La infanta Cristina sigue teniendo una predilección por Barcelona que conmueve. Aunque la ciudad le recuerda el peor error de su vida, haberse enamorado y casado con el jugador del Barça Iñaki Urdangarin, la hermana del rey sigue viajando a la capital catalana. En realidad su idilio no es con Barcelona sino con Pedralbes, el barrio más rico de la ciudad de donde la infanta no sale nunca. Este fin de semana Cristina tenía dos opciones: quedarse en su casa en Ginebra (Suiza) cuidando a su hijo pequeño Miguel que sufrió un accidente de esquí y tiene la pierna inmovilizada. Pero ha preferido volver a Barcelona para asistir a otro partido del Granollers con siete goles de su hijo mediano, Pablo, que hizo unas declaraciones post partido hablando en castellano con un acento que no es de Pedralbes: "A seguir currando que esta Liga sigue p'alante". Vídeo:

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Pablo saluda a Johanna y Cristina, el domingo en Granollers, GTRES

Según ha revelado en exclusiva Pilar Eyre, vecina de Sarrià, la infanta Cristina amaneció en la zona alta de Barcelona e hizo como todos los domingos, ir a misa en Pedralbes. Los tres hijos de Juan Carlos son ultracatólicos y lo son tanto que Cristina obligó a los tres escoltas del ministerio del Interior que siguieran la eucaristía con ella en la parroquia de Sant Ot, en la calle Manuel Girona. El catolicismo de Cristina es la gran coartada por haber mantenido su matrimonio con Iñaki Urdangarin cuando estaba totalmente muerto. Este próximo 9 de abril Iñaki será un hombre libre, habrá cumplido los seis años de prisión que le cayeron por robar a Hacienda y las administraciones públicas con el chiringuito de Nóos. Esta fecha sirve para recuperar otra de las grandes mentiras de la Casa Real que se acostumbran a saber 20 años después, como las infidelidades y corrupciones de Juan Carlos o como el adulterio de Letizia. La prensa lo silencia cuando sucede en tiempo real porque nadie se atreve a ser el primero en publicarlo. En el caso del matrimonio de Cristina hay un agujero, un gap, una época que no está explicada. Son los diez meses que van de marzo de 2021 cuando Iñaki sale definitivamente de la cárcel y enero de 2022 cuando aparecen las fotos con su amante, Ainhoa Armentia. ¿Qué pasó en aquellos inexplicados 10 meses?

Infanta Cristina, Iñaki Urdangarin y Mario Pascual Vives 2 Europa Press
Cristina, Iñaki Urdangarin y Mario Pascual Vives, octubre 2021, EP

Iñaki cuando sale de la prisión vive en libertad condicional, no puede residir en el extranjero. Cristina vivía en Ginebra. Urdangarin salía de una etapa traumática en la prisión, aislado por partida doble ya que era el único preso en una prisión de mujeres, en un módulo solo para él. La prensa afín publica que las visitas de Cristina a la prisión, nunca fotografiadas, eran una vez al mes. Hasta la pandemia, que Cristina ya no volvió nunca más a prisión. Iñaki libre se tuvo que ir a vivir a Vitoria, a casa de su madre, porque su mujer no quiso volver con él. Nadie de la prensa explicó la gran mentira: el matrimonio ya estaba roto. Alguna cosa pasó en la cárcel. Iñaki decidió rehabilitarse pero no solo de no robar sino que se convenció de que su matrimonio con la hermana del rey había sido un grave error. Lo hicieron creer impune y fue el cabeza de turco. Nadie de Zarzuela movió un dedo por él. Así que Cristina e Iñaki decidieron, ya en prisión, seguir caminos separados. En aquellos diez meses nos quisieron hacer creer que ella vivía en Ginebra por trabajo. Falso, su trabajo en Ginebra es por teletrabajo y lo puede desarrollar en cualquier lugar del mundo. No quiso volver porque ya no querían vivir juntos. Se veían muy de vez en cuando por los hijos pero Iñaki se estaba metiendo en la cama con una compañera de trabajo y Cristina hacía como siempre con las infidelidades continuas de su marido: hacer ver que no las sabía. Es el modus operandi de Zarzuela, el mismo de la reina Sofía y el rey Felipe con sus matrimonios: hacer ver que no saben que Juan Carlos y Letizia cometían infidelidades.

iñaki urdangarin y leticia GTRES
Los adúlteros y los engañados, GTRES

La misma mentira de los Borbones repetida otra vez: un falso matrimonio de apariencias. Cristina decide divorciarse no por las infidelidades de Iñaki, que ya conocía, sino por la humillación pública de las fotos con Ainoha Armentia. Aquellos primeros diez meses de libertad de Urdangarin son claves para entender cómo opera Zarzuela: negar las crisis matrimoniales hasta que ya es imposible esconderlas. Iñaki y Cristina dejaron de ser un matrimonio no desde Ainhoa Armentia sino antes, en la prisión, cuando decidieron que cada uno viviría en libertad en un país diferente. Cristina muy beata, muy católica, muy anti-divorcio pero cuando su marido fue libre siguió haciendo lo que hacía: residir en Ginebra para no perder la residencia fiscal suiza. Cornuda sí, pero perder una herencia de mil millones opacos de Juan Carlos, ni hablar.