Ya es una realidad. Las terrazas de los bares y restaurantes de los pequeños empresarios de los alrededores de la Sagrada Familia ya son historia (menos la del McDonalds, el Costa Coffee y la Farggi). Después de meses de idas y venidas de los restauradores de la Sagrada Familia al Ayuntamiento de Barcelona para negociar la ordenación singular de terrazas de la Sagrada Familia, que pretendía dejarles sin mesas y sillas en pleno mes de julio y con el turismo por los aires, hoy sí, se han visto forzados a retirarlas del todo y sin ningún tipo de previsión que los espolee para no ver el futuro tan negro.

Ya este lunes, el consistorio de la capital catalana volvió a enviar una carta en los 9 bares y restaurantes afectados por esta normativa singular recordándolas su obligación de liquidar las terrazas al 100% porque, primero, todos los recursos administrativos presentados por los diferentes restauradores han sido denegados (ahora está en marcha el proceso judicial) y, además, al cambiar el año ya no han tenido ninguna opción a renovar las licencias para poder tener terraza dentro de la legalidad.

La paradoja es que precisamente ahora hace poco más de un mes que se rehízo la calle Marina y lo convirtieron en zona para los peatones desde Valencia hasta Provenza y que, incluso, han puesto bolardos para evitar cualquiera posible riesgo de atentado, mientras que el argumento de los de Ada Colau era que las aceras de los alrededores del templo "sufren una congestión que dificulta el uso cotidiano de estas, dificultando el acceso a las viviendas y al comercio".

Presiones efectivas

Los restauradores, pues, se han encontrado con el agua en el cuello y, mientras que algunos han tenido que buscar ayuda externa para retirar todos los elementos que tenían al exterior de sus establecimientos, otros hoy ya no han sacado sus mesas y sillas a la calle.

Es el caso, por ejemplo, del Trabucaire, un restaurante situado en la calle Marina (ya reservada sólo para los peatones) con Mallorca, que ha tenido que pedir ayuda en camiones para sacar su terraza. Con la voz visiblemente rota, su propietario se ha lamentado en El Nacional de haber acabado sucumbiendo, aunque se ha querido mostrar espoleado por el futuro porque, de la misma manera que el Ayuntamiento de Barcelona ha estado negociando con el Gremio de Restauradores y mejorará la normativa general de terrazas de toda la ciudad, cree que puede hacer el mismo con las terrazas de los alrededores del templo, que tienen su propia ordenación.

Mientras tanto, el Snack bar Giralt, que no tenía tantos elementos en la calle, ha optado por no sacar sus mesas y sillas de dentro el local a la espera de cómo vayan avanzando los acontecimientos en los próximos días. Eso sí. Los sentimientos de "impotencia, rabia y cabreo interior" son inevitables y cada vez están más presentes en sus emociones porque, ha querido hacer saber a uno de sus propietarios en este diario, "sólo me falta llorar".

Ahora bien. La fe en que todo devolverá a la normalidad presumiblemente pronto ayuda bastante y, además, teniendo en cuenta que los iban a dejar sin terrazas en pleno mes de julio, también vale a decir que justamente el mes de enero es uno de los meses en qué menos afluencia hay en las terrazas de los alrededores del templo y, por lo tanto, y en palabras de alguno de los restauradores, ahora una multa saldría muy cara por el volumen de negocio que hay en esta época del año.

Y ahora, ¿qué?

El Gremio de Restauración, más optimista que algunos de los restauradores entrevistados por El Nacional, ha recordado que ellos siempre han tenido "una oposición frontal política y judicial" a esta ordenación, pero su presidente, Roger Pallarols, ha querido subrayar al mismo tiempo que, como los recursos administrativos han sido denegados y, por lo tanto, se agota esta vía, han aconsejado a los hostelers que retiren las terrazas porque "es una orden administrativa que se tiene que ejecutar y cumplir" porque "es firme y ejecutable".

Según sus sensaciones, tiene bastante claro que "las terrazas podrán restablecerse porque el Ayuntamiento tiene compromiso con nosotros" y, además, ha insistido en qué estos dos años de crisis de las terrazas ha desembocado en una "situación que pone orden ante un desbarajuste que no tiene el apoyo de nadie, ni de los afectados, ni del gremio, ni de los grupos municipales de la oposición". De hecho, algunos locales de restauración ya aseguraron a este diario que es probable que tengan que despedir en torno a entre un 50% y un 70% de la plantilla —siempre dependiendo del local y de la cantidad de mesas que tengan— porque las mesas de fuera son la mayor parte de su negocio.

Y es que la nueva normativa general de terrazas de toda Barcelona obliga a modificar las normativas singulares y, justamente en este sentido, Pallarols ha querido poner de relieve que este pacto de ciudad "cierra la crisis de las terrazas" que, para más inri, "no tiene ningún sentido" y, según su opinión, "es una injusticia social muy evidente".

¿Favorecer el McDonalds?

El problema, sin embargo, no es sólo con que los dejen sin terrazas, sino que, por algún motivo que se desconoce, las terrazas del McDonalds —situado justo delante del templo—, del Costa Coffee y de la Farggi —los tres seguimientos—, el resto de este tramo de Provenza entre Marina y Cerdeña y la del chaflán de la calle Sardenya con Provenza no se cierran, sólo se reduce el espacio a una hilera de mesas, según establece la normativa, que añade que "en los chaflanes ampliados [de la calle Provença] se puede meter una fila de mesas, sin ninguna limitación longitudinal".

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La terraza del McDonald's de la Sagrada Familia. / MEM

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Terraza de la Farggi delante de Sagrada Familia. / MEM

Fuentes del Ayuntamiento ya justificaron en mayo la medida en este diario asegurando que "se ha intentado hacer de la manera más equilibrada posible", motivo por el cual estas terrazas podrán meter una fila de mesas, sin ninguna limitación longitudinal.

Así pues, de momento, las grandes multinacionales con centenares de negocios por todo el mundo podrán mantener su negocio al 100% sin recibir pérdidas por este motivo, mientras que los pequeños empresarios y restauradores que llevan cerca de 40 años en el barrio tendrán que ver como algunos de sus clientes ya no se sientan a sus terrazas y como el turismo paso de largo de sus establecimientos al no tener un espacio en el exterior. Y será de esta manera hasta que el consistorio decida qué hace con las licencias de estos nueve establecimientos afectados, si finalmente las renueva, o si los deja sin gran parte del negocio por un tiempo desconocido.