La imagen pública de la princesa Leonor siempre ha sido impecable: sonriente, disciplinada y con una serenidad que inspira respeto. Pero detrás de esa fachada de perfección se esconde una lucha silenciosa que ha comenzado a salir a la luz. Desde que ingresó a la Academia General del Aire y del Espacio (AGA), en San Javier (Murcia), el pasado 1 de septiembre, su mayor enemigo no ha sido el cansancio ni la exigencia militar, sino el miedo a volar.
Fuentes internas aseguran que Leonor padece vértigo y acrofobia desde niña, un temor que, en circunstancias normales, la habría alejado de cualquier carrera relacionada con la aviación. Sin embargo, su destino no le permite elegir. Como futura jefa suprema de las Fuerzas Armadas, debía culminar esta etapa militar, aunque ello supusiera enfrentarse al pánico que la paraliza. Y para lograrlo, ha necesitado ayuda profesional constante, con psicólogos que la acompañan discretamente en su día a día dentro de la academia.

La princesa bajo presión: miedo, ansiedad y un trato especial que incomoda a sus compañeros
Según trascendió en círculos próximos al entorno militar, las crisis de ansiedad de Leonor se habrían intensificado durante los simuladores de vuelo, donde la sensación de estar en el aire la supera emocionalmente. En más de una ocasión, la heredera habría tenido que abandonar las prácticas, visiblemente afectada, ante la mirada atónita de instructores y compañeros.
“Es evidente que algo no va bien”, comentó una fuente cercana al cuerpo de instructores, que pidió mantener el anonimato. La situación, sin embargo, se maneja con absoluta discreción: la prioridad es proteger la imagen de la princesa, garantizando que complete el programa, aunque para ello sea necesario adaptar ejercicios o flexibilizar normas. Una medida que, aunque lógica desde el punto de vista institucional, ha generado malestar entre los cadetes, quienes deben cumplir cada requisito sin excepciones ni indulgencias.

Tensión en San Javier: privilegios, rumores y el desafío de la imagen pública
La tensión dentro de la Academia del Aire crece a medida que se multiplican los comentarios sobre los “privilegios reales”. Muchos se preguntan si, de no ser quien es, Leonor habría podido continuar su formación con esas limitaciones. Los rumores apuntan a que incluso se han implementado protocolos especiales para evitar exponerla a situaciones que disparen su miedo, como prácticas en altura o vuelos de entrenamiento iniciales.
Además, el estado físico de la princesa no ha pasado desapercibido. Tras un verano de descanso, su rendimiento habría disminuido, lo que refuerza la sensación de que no se la evalúa con el mismo rigor que al resto. Aun así, sus superiores han recibido órdenes precisas desde la Casa Real: protegerla, reforzar su confianza y evitar cualquier incidente que pueda trascender públicamente.
Pero superar el vértigo no es tarea sencilla, y menos aún cuando el mundo entero observa cada movimiento. Pero si algo ha demostrado Leonor, es una capacidad sorprendente para la resiliencia. Con apenas 19 años, la princesa ha completado ya dos fases militares —en Zaragoza y en Marín— con resultados sobresalientes. Ahora, en San Javier, el desafío no es solo físico, sino psicológico. Y es que, el “vuelo en solitario”, ese momento simbólico que marca la autonomía del cadete, será el examen más temido de Leonor. Sus instructores saben que el éxito o el fracaso de ese día podría marcar no solo su trayectoria militar, sino su credibilidad como futura monarca.