Enric Puig Punyet es filósofo y artista. Trabaja como profesor de la UOC y dirige el centro de arte contemporáneo La Escocesa. Es conocido, sobre todo, por sus estudios críticos sobre internet. En 2016 sorprendió con La gran adicción. Cómo sobrevivir sin internet y no aislarse del mundo (ed. Arpa), donde proponía reducir el uso de las nuevas tecnologías. Ahora, Clave Intelectual le publica El Dorado. Una historia crítica de internet, donde desmitifica algunas de las visiones más románticas de la red. Con motivo de esta publicación, El Nacional lo ha entrevistado en Sant Gervasi.

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Internet es un fenómeno muy reciente. ¿Ya ha habido tiempo para hacer una historia de él? ¿No nos falta perspectiva?

Yo creo que ahora ya tenemos bastante perspectiva. La base del libro son las mutaciones ideológicas que ha tenido internet, y en el tiempo que ha pasado desde su aparición ha habido muchas. Ahora ya hay un camino recorrido en el mundo de las redes y ya podemos pensar en hacer una relación histórica sobre el fenómeno.

Nos alejamos mucho del proyecto original de uno internet horizontal

Internet generó grandes ilusiones. Algunos se creyeron que sería una herramienta para crear un flujo desjerarquizado de información. ¿No ha sido así?

Todavía queda un reducto de los que apuestan por un internet horizontal. Todas estas propuestas democratizadoras de la información que se generan desde 1989 todavía están presentes en algunas colectividades. Hay grupos que creen en este flujo desjerarquizado de información en la red. Pero si hablamos de internet como lo que usa a la mayoría de la gente el 99% del tiempo, constatamos que nos alejamos mucho de este proyecto original. Internet favorece la concentración.

Dicen que incluso Ted Nelson, uno de los "padres" de internet, está disconforme con la evolución de su criatura. ¿Porque no está satisfecho?

Ted Nelson había propuesto el hipervínculo con una variante muy diferente con respecto a la que nos ha llegado a nosotros. Con el proyecto de Nelson veríamos los vínculos como las notas a pie de página de un libro: la lectura de la referencia se podía a hacer en paralelo a la lectura de la fuente y no sustituiría la página que estás leyendo. El hipervínculo hace perder la página de origen y te lleva a centrarte en la página de destino y contribuye a la dispersión del usuario. La otra cuestión que irritaba a Nelson va ligada a la propiedad intelectual. Ted Nelson proponía, y propone todavía, que dentro de los metadatos figure la propiedad intelectual. Quería que cuando sºe haga un click eso genere beneficios al autor de los contenidos. Y eso la red hasta ahora no lo facilita.

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La web participativa o web 2.0 ayuda a la verticalidad, a la concentración

¿Cuándo internet dejó de ser una herramienta de difusión de información horizontal?

En varios momentos. Hay una batalla interna, en el mundo de internet, entre el horizontalización y esta dinámica más vertical. Cuando la lógica capitalista se apodera de internet, aparecen las formas que tienden a la verticalidad. Cuando surgen los primeros buscadores se genera una primera modalidad de verticalidad. El segundo momento es el que ahora vivimos, a partir de la web participativa o web 2.0, donde aparecen nodos de poder que acaban tendiendo a la misma verticalidad. A pesar de tener la percepción de que la transmisión del conocimiento es horizontal, hay formaciones de poder que tienden a la verticalidad, a la concentración.

¿Qué pasó con Google, que nació con una vocación democratizadora y que acabó favoreciendo los más fuertes?

La historia de Google es muy complicada, y al fin Google es el que ha propiciado el sistema jerárquico en el que estamos inmersos. Google aparece como una respuesta democratizadora a los otros buscadores clásicos, que eran más comerciales. Google quiere aparecer como la respuesta definitiva a la ordenación de todo lo que hay en la web. Pero cuando Google entra en una dinámica comercial, vuelven a aparecer estas concentraciones de poder, y el objetivo inicial de Google se va desvirtuando.

Una plataforma realmente participativa tendría que permitir a los usuarios hacer cambios en el código

¿El mercado de internet, puede regularse por sí mismo, como algunos pretenden?

Yo creo que no. Para poner un ejemplo más claro: si pensamos en Airbnb, el discurso afirma que se quiere crear una plataforma horizontal, entre usuarios, pero eso al fin es falso. Se dan unas nuevas dinámicas de poder. Un poder, en este caso Airbnb, da las pautas de cómo se gestionan los procesos. En la web 2.0 los usuarios no dejan de moverse en un sistema que está muy codificado y en el cual no hay derecho a la recodificación. Una plataforma realmente participativa tendría que permitir a los usuarios hacer cambios en el código, en la normativa, en los requisitos... Y eso no es lo que está pasando a internet.

¿Puede existir un internet horizontal en una sociedad profundamente jerarquizada?

Internet no es más que un reflejo del mismo sistema. Lo que es muy interesante de internet es que nos ha permitido repensar muchas de las formas de organización del poder y de la jerarquía que teníamos muy asentadas y que habíamos naturalizado, que tomábamos por inmutables. Pero si queremos llegar a una forma de organización más horizontal, tenemos que aprender las lecciones que nos ha dado internet, justamente para emanciparnos de la propia tecnología. Eso lo podemos llevar, por ejemplo, al campo de la educación. Las nuevas tecnologías nos ha llevado a pensar cambios en la educación, muy positivos. Pero en el momento que las nuevas tecnologías se plantean como una necesidad en las aulas, acaban provocando una nueva forma de vasallaje. Tendríamos que crear nuevos sistemas donde puedan o no puedan entrar las nuevas tecnologías. Así es como las cosas pueden funcionar. Tenemos que volver a poner las nuevas tecnologías al servicio de la humanidad.

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Antes el yo quedaba diluido en la red, el protagonista era el contenido. Ahora el protagonista es el yo...

¿Puede existir uno internet horizontal cuando el deseo de sobresalir es inherente al ser humano?

Este es un deseo propio del ser humano. Si el internet participativo ha acabado tomando el camino que ha cogido, es justamente porque ha servido para reforzar este deseo de sobresalir. Ahora tenemos un internet centralizado en el usuario, basado en el enmascaramiento, en la presentación en público del usuario, que es el que presenta cosas... Antes el yo quedaba diluido en la red, el protagonista era el contenido. Ahora el protagonista es el yo...

Sus reflexiones sobre internet no las ha plasmado ni en un artículo, ni en un puesto. Lo ha hecho en un libro. ¿Por qué este formado?

Hay una reivindicación detrás de esta decisión. Uno de los problemas de la red es que internet ha diluido la toma de poder que le tocaba a las generaciones más jóvenes. Cuando una generación se queja de una institución, lo que tiene que hacer es tomarla, que es lo que se había hecho hasta ahora. Internet lo que ha hecho es crear una válvula de escape, en qué si uno no está contento con los círculos de poder imperantes lo que hace es publicar un post. El post se diluye, porque se funde en la dinámica de la inmediatez que propone internet. Es una especie de fármaco inmediato, pero que a la larga comporta muchos problemas, porque no hay un relevo generacional en ciertos círculos de poder. Es importante reivindicar el papel del libro, como es importante reivindicar el papel de las instituciones. En el caso del libro es esencialmente importante, porque propone un tipo de transmisión de la información contra el que internet no tiene nada que hacer, porque supone una meditación más larga, más profunda, que obliga al lector a desconectarse del mundo para seguirla.

El internet participativo no funcionaría si no fuera adictivo

Usted afirma que internet es queridamente adictivo. ¿Porque?

Está pensado así. El internet participativo no funcionaría si no fuera adictivo. La gente no tendría smarthphone si no fuera adictivo. La gente, busca continuamente un retorno. Cuando enviamos un whatsapp o un mensaje, estamos haciendo una pregunta al aire, que se queda en suspensión. Por eso, cuando vibra el teléfono, la gente se pone la mano en el bolsillo a toda prisa. Y eso es una herramienta que usa el  internet participativo. Redes como Facebook, en el fondo, son plataformas vacías, que dependen sólo de nosotros. Para llenarlas hace falta que nos enganchemos. Empieza a haber en los EE.UU. movimientos de programadores que están reivindicando plataformas que no busquen la adición. Piden un certificado de calidad en la edición que garantice que no se busca la adicción del usuario. Y eso es muy interesante. 

¿Qué puede hacer a un ciudadano cualquiera para hacer frente al potencial adictivo y absorbente de internet?

Lo más importante es controlar su tiempo de conexión. No hay una respuesta absoluta, no hay una fórmula sencilla: la respuesta es muy personal y depende de las necesidades personales y profesionales. Pero nos tenemos que empezar a hacer preguntas sinceras sobre este vasallaje que estamos teniendo hacia internet. Tenemos que plantearnos si el uso que hacemos de internet nos beneficia o nos perjudica. Tendríamos que hacer una cierta higiene: deberíamos poner la tecnología al servicio de nuestras necesidades.

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Yo hace tiempo que no tengo smartphone

¿Cuál es su relación personal con internet?

Yo hace tiempo que no tengo smartphone. Lo que uso más es el correo electrónico, que para mí es una herramienta imprescindible. Uso los buscadores, pero intento no caer en la vorágine del hipervínculo. Es frecuente que cuando buscamos alguna cosa en Google una página nos lleve a la otra, a la otra, a la otra y al final no sepamos lo que estamos buscando. Pero no es una cuestión de demonizar las tecnologías. Internet es muy útil si sabemos qué buscamos.