Cuando el nombre de Letizia Ortiz sonó por primera vez en Zarzuela, a muchos se le pusieron los pelos de punta. Especialmente a los entonces reyes Juan Carlos I y Sofía. A los dos les costó mucho digerir que su hijo se había enamorado de una plebeya, periodista y nieta de un taxista. Por suerte para Letizia, Felipe la defendió hasta las últimas consecuencias. Incluso amenazó con renunciar a la corona si no le dejaban seguir con la relación con normalidad. Tal era el amor que sentía el entonces príncipe que incluso la ayudó a abortar. Así lo reveló el primo de Letizia, David Rocasolano, en su libro ‘Adiós, princesa’.
Según su relato, ambos le pidieron ayuda personalmente para eliminar las pruebas. El aborto tuvo lugar en la clínica Dator de Madrid. Ocurrió el 27 de octubre de 2002, solo 10 días después de empezar a salir con Felipe. Ambos pidieron ayuda. "Lo que quiero es que desaparezcan todos los papeles. Todos", le habría dicho Letizia a Rocasolano. Dicho y hecho, el primo quemó todos los papeles relacionados con el asunto. No dejó ni rastro.

David Rocasolano se encargó de ocultar las pruebas
Según David, Felipe y Letizia se lo pidieron a él para evitar que trascendiera la información a los reyes Juan Carlos y Sofía. Suficiente manía le tenían a su futura nuera como para que además conocieran esta información. La factura de la intervención, por cierto, ascendió a 240 euros.
Con todo, Felipe se salió con la suya. Pero la actual consorte tuvo que aguantar muchos desprecios y miradas despectivas en los años siguientes por parte de los eméritos. Para ellos, así como para la infanta Elena, Letizia no estaba a la altura. Solo la infanta Cristina mostró un poco más de respeto desde el principio.

La venganza de Letizia llegaría años después
Letizia aguantó estoicamente esos primeros años. Con el tiempo se acabaría convirtiendo en reina y sabía que podría llevar a cabo su venganza. Y vaya si lo hizo. Así es como Juan Carlos I abdicó antes de tiempo y ha terminado exiliado en Abu Dabi. Además, blindó el núcleo duro de la familia real, limitándolo a ella, Felipe VI y sus dos hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía. Solo la reina emérita, la madre del rey, se ha mantenido en el círculo cercano de la familia. Eso sí: siempre con limitaciones.
Un episodio explicado por Pilar Eyre así lo demuestra. Según la periodista, Sofía fue un día al Pabellón del Príncipe con una caja llena de juguetes de sus hijos. Se los quería regalar a Leonor y Sofía. Pero la cuidadora que se encontraba en ese momento con las niñas le vetó la entrada. “Usted no está en la lista de visitas”. Ahí Sofía entendió que su figura había sido relegada a un segundo plano en la familia.