Antes de ser el rey del cine de bofetadas a mano abierta, el añorado Bud Spencer impuso su ley en la piscina olímpica.

Es un tópico, pero la suya fue una vida de película. Nacido en Nápoles en 1929, aunque había iniciado los estudios universitarios de Química, Carlo Pedersoli emigró en 1947 a Sudamérica con su familia buscando un futuro mejor. Sólo dos años después, su prometedora carrera como nadador lo llevó de nuevo a Italia.

Valió la pena volver a solas a casa. El 1950 Pedersoli se convirtió en el primer nadador transalpino en bajar de la marca del minuto en los 100 metros libres. Un tiempo de récord que le abrió las puertas a participar en los de Juegos de Helsinki de 1952. Repetiría experiencia olímpica en Melbourne 1956 y Roma 1960. Además, en las tres citas también formó parte del equipo italiano de waterpolo.

Fue también en una piscina donde Perdersoli conoció en Mario Girotti, un joven actor de pelo rubio y ojos azules con que formaría una de las parejas artísticas más populares del siglo XX.

Retirado del mundo de la alta competición, Perdesoli se casó con Maria Amato, hija de Giuseppe Amato, productor de, entre otras perlas del séptimo arte, Arrivederci Roma (1958) y La Dolce Vita (1960). Cuándo su suegro supo que gracias a su físico mastodóntico en el pasado había participado como extra en producciones como Quo Vadis? (1950) o Adiós a las armas (1957), le aconsejó que se presentara al casting de Dios perdona, yo no (1967), un filme de Serie B de cowboys que estaba a punto de empezar su rodaje pero que todavía no había encontrado su tándem de protagonistas. Fue con su amigo Girotti, los cogieron a los dos pero con una condición: tenían que buscarse un nombre artístico.

Fue entonces cuando Carlos Pedersoli se convirtió a Bud Spencer, alias que mezclaba dos de sus obsesiones: la cerveza Budweiser y el actor Spencer Tracy, y Mario Girotti Terence Hill: "Me dieron una lista con 20 nombres y 24 horas por escoger. Me quedé con Terence Hill porque era lo que me sonaba mejor".

Tres años más tarde, el dúo filmaría Le llamaban Trinidad título con que el entrañable gigante Pedersoli y su no menos carismático colega guaperas Girotti se convertirían en los indiscutibles reyes del spaghetti western mamporrero y resto de cine de acción de galletas y castañas a mano abierta.