Dicen que nuestra Guerra Civil es uno de los conflictos que más bibliografía ha generado. Decenas de miles de volúmenes, escritos y editados en cualquier rincón del mundo. Y no ha pasado de moda: siguen publicándose nuevos estudios sobre estos hechos. Pero lo más curioso es que 77 años después del fin del conflicto continúan apareciendo documentos nuevos de protagonistas de los hechos, que hasta ahora no habían visto la luz. Este es el caso de Life Souls. Una extraordinaria colección de fotografías inéditas de la guerra que se publicó en el 2015, después de la muerte del fotógrafo, Alec Wainman. Comanegra lo saca a la venta ahora, en catalán. El compilador de la obra, Serge Alternês, nieto de Wainman, estará presente en la Setmana del Llibre en Català, el próximo jueves 8 a las 19h30.

Cueva hospital en el frente del Ebro, agosto de 1938. El Dr. Reginald Saxton (sentado) desarrolló durante la guerra, con el Dr. Norman Bethune, nuevas técnicas de transfusión de sangre. El paciente, Harry Dobson, no sobrevivió. Fotografía: Alec Wainman.

Con el corazón en la mano

Alec Wainman, un conductor de ambulancias inglés, se pasó dos años en la guerra española, sin dejar de disparar su cámara, aunque no trabajaba para ningún diario ni tenía pretensiones de publicarlas, en aquel momento. Wainman no combatió en el frente, y por lo tanto sus fotografías son de guerra, pero no de combates. Wainman retrata, más bien, el día a día de la guerra, los movimientos de tropas, las manifestaciones, la vida en las trincheras, los descansos... Pero sobre todo, Wainman fotografía personas: combatientes republicanos, compañeros de la brigada médica, población civil, niños... Su retrato busca el hecho humano: busca el juego, las miradas, la sonrisa, el dolor, el descanso, el rato en la feria... E incluso intenta humanizar al enemigo: en la imagen de un marroquí herido capturado por los republicanos, o incluso en la de un sacerdote detenido que más adelante sería ejecutado. Y eso lo hace ganándose la complicidad de la gente que retrata: el fotógrafo no pretende sorprender el retratado, sino que en la mayoría de ocasiones la gente posa para él.

Feria del libro de Barcelona, 15 de junio de 1938. Puesto de los veteranos de guerra con un cartel donde se lee "Dad libros a los combatientes". Fotografía: Alec Wainman.

Entre el dolor y la propaganda

Alec Wainman tuvo un contacto estrecho con el dolor, ya que trabajaba en un hospital del frente. Pero en sus fotografías intenta evitar la truculencia. Fotografía a amputados, a víctimas de los bombardeos, a convalecientes, pero siempre desde un gran respeto al enfermo. De hecho, Wainman rehúye cualquier visión excesivamente trágica de la guerra (excepto en los últimos momentos de su estancia en España, durante la batalla del Ebro). Él prefiere dar una imagen optimista, casi publicitaria, del frente. En realidad, Wainman acabó trabajando como oficial de prensa e intérprete del gobierno republicano. Sin embargo, en sus fotografías se denota una cierta visión tópica de la idílica España rural, que también se encuentra en sus breves memorias, que acompañan las fotos.

La historia de un libro

Alec Wainman, estudiante de Cambridge, se marchó de Gran Bretaña, con 23 años, para colaborar en la guerra civil española como miembro de la Unidad Médica Británica (BMU). Se llevó su Leitz Leica, y con esta cámara hizo unas 1.600 fotografías. Pero después de la guerra civil española y de la guerra mundial, hablaba muy poco de su participación en el conflicto, y no se planteó dar a conocer sus fotografías hasta la muerte de Franco. En 1975 empezó a hacer gestiones para editar una selección en forma de libro, pero las fotografías se perdieron en manos de un editor, Wainman contrajo Alzheimer y finalmente murió en 1989. Fue su hijo quien, tras su muerte, persiguió la pista de las fotografías, las recuperó en 2013 y consiguió publicarlas, en 2014. Los editores catalanes conocieron el libro en inglés en México, en la Feria de Guadalajara del 2015 y decidieron publicarlo en catalán.

Cerca del frente del Ebro, 28 de julio de 1938. Cerca de la cueva hospital de la Bisbal de Falset, el Dr. Reginald Saxton (abajo) camufla el camión de transfusión móvil que permitía llevar a cabo los análisis y transfusiones más cerca de las líneas de la batalla. Fotografía: Alec Wainman.

Una epopeya humanitaria

Alec Wainman se definía a sí mismo como "voluntario humanitario". Era cuáquero, y ante el caos de la retaguardia republicana, se presentaba como apolítico (aunque no aceptaba el estalinismo, muestra un claro rechazo a los anarquistas). En su obra deja bien claro que viene a nuestra guerra para contribuir en el esfuerzo bélico republicano, aunque rechaza tomar las armas. En el libro aclara que había quedado horrorizado por la anexión italiana de Etiopía y que creía que se tenía que hacer alguna cosa por combatir el fascismo. Con los años, se reafirmaría en sus ideas: creía que la intervención francesa e inglesa en favor de la República hubiera conseguido frenar a Hitler y a Mussolini. Wainman fue evacuado de España, durante la batalla del Ebro, porque contrajo la hepatitis, y no porque se negara a luchar más.

Perdedor

La participación en la guerra española marcó profundamente la vida de Alec Wainman. Tras marcharse de España no se olvidó de estos hechos. Ayudó a varios refugiados a salir de los campos franceses y a instalarse en Inglaterra. Incluso entró en el País Vasco Español para ver a las familias de los refugiados ingleses (les hizo fotografías para enseñarlas a sus parientes que estaban en Gran Bretaña: son las fotos que cierran el álbum). Fueron tiempos duros en el ámbito personal, ya que los combatientes de la guerra de España fueron marginados al volver a Gran Bretaña. Durante la guerra mundial, Wainman fue oficial de inteligencia, gracias a su conocimiento del ruso. Y más tarde, se estableció en Canadá, y ayudó a refugiados de varias dictaduras: españoles, pero también húngaros, checoslovacos, tibetanos... Antes de morir quiso visitar Catalunya, ya sin Franco. Hizo una parada en Tossa de Mar, una localidad que había conocido durante la guerra, y se mostró muy satisfecho por la evolución de la España postfranquista.

Barcelona, 28 de febrero de 1937. Ciudadanos de Barcelona miran desde un balcón un desfile del Ejército Popular. Fotografía: Alec Wainman.

Unas fotos, un libro

Se hubiera agradecido un mejor cuidado|cura en la edición. La traducción es floja, y si bien el aparato crítico que acompaña la obra de Alec Wainman es suficiente para el público anglófono al que en principio se dirigía, y que probablemente conoce peor el conflicto español, parece absolutamente insuficiente para el público catalán. Tampoco hay bastante documentación sobre las fotografías: cómo fueron documentadas, cómo se hizo la elección... Y el texto de Wainman no es más que una compilación de anécdotas bastante inconexas. Pero el gran mérito de este libro es, indudablemente, la presentación de la colección fotográfica. Una colección fantástica a pesar de ser la obra de un amateur: una nueva mirada sobre la guerra civil española que vale la pena conocer.

 

Fotografía de portada: Cerca del frente del Ebro, agosto de 1938. Tres hileras de pacientes llenan el interior del tren hospital del frente del Ebro. Alec Wainman.