Vladimir Putin es el enemigo de medio mundo. Sin embargo, de puertas para afuera es un padre de familia que ama a sus hijos por encima de cualquier cosa. Siempre ha intentado proteger su vida privada para que nunca puedan hacer daños a sus familiares. Tiene dos hijos, uno rubio y otro moreno. El ruso empezó una relación con la gimnasta Alina Kabayeva en 2008, cuando aún no se había hecho oficial su divorcio con Liudmila Putina en 2014.

Durante años, la vida privada de Vladímir Putin ha estado envuelta en un silencio casi hermético. La estricta censura del Kremlin y la obsesión del presidente ruso por proteger su intimidad han convertido cualquier información sobre su familia en terreno resbaladizo, lleno de rumores y escasas certezas. Sin embargo, diversas investigaciones periodísticas apuntan a que de su relación con la exgimnasta olímpica Alina Kabaeva habrían nacido dos hijos, criados lejos del mundo y bajo un nivel de seguridad extraordinario.
Según estas informaciones, los menores, Iván, nacido en 2015, y Vladimir Jr., en 2019, llevan una vida completamente aislada. No acuden a colegios convencionales, reciben educación privada en casa y apenas mantienen contacto con otros niños. Su día a día transcurre entre muros protegidos, vigilados por escoltas armados y bajo la supervisión constante del Servicio Federal de Protección, el mismo organismo encargado de velar por la seguridad del presidente.
Vladimir Putin protege a sus hijos para que no les pase nada, teme un ataque
La residencia principal en la que viven se encontraría en una finca fortificada junto a un lago, situada entre Moscú y San Petersburgo, a escasos minutos en helicóptero del Kremlin. Así lo detalla un informe del Dossier Center, una plataforma de investigación financiada desde el exilio por el empresario Mijaíl Jodorkovski. Una fuente que trabajó en el complejo aseguró haber tratado regularmente con los niños, que viven rodeados de naturaleza, animales y estrictas normas de aislamiento. Pueden montar a caballo, jugar con ponis, conejos y un enorme perro san bernardo, pero su contacto con el exterior es mínimo.
Por razones de seguridad, los menores no figuran con sus nombres reales en registros oficiales y utilizan el apellido Spiridonov, en referencia al abuelo paterno de Putin. Viajan en trenes blindados, tienen documentos que ocultan su identidad y apenas ven a su padre, cuya agenda y protocolos de seguridad dificultan cualquier normalidad familiar. El propio presidente solo ha hecho una referencia vaga en público, cuando comentó en una visita escolar que “los miembros de su familia hablan chino con fluidez desde pequeños”.
Algunos medios estadounidenses han publicado imágenes de los supuestos hijos practicando gimnasia, disciplina que también marcó la carrera de su madre. En esas fotografías, difundidas sin demasiadas pruebas adicionales, aparecen participando en eventos deportivos organizados por Kabaeva, siempre en entornos controlados y sin exposición pública.
A este entramado familiar discreto se suma otra figura: Elizaveta Krivonogij, señalada desde hace años como una posible hija extramatrimonial de Putin. Su nombre volvió a la actualidad recientemente tras ser increpada en París por un periodista ucraniano, que la responsabilizó simbólicamente de la guerra. La joven, visiblemente incómoda y protegida por seguridad privada, rechazó cualquier vínculo político y expresó su pesar por el conflicto, dejando claro que no tiene poder alguno sobre las decisiones del Kremlin.
Mientras tanto, el presidente ruso solo reconoce oficialmente a dos hijas nacidas de su primer matrimonio. Todo lo demás permanece en una zona gris, entre filtraciones, investigaciones independientes y un silencio oficial que alimenta aún más el misterio.
