El escritor francés Alain Mabanckou escribió en 2012 una obra contundente y provocativa, en la que cargaba al mismo tiempo contra el racismo y el neocolonialismo de los occidentales, y contra el discurso de la autenticidad africana y la victimización de los negros. El llanto del hombre negro, que ahora aparece en castellano en Los Libros de la Catarata, es un libro que dialoga con las obras más emblemáticas de la cultura negra y que ofrece una visión muy particular de la identidad negra y africana, enfrentada a las visiones clásicas de la negritud, y también a los discursos racistas y paternalistas todavía bien vigentes en Occidente. Por este libro y por algunas de sus declaraciones, Mabanckou ha sido acusado de ser un escritor "al servicio de la literatura colonial" o "al servicio de Francia" y se ha ganado muchas animadversiones.

Alain Mabanckou Festival international de géographie 2011

Alain Mabanckou. Foto: Ji-Elle.

La autocrítica por delante

Mabanckou se sitúa en la estela de Yambo Ouologuem, uno de los autores africanos "malditos", que poco después de las independencias publicó Deber de violencia, un libro que criticaba con contundencia la situación de las sociedades africanas y que generó mucho de malestar en unos momentos en qué se era muy reticente a criticar a los nuevos gobiernos (la moda era tan sólo despotricar del colonialismo). Mabanckou cree que África tiene que cambiar, y que el cambio africano tiene que ser protagonizado por los propios africanos. Y para cambiar hay que empezar con el reconocimiento de los errores. Y por eso hace una crítica despiadada a las visiones idílicas de las sociedades africanas precoloniales, recordando la implicación de los africanos en la esclavitud y en el tráfico de esclavos. Y también pinta un panorama desolador del África de después de la descolonización, en la estela de Los soles de las independencias de Ahmadou Kourouma. Mabanckou lo explica así: "Durante muchos años soñamos con los soles de las independencias y, cuando estos se levantaron, deslumbrados, cerramos los ojos. Cuando los abrimos, nuestros estados parecían sombras movedizas, gobernadas por ogros cuyo apetito del cual aumentaba al ritmo de nuestras angustias".

Europa mestiza

Ahora bien, Mabanckou se enfrenta ferozmente, también, a aquellos que consideran que hay una esencia blanca y cristiana de Francia o de Europa. Reivindica que todos los que estamos en Europa tenemos un papel idéntico en la constitución de la identidad del continente y rechaza comportamientos racistas y esencialistas. Por eso se define como francés, y basta, y rechaza ser definido como franco-congoleño. Y rechaza por completo el uso de eufemismos: reclama el uso de la palabra "negro" para definirse a sí mismo. Y denuncia que el racismo continúa vigente y que todavía hay discriminación. Mabanckou reivindica, justamente, que se puede ser francés y negro, o asiático, y que hay que pensar una Francia y una Europa que incluya en los que han venido de fuera y sus descendientes.

Contra los estereotipos

A Mabanckou le gusta romper visiones estereotipadas. Ya lo hizo cuando publicó African psycho, una novela protagonizada por un asesino en serie que actúa en los barrios bajos de Brazzaville (un tema insólito para la literatura africana). Y El llanto del hombre negro empieza, justamente, atacando estereotipos sobre el continente negro, con una crítica a "la tendencia que anima a algunos africanos a explicar las desgracias del continente negro - todas sus desgracias - a través del prisma del encuentro con Europa". Mabanckou, directamente, tilda de "enfermos" a los que se recrean únicamente en los discursos sobre las consecuencias del neocolonialismo y de la esclavitud. Mabanckou reivindica que hay que actuar básicamente desde el presente para hacer frente al futuro, y no recrearse en el pasado sin cambiar de actitud. La gran preocupación de Mabanckou es desmontar el discurso del especificidad de los negros, que les presupone una naturaleza específica, diferente. Mabanckou escribe sobre los seres humanos, y en uno de sus capítulos concluye que su única preocupación es: "Dejar un día este mundo sin haber descubierto el minúsculo detalle que nos une".

Cara a cara

El llanto del hombre negro es un libro que sería recomendable leer en diálogo con otras obras, muchas de las cuales no se han traducido al castellano. El título de la obra se refiere ya a la obra de Pascal Bruckner Le sanglot de l'homme blanc (una obra que fue muy criticada por muchos africanistas y que Mabanckou no critica especialmente). Pero la obra de Mabanckou tiene referencias continuas a autores africanos, y africanistas, con los que dialoga a través de su obra. Por sus páginas circulan Franz Fanon, el psiquiatra martiniqués que luchó con el Frente de Liberación Nacional argelina; Léopold Sédar Senghor, el poeta senegalés que llegó a miembro de la Academia francesa y a presidente de su país; el antropólogo francés Michael Leiris, autor de El África fantasma; Malcolm X, el militante contra la discriminación que pasó del islamismo al marxismo; Henri Lopes, escritor y ex ministro de su país de origen, Congo Brazzaville; Mobutu Sesé Seko, el sargento convertido en dictador que se inventó la doctrina de la autenticidad africana; Amin Maalouf, el libanés especialista en problemas de identidad... Pero una de las gracias de esta obra es que abre un diálogo entre los conceptos teóricos de estos autores y los comportamientos cotidianos de los africanos de hoy en día. Por las páginas de El llanto del hombre negro, al lado de filósofos, escritores y políticos negros, discuten vigilantes de seguridad, profesores universitarios e inmigrantes económicos. Y todos expresan su opinión, confrontándose las unas con las otras, ofreciendo un mosaico muy enriquecedor.

El africano que no oyó cuentos cerca del fuego

Alain Mabanckou en El llanto del hombre negro, apunta que es una falacia la imagen del escritor africano que se inspira en los cuentos que escuchó cuándo era pequeño, en el pueblo, una noche cerca del fuego. Dice que esta África mítica ya no existe. Él nació en Pointe-Noire (en Congo Brazzaville) en 1966 y nunca vivió en el pueblo. Estudió a su país de origen y a los 22 años se desplazó con una beca a París, donde se licenció en derecho y se instaló a trabajar como abogado. Pero en 1998 publicó su primer libro: Bleu-Blanc-Rouge, que obtuvo el Gran Premio Literario del África Negra. Desde entonces se dedica a la literatura, y combina prosa y poesía, aunque son sus novelas las que le han hecho muy popular. Ha ganado numerosos premios y es de los escritores de origen africano más leídos en el mundo francófono. Desde 2002 ejerce como profesor de literatura francófona en universidades norteamericanas. En castellano, además de El llanto del hombre negro, se le ha traducido Memorias de Puercoespín, Black bazar, Mañana cumpliré veinte años y Vaso roto (las reflexiones de un borracho africano de barrio magro). No hay ningún libro suyo traducido al catalán.

Un Llanto para dejar de llorar

La literatura africana empieza a llegar, cada vez con más normalidad, a nuestras librerías. El ensayo de autor africano, en cambio, todavía es una asignatura pendiente, y por eso se agradece especialmente que algunas de estas obras empiecen a aparecer en castellano (se han publicado autores clásicos como Cheikh Anta Diop, o modernos como Achille Mbembe, pero todavía no hay nada de otros ensayistas míticos como Fabien Eboussi Boulaga). Sin embargo, se habría agradecido una mejor traducción, más atenta a las realidades africanas. El libro de Mabanckou es una acumulación de una serie de capítulos muy breves (casi artículos de diario) sobre diferentes aspectos de las relaciones entre África y Europa (en realidad, se podrían leer en orden inverso y la lectura cambiaría muy poco). El llanto del hombre negro no es la obra más contundente sobre el tema (más provocativa, por ejemplo, es Je suis noir et je n'aime pas le manioc, de Gaston Kelman, un negro de Borgoña que titula uno de sus capítulos "Soy negro y la tengo pequeña"). Tampoco es la obra más emblemática de Mabanckou (para quién quiera empezar con este autor, es de destacar Vaso roto). Pero es de celebrar que aparezca esta traducción al castellano, porque viene a ofrecer nuevas reflexiones sobre el continente africano en un mundo a menudo dominado por la literatura de tono victimista. Una mirada fresca e inteligente que se agradece, aunque algunas de sus propuestas sean extremadamente polémicas, como las relativas al uso de las lenguas coloniales.