No es frecuente encontrar, en la literatura catalana, obras militaristas, de elogio del ejército. Muchas obras literarias catalanas muestran un rechazo visceral a los militares (a los "sorges", como les llamaba despectivamente Pedrolo en sus obras). Los que desde Catalunya escribieron obras de exaltación del ejército lo hicieron mayoritariamente en castellano (es el caso, por ejemplo, de Luys Santa Marina, con Tras el águila del César, una obra de elogio de la Legión literariamente potente, pero moralmente repugnante). Por eso, sorprende la publicación de Joan-Daniel Bezsonoff, El fill del coronel (editorial L'Avenç), una obra que surge del "real afecto por el ejército francés" que siente el escritor de Catalunya Nord, hijo de un coronel del ejército francés y nieto de un militar zarista. Este es el tercer volumen de las memorias de infancia y juventud de Bezsonoff, que se inició con Una educació francesa y que continuó con Les meves universitats.

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Joan-Daniel Bezsonoff. Foto: Roberto Lázaro

Historias de la puta mili

Las historietas de la mili fueron un clásico de las sobremesas de las comilonas familiares, e incluso llegaron a consagrarse en un cómic de Ivà (convertido más adelante en película). Ahora, a medida que disminuye el porcentaje de gente que ha hecho el servicio militar, estas historietas han perdido vigencia y vigor. Ya no son frecuentes en las comidas de Navidad, ni en los encuentros veraniegos de Santa Maria. Pero Bezsonoff todavía nos pone en bandeja, en estas memorias, una serie de anécdotas sobre su estancia al ejército francés. El autor norcatalán no esconde su nostalgia por el periodo de su servicio militar. Todo sea dicho, el escritor no tuvo una mili muy sufrida. Fue destinado, como profesor en la Escuela Superior de Guerra Interarmas (ESGI) de París, donde hacían cursos los militares extranjeros que tenían acuerdos de colaboración con el ejército francés. Bezsonoff se confiesa admirador de los militares heroicos que protagonizaban las novelas de aventuras de Pierre Benoit, pero la misión del escritor norcatalán en el seno del ejército fue mucho menos heroica que la de estos personajes. Se limitó a dar clases de francés a los mandos extranjeros y a sus esposas. Y eso le garantizó grandes privilegios, dentro del conjunto de los reclutas: pocas guardias, ambiente distendido, comida correcta en el comedor de oficiales, pocos esfuerzos físicos... Bezsonoff, que se confiesa demasiado perezoso para tener un verdadero espíritu marcial, tuvo, realmente, una mili envidiable.

Pintorescos

En la ESGI, Bezsonoff tuvo ocasión de tener contacto con algunos personajes muy pintorescos, procedentes de todos los continentes. Entre ellos incluso figuraba el general Luis Alejandre Sintes, quien más tarde sería jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra español. Parece ser que este militar menorquín, que discutía con Bezsonoff en catalán, admiraba tanto a Franco como a Lluís Llach. Bezsonoff deja llevarse por el optimismo y ofrece una visión deliberadamente idílica y despolitizada del ESGI, un centro mucho menos limpio y honesto de cómo lo pinta el escritor de Catalunya Nord; en realidad, antes de la llegada de Bezsonoff, fue uno de los centros de diseño de la lucha antisubversiva a nivel mundial, donde se pusieron los fundamentos de los escuadrones de la muerte de las dictaduras latinoamericanas. Y durante el tiempo en que Bezsonoff estuvo funcionó como uno de los centros de difusión del neocolonialismo francés, donde el ejército francés trataba de cooptar a las élites militares de los países del Tercer Mundo (fue un elemento clave de la llamada Franceafrique).

Todo tiempo pasado fue mejor

Una de las gracias del libro es la aportación de breves retratos de los personajes con los que Beszonoff había coincidido durante este periodo (tal como lo había hecho en los volúmenes anteriores de sus memorias). Pero no podemos olvidar que la base de las memorias de Beszonoff es la nostalgia por el tiempo pasado. En las obras de este escritor los amigos de aquel periodo eran mejores amigos que los de ahora, las fiestas eran más emocionantes que las de ahora, las chicas eran más bonitas que las de ahora y las resacas, juventud obliga, eran más suaves... Beszonoff, en algún punto del libro lo explica abiertamente: "Creo que algún día la palmaré de nostalgia. Me dan ganas de llorar cuando pienso en todos aquellos años engullidos para siempre. Era feliz y no lo sabía".

El ejército como microcosmos

Bezsonoff alega que el servicio militar era un mundo idóneo para iniciarse como novelista: "El servicio militar, universidad de todos los vicios potenciales que llevábamos dentro, es una escuela sin parangón para un futuro novelista que encontrará concentrada al mismo tiempo la quintaesencia de la estupidez humana y una gran elevación moral". Pero al fin, lo que más destaca del libro de Beszonoff no son los episodios por él vividos, que no son tan extraordinarios, sino su habilidad para retratar, con una curiosa mezcla de humor y poesía, personajes y situaciones estrambóticas. El gran talento de Beszonoff es llevar la nostalgia hasta el extremo para hacernos compartir este sueño de juventud idílica. Y, con gran maestría, acaba el libro reconociendo, con gran sinceridad, que los años pueden haber condicionado su visión: "La vida nos ha aplastado, machacado, triturado y yo, en mi castillo de ilusiones arruinado, condenado a morir solo a la sombra de mis libros, conservador de una lengua crepuscular, escribo en la cocina. Pronto el tranvía de la vida me dejará en la última parada".

 

Foto de portada: Legión francesa. Foto: Jollyroger - Eigenes Werk.