El principal obstáculo para que la gente vaya a espectáculos en directo, a museos y al cine es la falta de interés. Ahora bien, en el caso del cine, los problemas económicos son determinantes para que alguna gente no vaya. Estos son los resultados del estudio El consumo cultural: ¿cuestión de gusto o de precio?, publicado por el Observatorio Social de "la Caixa", y realizado por Juan Prieto Rodríguez, María José Pérez Villadóniga y Sara Suárez Fernández. En este documento se estudia la relación entre la educación y el nivel socioeconómico, y la asistencia al cine, a los conciertos de música y al teatro y las visitas a museos, monumentos, yacimientos y galerías. Los autores han obtenido los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida en España realizada por el Instituto Nacional de Estadística español en 2015.

La gente no va al teatro porque no quiere, y al cine no va porque no tiene dinero

La educación en la base

Los investigadores han encontrado una relación directa entre nivel educativo y participación cultural. La gente que tiene un nivel educativo alto tiene más tendencia a consumir cultura (y eso es favorecido porque los más formados suelen tener unos ingresos altos, y esto también facilita la conciliación del ocio con la vida familiar, por ejemplo, con la contratación de canguros). El cine es todavía el producto cultural de mayor consumo, pero sólo va el 12,51% de los que tienen estudios primarios o inferiores (frente a un 48,93% de los que tienen estudios secundarios y un 68,41% de los que los tienen superiores). La asistencia a espectáculos en directo (teatros o conciertos en directo) moviliza a tan sólo el 12,18% de la gente con estudios primarios, a un 32,18% de la gente con estudios medios y a un 55,76% de la gente que tiene estudios superiores. Con respecto a las visitas a lugares de interés cultural (museos, monumentos, yacimientos y galerías) se sitúa en porcentajes ligeramente superiores a los de los espectáculos en directo: un 13,12% entre la gente con un nivel educativo bajo, un 31,92% entre la gente con estudios medios, y un 59,7% de los encuestados con estudios superiores.

La población con un nivel de renta más bajo realmente no se puede permitir el consumo de prácticamente ningún tipo de cultura

El dinero sí que importa

Este estudio confirma, de forma clara, que si bien el consumo cultural está condicionado por el nivel educativo, el hecho de tener una fuerte renta per cápita facilita todo tipo de actividades culturales. Entre los ricos hay más porcentaje de gente que va al cine, a los conciertos, a los museos y a las galerías que entre los pobres. Pero además, los ricos que consumen cultura, la consumen con más frecuencia: van más al cine, al museo, a conciertos... Los investigadores detectan que la población con un nivel de renta más bajo realmente no se puede permitir el consumo de prácticamente ningún tipo de cultura. Pese a todo, la encuesta no es concluyente. Aunque hay encuestados que aseguran que no van a actividades culturales por su precio, la mayoría de los que no van no declaran que este sea el motivo principal.

Sin dinero para la entrada del cine

Donde la incidencia de la pobreza es mayor es en el cine. Es en este ámbito donde hay más encuestados que afirman que quieren asistir pero que no pueden ir por problemas económicos. En cambio, en el caso del teatro o de la asistencia a galerías, la gente con menos recursos a menudo manifiesta no tener ganas de ir, probablemente porque tampoco tiene mucha formación cultural y artística.

Absolutamente indiferentes

Entre el gran número de gente que no va nunca a ningún espectáculo ni centro cultural, los autores del estudio clasifican entre los "no asistentes recuperables" y los que califican de "no asistentes absolutos": gente que creen que es muy difícil que asista a un acontecimiento cultural. Por lo tanto, opinan que se tienen que diseñar políticas culturales específicas para cada uno de estos grupos. De hecho, algunos de los "no recuperables" que tienen un alto nivel de renta y de formación (aunque la mayoría son de ingresos y nivel de formación bajos). Este fenómeno no es exclusivo del Estado español. Los autores aseguran que pasa en otros países. Los autores detectan que la indiferencia a la cultura va ligada al aumento de la edad. Los mayores de 65 años tienen más posibilidades de no ir nunca al cine, por ejemplo.

Polarización

Los autores del estudio destacan que cada vez más la población tiende a polarizarse entre el grupo de los que consumen cultura de forma regular, y el grupo de los indiferentes. Eso es obvio en el caso de los espectáculos en directo, donde estos dos grupos están más nítidamente diferenciados. En cambio, en el caso del cine, el principal problema para ir al cine no es la falta de interés, sino la falta de recursos económicos. Parece ser que el interés por el cine está muy extendido entre todas las capas sociales, pero hay gente que no va al cine porque no tiene dinero.

Recomendaciones

Los autores apuntan que ante esta situación hay que definir bien las políticas culturales. Una rebaja del precio de los espectáculos mediante subvenciones ayudaría a ganar público, pero de una forma limitada (excepto en el caso del cine, donde el impacto podría ser mayor). Además, estas políticas fiscales se podrían interpretar como regresivas, ya que beneficiarían, sobre todo, a los individuos con más renta, que son los más interesados en consumir cultura. Según los autores, cualquier política cultural, para ser realmente efectiva y aumentar el número de consumidores de productos culturales, tendría que hacer énfasis a la educación, y sólo podría tener efectos a largo plazo.