Carmen Thyssen es hoy una de las figuras empresariales más influyentes del país gracias al inmenso patrimonio artístico que gestiona. Resulta paradójico que, pese al valor cultural que ha aportado a España, la Casa Real nunca haya considerado otorgarle un título nobiliario. Su vida, sin embargo, siempre ha estado marcada por un carácter inconformista y una capacidad sorprendente para reinventarse. Mucho antes de convertirse en coleccionista, ya llamaba la atención de los medios: en 1961 decidió presentarse a un certamen de belleza y logró coronarse como Miss Cataluña gracias a una mezcla de encanto natural y una sonrisa inolvidable. Ese sería solo el inicio. A los pocos meses, ganó también Miss España y posteriormente Miss Europa. Incluso llegó a competir en Miss Universo, donde alcanzó el tercer puesto. Su trayectoria demuestra que, desde muy joven, nunca se conformó con lo previsible.

Pero detrás del brillo de estos concursos existe una realidad que en pocas ocasiones sale a la luz. Este mismo fin de semana, Miss Mundo 2025, celebrado en la India, quedó envuelto en polémica por la renuncia de la representante inglesa, que denunció públicamente que su participación no tenía que ver con su preparación o su talento, sino con el entretenimiento masculino. Su marcha abrió un debate necesario.
Las declaraciones de esta joven han actuado como detonante. Otras concursantes, cansadas de callar, han comenzado a compartir experiencias similares. Rachel Gupta, por ejemplo, renunció a su corona en 2024 alegando que, para la organización, “solo importa el dinero, no la integridad ni el bienestar” de las participantes. Un mensaje duro que refleja un patrón cada vez más evidente.
Verónica Hidalgo denuncia la cara oculta del mundo de las Miss
En España, Verónica Hidalgo se ha atrevido a romper el silencio en el programa TardeAR, donde relató episodios que, durante años, había preferido sepultar. Según explicó, el primer año de reinado es un torbellino: viajes constantes, compromisos ininterrumpidos y una agenda que deja poco margen para la vida personal. Sin embargo, entre esas obligaciones se escondían situaciones que nada tenían que ver con el glamour que se vende al público.
Hidalgo recordó un episodio especialmente revelador. En uno de sus escasos días libres, recibió una llamada de la organización pidiéndole que se arreglara para acudir a una “cena importante”. Al llegar, descubrió que no se trataba de un encuentro profesional, sino de una mesa ocupada por una treintena de hombres y únicamente dos misses. Lo que siguió fue, en sus palabras, profundamente incómodo: insinuaciones constantes, copas sin descanso y propuestas que cruzaban cualquier límite. Dos asistentes llegaron incluso a ofrecerle dinero para pasar la noche con ellos, cantidades que ella rechazó con firmeza.
Estos testimonios, sumados al creciente número de mujeres que se atreven a hablar, revelan una cara oculta de los concursos de belleza que durante años se ha intentado maquillar. El brillo de las coronas, en muchos casos, ha servido para ocultar dinámicas que nada tienen que ver con la celebración del talento femenino. Hoy, gracias a voces valientes, esa fachada comienza por fin a resquebrajarse.
