El apellido Urdangarin sigue siendo una espina clavada para Zarzuela. Pese a los esfuerzos por enterrar el pasado, el hijo de Iñaki Urdangarin, Pablo, ha vuelto a traer a escena la figura más incómoda para la monarquía española.

Su carrera como deportista profesional avanza con fuerza. Pero su cercanía con su padre ha provocado un malestar creciente dentro de la Casa Real. Especialmente en la reina Letizia.

Pablo Urdangarin manda un mensaje a los borbones en su camiseta

Desde hace años, el entorno del rey Felipe VI ha tratado de borrar todo rastro del que fue Duque de Palma. Iñaki no solo fue condenado por corrupción. También, según fuentes cercanas, fue uno de los personajes más temidos en las altas esferas. Por su capacidad para chantajear y manipular. Por eso, cualquier mención a su figura resulta aún hoy muy incómoda.

La infanta Cristina en un partido de balonmano de Pablo Urdangarin  / Gtres
La infanta Cristina en un partido de balonmano de Pablo Urdangarin / Gtres

En este contexto, aparece Pablo, su hijo más visible. Ha decidido seguir los pasos de Iñaki en el balonmano profesional. Su presencia constante en los medios y en la élite deportiva es leída por muchos en palacio como una provocación simbólica.

Cada vez que juega, lo hace con el dorsal 77. En homenaje al 7 que usaba su padre. Y con el apellido Urdangarin bien visible en la espalda. Un detalle que, aunque parece menor, tiene una carga institucional muy fuerte.

En palacio, esto ha generado una tensión evidente. Algunas fuentes aseguran que ha habido conversaciones difíciles con la infanta Cristina. Ella ha intentado convencer a Pablo de que rebaje el simbolismo de su camiseta. Sin éxito.

Pablo Urdangarin GTRES
Pablo Urdangarin GTRES

Pablo Urdangarin, ni olvido ni perdón

Quien más se ha opuesto a esta exposición pública ha sido Letizia. Para ella, la presencia constante de Pablo en los medios supone una amenaza directa a la imagen renovada que tanto ha trabajado en construir.

También ha habido presiones directas sobre el propio Pablo. Pero él ha sido claro: no piensa renunciar al apellido ni al número. Es parte de su identidad. Y, a decir verdad, tampoco está dispuesto a perdonar. Especialmente a Letizia.

Porque Pablo tampoco les tiene ningún cariño a los borbones. Especialmente a la reina. El joven sabe que fue ella quien más presionó para castigar a sus padres por lo ocurrido con el caso Nóos. Letizia  trabajó para alejar a la infanta Cristina de la familia real. Y cree que incluso movió los negocios de Iñaki entre sus amigos de la prensa para que todo saliera a la luz. En otras palabras, quien dio el chivatazo. Eso es, al menos, lo que ha mantenido su padre en petit comité durante más de una década.