Hace algunos meses, durante las protestas por la injusta condena a los encausados del Procés, asistimos a un penoso espectáculo: el de todos aquellos supuestos 'influencers' que aprovechaban el escenario de los disturbios para subir imágenes a sus cuentas de Instagram. El show dejaba bien clara la frivolidad, el absurdo, la ausencia de empatía y la mentalidad infantil de tantos y tantos adictos a las redes sociales. Una ciudad en llamas, un escenario ideal para subir seguidores. Patético.
Si eso pasó en Catalunya, que no tenía que pasar en los EE.UU., con más de 300 millones de habitantes. Las movilizaciones y los conflictos a raíz del asesinato de George Floyd han sido utilizados por algunos para hacer papelones indignos. El postureo es el fiel reflejo de la falta de compromiso de una sociedad anestesiada por la obsesión de las redes sociales.
*Ralph Wiggum voice*
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El repertorio de los instagrammers es demencial: conflictos, memoriales del Holocausto, lagos tóxicos. Qué drama.