París, 20 de septiembre de 1792. La Convención Nacional de Francia, la asamblea constituyente de cargos electos embrión del actual parlamento, asumía los poderes ejecutivo y legislativo del Estado y votaba liquidar el régimen monárquico y absolutista de los Borbones. Maximilien Robespierre, junto a Georges Danton y Jean-Paul Marat, se convertía en una de las personalidades más poderosas de la primera Francia republicana y en el protagonista del proyecto de expansión europea del nuevo Estado revolucionario francés. Con Georges Couthon, otra personalidad destacada de la facción más radical del partido revolucionario, proyectó la creación de un cinturón territorial en torno a Francia que debería actuar a la vez de plataforma expansiva y muralla defensiva. Especialmente durante el bienio 1792-1794, Catalunya, Piamonte, Baviera y los Países Bajos austríacos (la actual Bélgica) se convirtieron en prioridades de la política exterior del gobierno revolucionario. Y sus respectivas capitales, en nidos de espías.

La maniobra catalana de Robespierre

Cuando los republicanos franceses alcanzaron el poder tan solo hacía 78 años que el primer Borbón hispánico había liquidado a sangre y fuego "por justo derecho de conquista" el sistema político e institucional catalán. Robespierre y Couthon, hombres ilustrados, conocían bien la historia de Catalunya: la resistencia y la posterior represión. Con esos elementos sobre la mesa, decidieron crear una red de agentes en Barcelona que tenía que preparar un escenario político y social favorable a una revolución. Esa red iba a estar dirigida por un personaje llamado Pierre Nicolas Chantreau, profesor de gramática castellana y de gramática francesa establecido en las Españas desde 1762 y muy bien relacionado en los círculos académicos y mercantiles de Barcelona. A finales de septiembre de 1792, Chantreau fue requerido en París por Robespierre y nombrado responsable de una comisión secreta en Catalunya. En los meses posteriores, Chantreau se valdría de la pantalla que le ofrecía su actividad académica para tejer una importante red de apoyos.

Retrato de Georges Couthon (1790). Musée du Carnavalet. París

Retrato de Georges Couthon (1790) / Museo Carnavalet

El proyecto republicano catalán

Robespierre había previsto encender una revolución antiborbónica y republicana en Catalunya. El general Jacques François Dugommier, el militar más prestigioso de la primera Francia republicana, informó favorablemente: "Les catalans son courageux, actifs, laborieux, ennemis de l’Espagne. Ils aiment toujours la liberté, et són prêts pour la revolution". Ahora bien, inicialmente no estaba claro qué papel tendría el Principat una vez consumada la operación. Mientras que Dugommier proponía la anexión de Catalunya, Couthon se inclinaba por la constitución de una república catalana independiente en la órbita política del régimen republicano de París. Finalmente se impuso la tesis de Couthon, y Chantreau, el agente de Robespierre en Barcelona, se entregó a la captación de personalidades influyentes que secretamente simpatizaban con la ideología revolucionaria. Los datos son muy difusos, pero la investigación historiográfica indica que la red de Chantreau estaba formada por comerciantes y profesionales liberales de la ciudad.

Grabado de Barcelona (1720). Fuente Wikipedia

Grabado de Barcelona (1720) / Wikipedia

Los antirrevolucionarios

La liquidación del régimen borbónico francés (20 de septiembre de 1792) y la posterior ejecución de Luis XVI y de Maria Antonieta (21 de enero de 1793) provocaron un éxodo importante de personajes estrechamente vinculados con el régimen monárquico. Uno de ellos era Antoine de Sartine, que había sido el policía más poderoso y el represor más sanguinario del régimen borbónico. Lieutenant du Châtelet (equivaliente a comisario de París), lieutenant general du Royaume (equivalente a ministro del Interior) y ministro de Marina durante los reinados de Luis XV y de Luis XVI, cuando las víctimas que habían sobrevivido a sus métodos alcanzaron el poder (1792), desapareció precipitadamente de París y dejó atrás una vida de lujos y riquezas acumuladas por medio de sonadas prácticas de corrupción. Sartine huyó a Barcelona y, a pesar de que en la capital catalana no era el borbónico francés más conocido, sí se convertiría en el paradigma de aquel fenómeno.

Mapa de Catalunya (1793). Fuente Bibliothèque National de France

Mapa de Catalunya (1793) / Biblioteca Nacional de Francia

Sartine, el espía antirrevolucionario

El periodista tarraconense Carles Marquès, que ha investigado profundamente la vida y milagros de Sartine en Catalunya, confirma que el expolicía de la Bastilla se convirtió en uno de los principales informadores del régimen borbónico español. Sartine, nacido en Barcelona en 1729, hijo de un alto funcionario francés al servicio de Felipe V durante los primeros años de la ocupación borbónica de Catalunya, no se fue a la capital catalana por una cuestión sentimental. Manuel Godoy, ministro plenipotenciario del rey español Carlos IV, lo fichó a través de Luis de Lacy, capitán general del régimen borbónico en Catalunya y primo de Sartine. Le concedió una pensión (unos honorarios) de 80.000 reales de plata al año. A pesar de los desorbitados estipendios que recibió, Sartine no podía llevar la vida de lujo de París, pero sí se podía introducir en todas las fiestas de la alta sociedad barcelonesa e, incluso, mantener una red de informadores locales que se ocupaban de la parte más oscura y más sucia de la actividad.

Mapa de Francia. División administrativa aprobada por la Asamblea nacional (1792). Fuente Bibliothèque National de France

Mapa de Francia con la división administrativa aprobada por la Asamblea Nacional (1792) / Biblioteca Nacional de Francia

Chantreau, el espía revolucionario

Parece que en poco tiempo (1793) cayeron algunas de las piezas que, pacientemente, Chantreau había situado estratégicamente en el tablero barcelonés. Barcelona, gobernada con mano de hierro por Lacy y controlada con guante de seda por la red de Sartine, se había convertido en un terreno muy peligroso. Pero Chantreau no retrocedió. Animado por Robespierre, puso en práctica —naturalmente, con discreción extrema— métodos que no tenían nada que envidiar a los que utilizaba su patrocinador en París (el famoso Terror), ni a los que utilizaba Lacy en Barcelona. Acto seguido, algunas de las piezas de Sartine, también paciente y estratégicamente situadas sobre el tablero barcelonés, se vieron obligadas a tomar medidas de seguridad o desaparecieron de forma misteriosa. Muy probablemente, además de Sartine, en el punto de mira de Chantreau estaban personalidades destacadas como Rafael d'Amat, barón de Maldà y autor de Calaix de sastre.

Mapa de la expansión francesa durante las épocas republicana e imperial. Cartografiado en Paris (1815). Fuente Bibliothèque National de France

Mapa de la expansión francesa durante las épocas republicana e imperial, trazado en París (1815) / Biblioteca Nacional de Francia

Del proyecto república al proyecto anexión

Robespierre y Couthon fueron guillotinados el 28 de julio de 1794. Paradójicamente, el instrumento que más habían utilizado para desbrozar el camino que los había llevado al poder (más de 1.700 ejecuciones solo en París) se convertía en el obstáculo insalvable que ponía fin a su carrera y a su vida. Sus cabezas rodaron por el cadalso; en cambio, su proyecto catalán, con algunas alteraciones, no desapareció de las mesas de la cancillería de París. El general Dugommier, prácticamente sobre las cabezas recién cortadas de Robespierre y Couthon, proclamó: "Si el ejército francés entra en Catalunya como un benefactor, conseguirá frente España un baluarte mucho más seguro que los Pirineos". Hacía ya más de un año que había estallado la Guerra de la Convención (1793-1795), que enfrentaba al régimen republicano francés con los regímenes monárquicos y absolutistas español y portugués; en aquel contexto bélico se explicaría no tan solo la intensidad que adquirió la guerra de espías en Barcelona, sino también la recuperación de las tesis anexionistas.

Mapa de Europa de 1789. Font The Public Schools Historical Atlas. Charles Colbeck (1905)

Mapa de Europa de 1789 / The Public Schools Historical Atlas, de Charles Colbeck (1905)

Barcelona, nido de espías

Después de la ejecución de Robespierre y Couthon, Barcelona siguió siendo un nido de espías. La prueba definitiva de la existencia de este cuadro lo aporta nuevamente Sartine. En 1797, tres años después de la muerte de los patrocinadores de la fórmula república catalana y dos años después del fin de la Guerra de la Convención, Sartine, que temía por su vida, huyó precipitadamente de Barcelona. Se ocultó en Tarragona, en aquel entonces una pequeña y tranquila ciudad de 6.000 habitantes recluida dentro de las murallas y gobernada con mano de hierro por el furibundo arzobispo antirrevolucionario Armanyà. Sartine siguió ejerciendo de espía, pero su target quedó muy devaluado, porque en Tarragona acabó alojado en un modesto piso de alquiler en el llano de la Seu. Siguió informando de lo que pudo hasta que murió (1801); su contacto era el viajero supuestamente ilustrado Francisco de Zamora, agente de la corte española responsable de informar del cumplimiento de las políticas persecutorias contra la lengua catalana.

Imagen principal: Retrato anónimo de Robespierre (1790) / Museo Carnavalet