Si algo caracteriza a Carmen Lomana es su habilidad para transformar lo ordinario en extraordinario. Su vivienda, situada entre los barrios de Salamanca y Chamberí, es la prueba más evidente de ello. “Es una casa muy señorial que hizo el General Narváez. Cuando la compramos en 1988 era vieja y horrible por dentro, pero tenía metros y estaba en un sitio perfecto”, contaba ella misma en el programa Hoy me quedo en casa. Y lo cierto es que, tras una reforma integral junto a su difunto marido, Guillermo Capdevila, aquella vivienda decadente se convirtió en una de las casas más refinadas de la alta sociedad madrileña.

casa lomana
casa lomana

De la estructura original apenas quedan los techos altos y las molduras palaciegas, testigos de otro siglo. Todo lo demás fue reinventado para dar luz, armonía y teatralidad a un espacio que hoy parece más un museo que un hogar. El salón principal es el epicentro de esa elegancia contenida: paredes en verde pastel, suelos de parquet impecable y alfombras persas en tonos rojizos que aportan la calidez justa. La chimenea, flanqueada por espejos y mobiliario tapizado en plateado y rojo, impone una atmósfera de lujo clásico. Es un salón donde cada butaca, cada lámpara, cada jarrón parece contar una historia.

Detrás de Carmen, en muchos de sus vídeos de Instagram, destaca un retrato suyo en su juventud, majestuoso y ligeramente teatral. Un detalle narcisista, sí, pero también un guiño a su carácter: Lomana no teme mirarse al espejo, literalmente y en sentido figurado.

Carmen Lomana es sinónimo de elegancia

Las puertas correderas de espejos separan el salón del comedor, donde el mármol blanco del suelo se mezcla con el parqué y una gran mesa preside la estancia. Sobre ella, un ramo de flores frescas aporta ese toque de vida que rompe la rigidez del conjunto. Cada detalle responde a una lógica estética donde la proporción y el color tienen la última palabra.

El dormitorio, en azul pastel, sigue la misma pauta de elegancia. El gran cabecero de roble y la cómoda francesa con encimera de mármol blanco revelan la pasión de Carmen por los muebles con historia. Todo es majestuoso, pero sin caer en la ostentación vulgar. En el vestidor, un sofá blanco y un espejo dorado aportan serenidad y luminosidad, mientras las alfombras florales suavizan el conjunto.

Y como buena amante del detalle, ha convertido su terraza en un jardín secreto. Orquídeas, plantas exóticas y un aire romántico hacen de ese rincón su refugio de paz. Entre té, flores y recuerdos, Carmen Lomana ha logrado lo que pocos: vivir rodeada de belleza sin perder el alma. 

comedor
comedor