Nelson Mandela pasó 10.052 días, 27 años, en prisión. Durante todo este tiempo fue un emblema de la lucha contra el régimen racista del apartheid, en Suráfrica. Siempre se negó a admitir cualquier tipo de medida de gracia si no se aseguraba el fin del sistema racista y la plena democratización de su país. Ahora, Angle Editorial publica Cartes des de la presó de Nelson Mandela, una recopilación de las misivas escritas por el líder sudafricano desde diferentes centros de reclusión, en una traducción de Ricard Vela y Carles Miró (en castellano, en la editorial Malpaso, en traducción de Júlia Ibarz).

Rehenes

Nelson Mandela no era un preso cualquiera, en Sudáfrica. Era todo un símbolo de la resistencia contra el apartheid, que convirtió su juicio en una denuncia de la brutalidad del régimen racista. Y por eso fue tratado de forma especialmente dura: se convirtió en un rehén del Estado sudafricano, como él no paró de denunciar. Los incidentes durante su encarcelamiento fueron constantes. Algunas cartas que le habían enviado pasaron mes y medio dentro de la prisión antes de serle entregadas. Le robaron parte del dinero que le enviaban. Le censuraron en las cartas informaciones esenciales sobre su vida familiar. Retuvieron cartas que él enviaba, como las que pretendía enviar al hijo del obispo Desmond Tutu... En la prisión, aplicando las doctrinas del apartheid, se les imponía una dieta racista: la comida era diferente según la raza, incluso para prisioneros condenados por los mismos delitos. Pasó meses enteros con el cristal de la celda roto, lo que provocaba que sufriera mucho frío. Durante mucho tiempo no pudo ver a su esposa, Winnie Mandela, porque ella también era perseguida por su actividad contra el apartheid... Y a Mandela y a sus compañeros del MK, el grupo armado del Congreso Nacional Africano, se les negó el derecho a entrevistarse con periodistas, que tenían los presos comunes. Mandela daba miedo.

La lucha por la dignidad

Estas cartas muestran un Nelson Mandela que, pese a su prolongado encarcelamiento, se niega a rendirse. Un Mandela que continuamente dirige quejas a sus carceleros con el fin de reclamar los derechos que legalmente le corresponden y que tratan de negarle. Mandela no deja pasar ni una. No pierde ocasión de mostrar que, aunque entre rejas es una persona. Reclama sus derechos, y reclama los de sus compañeros. Escribe al director de la prisión, al ministro de Prisiones, al de Justicia, a todas las autoridades competentes... La primera lucha, siempre, es que sean reconocidos como presos políticos (algo que el gobierno niega). La segunda, es mantener el contacto con el exterior y denunciar la constante injerencia de las autoridades en su correspondencia y la vulneración del régimen de visitas. Al mismo tiempo, la gran preocupación de Mandela es continuar sus estudios de Derecho. Tardará muchos años, porque tendrá grandes dificultades para estudiar y presentarse a los exámenes, pero nunca renunciará. Al cabo de muchos años logró la licenciatura en Derecho. Para él era vital adquirir más conocimientos, a pesar de estar en una situación crítica. Incluso se esforzó mucho al mejorar su afrikaans, pensaba que tenía que dominar esta lengua para entenderse mejor con sus interlocutores bóers, que lo habían encarcelado. Nunca perdió la esperanza en el futuro.

El precio del encarcelamiento

La otra vertiente importante de la vida de Mandela que reflejan estas cartas es la lucha de Mandela por preservar su vida familiar. El líder anti-apartheid estaba muy preocupado por la situación de los suyos: por los estudios de sus hijos, por la muerte de sus parientes políticos, por la situación económica de sus próximos... Intentaba, a través de sus cartas, defender a su familia. Pero su situación era muy difícil. No podía aportar dinero y los suyos estaban en situación crítica. Pasaba mucho tiempo sin recibir noticias, y algunas no le llegaban nunca. Durante mucho tiempo recibió contadas visitas. Se enteró de la muerte de un hijo suyo en accidente por telegrama, y no pudo asistir al entierro, ni pudo compartir el dolor con nadie. Se enteró de que en varias ocasiones la policía había hostilizado a su mujer Winnie: la había agredido, le había desinflado las ruedas del coche, le registraban continuamente la casa... Mandela escribió a las autoridades en varias ocasiones, para denunciar los abusos y para reclamar protección para ella. Con muy poco éxito. La impotencia de ver los problemas de su familia le provocaban mucho padecimiento, y dedicaba buena parte de sus cartas a pedir ayuda para resolver la situación de los suyos. Mandela en muchas ocasiones se preguntaba si un hombre que hubiera escogido su compromiso político debería también haber renunciado a tener familia. La vida familiar era muy importante para él, pero veía cómo le era imposible, desde la prisión, mantenerla. En sus cartas, por ejemplo, se leen declaraciones de amor para Winnie, aunque sabía que no tenía derecho a la intimidad y que todos los textos eran leídos. Y a pesar de todo, su relación matrimonial se fue deteriorando con el paso del tiempo. La estancia en la prisión le pasaría factura para siempre.

Ninguna lucha le era ajena

Mandela no sólo defendía su posición y la de los que habían sido encarcelados con él: veteranos dirigentes del Congreso Nacional Africano y del Partido Comunista. También se preocupó de reivindicar la liberación de los millares de africanos condenados por la legislación racista, como los encarcelados por las manifestaciones populares de los años 1970. En sus cartas no cesaba de pedir su liberación. Y no era un hombre centrado sólo en la lucha contra el apartheid. En alguna de sus cartas, por ejemplo, manifiesta su preocupación por el deterioro del medio ambiente sudafricano... Es sorprendente ver como Mandela, desde su prisión, no sólo estaba constantemente pendiente de la situación sudafricana, sino que además, mostraba una gran preocupación por lo que sucedía en todo el mundo. En 1979, por ejemplo, al escribir a su mujer, se felicitaba por la mejora de la situación de la mujer y hacía todo un manifiesto en favor de la igualdad.

De preso, a interlocutor

A partir de 1980, a Mandela y a sus compañeros se les permitió leer diarios y oír la radio. De esta manera estaban puntualmente informados de lo que pasaba al país. Podían, pues, en cierta medida, recuperar el pulso de la actividad política. En 1985 las cartas de Mandela dan un giro. Las presiones internacionales sobre el régimen de apartheid no acababan, el país era ingobernable por las protestas de los negros y se detectaba un estancamiento de la economía. Las cosas tenían que cambiar. El ministro de Justicia visitó al que ya era el preso más famoso del mundo (muchas personalidades se interesaban por él; recibía cartas de embajadores, políticos y famosos). Y lo que fue un primer acercamiento sin contenido político, pronto dio lugar a un auténtico proceso negociador. A finales de 1988  Mandela fue trasladado a un bungalow, a una prisión, donde podía recibir de forma discreta visitas de personalidades. Desde allí gestionó la liberación de sus compañeros de lucha. En realidad, él elaboraba listas de presos a fin de que el gobierno les fuera liberando. Pero su objetivo final era otro: de hecho su propósito claro era conseguir acabar con el régimen racista. Por eso fue el último al salir de la prisión, cuando los compañeros liberados y los otros dirigentes de la ANC ya habían llegado un acuerdo con el gobierno para la transición a la democracia.

No abandonar, la lección

Mandela nunca perdió la esperanza de salir de la prisión y de conseguir acabar con el régimen de apartheid. A medida que la popularidad de Mandela crecía, y que las muestras de solidaridad se incrementaban, el gobierno racista intentó que renunciara a sus principios. Estaban dispuestos a liberarlo siempre y cuando se alejara de la lucha anti-apartheid. Pero Mandela no cedió nunca. Al fin, fue él quien condujo a Sudáfrica a un régimen multirracial. Y pese a lo que sufrió, no actuó con ningún ánimo de revancha. Si la transición política sudafricana fue tan ejemplar, sin duda, es mérito de Mandela. En estas Cartas desde la  prisión se aprecia toda la grandeza del personaje. Esta obra, a veces excesiva con sus 255 cartas, aporta muchos datos sobre Mandela, ya que incorpora muchas misivas inéditas. Una obra que nos ayuda a entender a uno de los presos políticos más famosos de los últimos tiempos. Y que nos hace admirar la grandeza de su sacrificio.