El 27 de mayo de 1976 se iniciaban en el paraninfo de la Universitat de Barcelona las Jornades Catalanes de la Dona, con la participación de 4.000 mujeres. Durante 4 días se sucedieron las discusiones sobre temas básicos para las mujeres: el derecho al propio cuerpo, la discriminación laboral, el modelo familiar, la legislación penal... Esta reunión supuso un salto cualitativo del movimiento feminista catalán. Los grupos de defensa de los derechos de la mujer, hasta entonces poco potentes y poco articulados, ganaron fuerza y cohesión e incrementaron su presencia pública. De hecho, algunas de las participantes coinciden en qué hasta ese momento había muchas mujeres que se sentían marginadas como mujeres por la sociedad franquista, pero que no participaban de respuestas articuladas.

Primer encuentro abierto

A finales de los años sesenta y principios de los setenta ya se habían multiplicado en las librerías locales los textos de carácter feminista, como las Cartas a una idiota española, de Lidia Falcón, o La dona a Catalunya, de Maria Aurèlia Capmany. El movimiento feminista despertaba cada vez más interés. El Movimiento Democrático de Mujeres (MDM), creado por el CE / PSUC, cada vez tenía más influencia. Pero empiezan a aparecer movimientos feministas independientes, como el Col·lectiu Feminista de Barcelona, con Lidia Falcón y M. Josep Ragué. Las Jornadas del paraninfo estuvieron precedidas por las Primeras Jornadas por la Liberación de la Mujer, celebradas en 1975 en Madrid, todavía en la clandestinidad. Y unos meses antes, también hubo manifestaciones y actuaciones diversas en las calles de Barcelona, Madrid, Sevilla, Granada y Bilbao. 

El detonante

En realidad, el detonante de las reivindicaciones fue la proclamación de 1975 como Año Internacional de la Mujer, por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas. En España los actos oficiales estuvieron monopolizados por la Sección Femenina, y eso generó el rechazo de los diferentes grupos de mujeres activos en aquellos momentos. Se pretendía convocar las Jornadas en 1975, pero finalmente el encuentro se retrasó unos meses. La mayoría de las organizadoras de los actos eran mujeres politizadas, que tenían conocimiento de los movimientos feministas modernos de los países de nuestro entorno, pero que todavía no se habían articulado dentro de grupos puramente feministas. Muchas de las organizadoras iban en nombre de vocalías de mujeres de asociaciones de vecinos, de sindicatos, de partidos... Las Jornadas se estuvieron diseñando durante todo un año, y eso facilitó la participación de los colectivos. La euforia participativa que provocó el fin del franquismo contribuyó al éxito de la convocatoria: eran momentos en qué la gente, después de años obligada al silencio, quería participar.

El encuentro

La asistencia desbordó todas las previsiones de las convocantes, que no habían esperado llegar al millar de participantes. Había participantes tan destacadas como Montserrat Rogi, Maria Aurèlia Capmany, Teresa Pàmies, Lidia Falcón... Rápidamente se configuraron tres tendencias: la marxista, en buena parte auspiciada por el PSUC, la católica y la feminista radical. Ésta desde el principio se hizo visible, por ejemplo, al exigir que se negara el acceso al acto a los hombres (finalmente se aceptó su asistencia, pero sin voz ni voto). Mientras el movimiento feminista radical reclamaba que las mujeres sólo militaran en organizaciones feministas, las marxistas apostaban por la doble militancia; creían que podían militar en organizaciones políticas mixtas y al mismo tiempo formar grupos feministas. Las mujeres del movimiento católico se desmarcaron muy pronto del resto de las asistentes y abogaron por medidas legislativas de carácter reformista que mejoraran la situación de la mujer.

El sesgo nacionalista

La asistencia también se dividió por la cuestión nacionalista. El Colectivo Feminista argumentaba que la nación formaba parte de los "valores propios del macho" y que las mujeres no tenían que involucrarse en la lucha por la liberación nacional. Maria Aurèlia Capmany se enfrentó. a ellas y reclamó que las feministas tenían que involucrarse en la lucha global por asuntos sociales y nacionales.

La separación de las organizaciones católicas

Uno de los grandes éxitos de las Jornadas fue juntar mujeres de sensibilidades muy diferentes en un mismo encuentro. A pesar de todo, en los debates muy pronto pusieron de manifiesto diferencias insalvables entre los grupos femeninos católicos y los grupos de sensibilidad propiamente feminista. Las agrupaciones de mujeres católicas abandonarían las Jornadas el último día del encuentro, con el fin de dejar bien claro que no suscribían sus conclusiones. Emitieron un comunicado en que se desmarcaban de las Jornadas y protestaban porque, según ellas, sus propuestas no se habían escuchado. Afirmaron que muchas de las reivindicaciones expuestas no eran aceptables para ellas "ni como mujeres ni como cristianas". Y pusieron énfasis en que no compartían las reflexiones sobre educación, familia y sexualidad, porque "están basadas sólo en la superficialidad, el placer, el egoísmo y la materialidad de los hechos". También criticaban que en muchos casos las asistentes hubieran mostrado "una tristísima agresividad y desprecio por el sexo masculino y unos ataques muy poco objetivos a la Iglesia".

Un programa amplio

Las conclusiones de las Jornadas eran muy ambiciosas y oficialmente fueron aprobadas por "unanimidad" de las cuatro mil personas que asistieron. Eran los primeros momentos de la transición y reinaba la esperanza de que hubiera cambios en profundidad a la sociedad española. Algunas de las reivindicaciones de aquel momento fueron consiguiéndose durante la transición. Otras todavía se reclaman.

El trabajo

El primer punto se centraba en el aspecto laboral y reclamaba que se acabaran las discriminaciones en este ámbito. Pero iba más lejos y reclamaba que los trabajos del hogar como el cuidado de los hijos, de los abuelos y de los enfermos, dejara de ser asumido por las mujeres y pasara a ser ofrecida por "servicios colectivos financiados por fondos públicos y gestionados democráticamente desde la base". Incluso proponían que se cambiara la estructura urbana y arquitectónica para garantizar estos servicios colectivos.

La educación

En el momento en que se salía del franquismo, las Jornadas reclamaron una modernización de la educación mediante una enseñanza "obligatoria, pública, laica y gratuita, antiautoritaria y no discriminatoria contra la mujer". Y por eso reclamaban la coeducación y una escuela que acabara con los roles tradicionales masculinos y femeninos.

Reforma de la familia

Una de las reivindicaciones más urgentes de las Jornadas fue la reforma de la estructura familiar. Se reclamó la legalización del divorcio y que se acabara con la patria potestad exclusiva del hombre. Y se exigía la supresión del delito de adulterio y de la discriminación entre hijos "legítimos" e "ilegítimos".

Derecho al propio cuerpo

Las participantes en las Jornadas exigieron que el aborto fuera libre, y que fuera a cargo de la Seguridad Social, y también se exigía que ésta se hiciera cargo de los anticonceptivos masculinos y femeninos. Además reclamaron que se dejara de perseguir la homosexualidad.

Los desheredados

Las conclusiones no olvidaban a las mujeres más marginadas. Pedían todos los derechos laborales y sindicales para las mujeres de la limpieza. Protestaban por la especial marginación que sufría la mujer rural. Reclamaban una amnistía general para las mujeres presas y, en cualquier caso, denunciaba el trato que recibían en las prisiones. Y, curiosamente, exigían que la ley dejara de perseguir la prostitución (un campo en que actualmente el feminismo está muy dividido).

Las denuncias

Las peticiones de las Jornadas iban acompañadas de una serie de denuncias dirigidas a la familia patriarcal, a la doble moral burguesa, al mito de la virginidad, al mito de la maternidad, a la cosificación de la mujer a través de los medios de comunicación... Incluso denunciaron la falta de interés de los partidos políticos por la situación de la mujer (lo que sentó muy mal a las élites masculinas de los partidos progresistas).

Consecuencias

El movimiento feminista enseguida logró algunas conquistas, como la legalización de los anticonceptivos. La Constitución estableció el principio de igualdad ante la ley, pero en realidad, la aplicación práctica de este principio fue extremadamente lenta. El feminismo, todavía débil, se fue consolidando, tanto a nivel de militancia, como de reflexión. Apareció la Coordinadora de Grupos de Mujeres de Cataluña, se fundó La Sal Bar-Biblioteca de Dones, se creó la red DAIA (Mujeres, Autoconocimiento y Anticoncepción). Y en los años ochenta, el feminismo ya se institucionalizaría con la creación de organismos como el Instituto de la Mujer.

Reacciones

Las I Jornadas de la Mujer se convirtieron en un emblema de todo aquello que odiaban los franquistas, porque no sólo apelaban a un cambio del sistema político, sino que reclamaran reformas de la estructura familiar, religiosa y educativa de España. Suponían un ataque frontal a los principios ideológicos del franquismo. El conservador Santiago Udina Carbonell, antiguo procurador en Cortes, calificó las Jornadas de "grotescas y brutales" en un artículo en el Mundo Diario. Y la revista ultraderechista Fuerza Nueva calificó las Jornadas de "desgraciadas, vergonzosas e incalificables;" constituirían "el ataque más envilecedor que se ha hecho a la figura de la mujer".