El permiso penitenciario de Jordi Cuixart, que ha podido salir de la prisión de Lledoners y estar 48 horas con su familia, ha afianzado lo que muchos ya sabíamos, la poca humanidad, la mezquindad, la bajeza moral que tienen algunos, especialmente en los partidos de derechas. Los más abyectos, los sospechosos habituales, Ciudadanos, pidiendo a la Fiscalía que investigara si el presidente de Òmnium y el el exlíder de la ANC, Jordi Sànchez, "cumplen con los requisitos" para disfrutar de los permisos. Lorena Roldán, miserable. Por no hablar de Nacho Martín Blanco: "Ya está bien de victimismo. Como si no hubiera otros presos con hijos que van al pediatra. Y si no, haberlo pensado antes de dar un golpe de Estado. Cuando Lorena sea madre, podrá decir orgullosa que defendió nuestros derechos y libertades frente al totalitarismo nacionalista".

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Lorena Roldán Europa Press

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Cuixart ha vuelto a la prisión. Lo ha hecho con una sonrisa en la cara y levantando los dedos en señal de victoria. Porque tal como le hizo llegar al vicepresidente de Òmnium, Marcel Mauri, "Me recuerda que hay 3 millones de presos políticos en el mundo. Y que somos unos afortunados por poder seguir luchando por la libertad".

A pesar de verlo así, la realidad es que un hombre que tendría que estar en libertad vuelve a carecer de ella. Ver a Cuixart entrando nuevamente en Lledoners ha generado la ira y la impotencia de muchas personas, como por ejemplo el exdiputado de Podemos, Albano-Dante Fachin, que ha escrito uno de los tuits más devastadores de las últimas horas: "Me cago en la Casa Real y en todo lo que hay por debajo". La red, igual de rotunda:

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