicio no se celebró ni en Ceret ni en Perpinyà ni en Montpellier (jefaturas judiciales comarcal, departamental y regional, respectivamente), sino en París. La fiscalía española podía tener razones para personarse como acusación. El aparato de Estado español había fabricado una falsa relación entre Macià y la organización independentista Bandera Negra que, el 26 de mayo de 1925, había llevado a cabo un atentado frustrado contra el rey Alfonso XIII en un episodio que se conocería como el complot del Garraf. Pero las malas relaciones políticas no invitaban. El aparato de estado español —en el régimen de Primo de Rivera, como en cualquier otra dictadura, no había separación de poderes— lo fiaría todo a la justicia francesa.

Torrès y Macià desprendido del juicio (1927). Fuente Wikipedia

Torrès y Macià después del juicio (1927) / Fuente: Wikipedia

El trampolín de la justicia

París, 23 de enero de 1927. El Tribunal de París dictaba sentencia de dos meses de prisión para Macià —que no cumpliría porque hacía ochenta días que estaba detenido— y la expulsión de territorio francés. No sabremos nunca qué habría pasado si el Estado francés, superado por los acontecimientos, hubiera entregado a Macià a Primo de Rivera. Lo que sí que sabemos es que, si en algún momento tuvieron la tentación, el desprestigio internacional que invadía totalmente las estructuras de poder españolas disipó todas las dudas. El juicio a Macià se convirtió en un fenómeno social a nivel continental. Toda la prensa y la opinión pública europeas se hizo resonancia. Macià conseguía internacionalizar la causa independentista y alcanzaba la categoría de mito político del catalanismo. Cuatro años más tarde (1931) crearía Esquerra Republicana, ganaría las elecciones municipales que tumbarían la monarquía española, se convertiría en el primer presidente de la Generalitat restaurada, y proclamaría el Estado Catalán dentro de la Federación de Repúblicas Ibéricas.