La cuarta hija de Isabel Preysler es altamente conocida por su fama de pija consentida. A sus 37 años, podríamos decir que su vida no ha sido nunca demasiado complicada. Hace un par de años Tamara Falcó confesó que había sentido la llamada de Dios y que quería ser monja. Incluso fue a mirar conventos de clausura, por si se hubiera dado el caso de que alguno le gustase para quedarse a vivir. Pero finalmente dejó de lado su vocación, a pesar de defender fervorosamente que "Dios mola" y que "Dios no tiene WhatsApp pero es mi contacto favorito". De hecho, ella misma ha llegado a confesar que su vena religiosa la impulsa a rezar a menudo por Pablo Iglesias y todos los miembros de Podemos, que parece que necesitan ver la luz.
Algunos opinan que la Falcó es, de todos los hijos de Isabel Preysler, la que menos se parece a la madre. Es quizás por eso que Tamara ha decidido operarse la cara y hacerse una nueva, que recuerde más a la de la Preysler.
Tamara Falcó e Isabel Preysel, antes de que la hija se operase la cara | GTRES
Una cirujana plástica explica al diario El Español los retoques que se ha hecho Tamara para conseguir una nueva imagen. Lo que más llama la atención son sus pómulos. Se los ha aumentado, para cambiar la fisonomía de su rostro. Lo que no está claro es qué técnica han utilizado para hacerlo. Hay dos posibilidades. Por una parte, las inyecciones de ácido hialurónico. Una técnica poco invasiva y barata si se compara con la segunda posibilidad: una prótesis en cada pómulo por valor de 4.000 euros.
Tamara Falcó antes de operarse | TVE
Tamara Falcó y su nueva cara | GTRES
Además, la hija de Isabel Preysler se ha pinchado bótox en la frente y en las patas de gallo. Sin olvidar el tratamiento de vitaminas faciales para aumentar la luminosidad del color de la piel del rostro. Todo podría rondar los 5.000 euros.
Tamara Falcó es feliz con su nueva cara y la muestra sonriente a la prensa. ¿Llegará el punto que madre e hija serán indistinguibles y anunciarán Ferrero Rocher como dos clones con sus bandejas doradas?