Mientras una oleada de indignación recorre los Estados Unidos, después de la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd, y exige acabar con el racismo policial imperante, las prioridades de Luis Alfonso de Borbón son otras. El primo de Felipe VI, que también es nieto del dictador Francisco Franco y descendiente del decapitado Luis XVI, está mosqueadísimo porque en una de las protestas en la ciudad de Louisville (Kentucky), a la cual da nombre el último rey francés antes de la Revolución, se ha dañado una estatua de su antepasado cuando un manifestante le ha arrancado la mano derecha.

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Ni una denuncia por la opresión de los negros en los EE.UU., ni un mensaje de pésame por la muerte de Floyd. A Luis Alfonso sólo le preocupa que su infinitésimo tío bisabuelo haya perdido otro miembro dos siglos después de haber perdido la cabeza. En las redes sociales, el primo del rey de España se muestra airado con los protestantes del Black Lives Matter: "Como heredero de Luis XVI y defensor de su memoria, espero que el daño sea reparado y la estatua sea restaurada. Agradezco por adelantado a las autoridades las medidas que tomarán para que esto sea así".

Los EE.UU. viven los disturbios raciales más graves desde el asesinato de Martin Luther King, en el año 1968. Seis personas han muerto y 4.000 han sido detenidas. Pero mientras una multitud estalla contra el racismo, Luis Alfonso se ofende porque a una figura de piedra de Luis XVI le falta una mano. Al otro lado del Atlántico no dan crédito. Diversos digitales se han hecho eco de las quejas del Borbón que quiere ser rey de Francia aunque allí no quieren saber nada de él, y miles de internautas norteamericanos le responden afilando la guillotina de Twitter.

Quizás sí que la mala baba de Luis Alfonso se debe a que han cortado la parte que no era.