Mientras nos sentamos en el bar, después de la sesión de fotos, Sergi Alcàzar me pregunta por qué lo quiero entrevistar. Normalmente es el entrevistador quien hace las preguntas, pero Alcàzar está preocupado. No quiere que parezca que practico el amiguismo. Las redes sociales pueden convertir Manhattan en un pueblo de carmetas y juanitos: "Trabajamos en el mismo diario" –me recuerda, como queriendo decir: "Qué dirá la gente"?. 

El mes pasado, con ocasión del Docfield, el espacio fotográfico casa Basté presentó el primer gran reportaje de Alcàzar. Se trata de un trabajo de cuatro años dedicado a una zona de viviendas ilegales encajada entre el río Besòs y la Mina denominado La Catalana. El reportaje, titulado Vestigium, ilustra el proceso de desaparición de un barrio creado desde cero por familias de la inmigración española.

El reportaje se merecía una entrevista, tanto por la calidad de las fotografías, como por la historia que explica, como también por el temperamento que hizo posible la calidad artística de las imágenes. Vestigium significa huella. En su trabajo, Alcàzar documenta el proceso de extinción de un mundo lleno de pintoresquismo y de dolor en manos de un caso de especulación inmobiliaria de los años de la burbuja. Aun así dejé pasar la ocasión.

- No sé qué quieres que te explique. La exposición se acabó la semana pasada.

- La exposición da igual, hombre ¡Quiero que la gente conozca la juventud que sube con pie firme hacia el olimpo! 

Una de las imagenes de "Vestigium", La Catalana 2014 / Foto: Sergi Alcàzar. Para ver el reportage haz click aquí o clica sobre la imagen.

Ahora que todo el mundo dice que el talento es decisivo, sobre todo el talento que se marcha a servir cafés al extranjero, o que queda pervertido por discursos y estructuras envejecidas; ahora que el mundo habla de ciudades globales, mientras el PP gana las elecciones visitando campos de alcachofas, Alcázar llama la atención. En los últimos años, he visto pocos casos de talento tan luminosos como el suyo. Igual que el entusiasmo, el 90 por ciento del talento se contagia. Invité a Alcàzar a una clase de alumnos pasotas y todos estuvieron atentos a sus explicaciones.

Como todas las historias interesantes, la relación de Alcàzar con la fotografía empezó de una manera ingenua y banal. El conocimiento mata la acción –cómo se ha visto con la casta que lidera el independentismo. Sin candor, el cálculo acaba destruyendo la belleza. "Lo que me enamoró de la cámara –me dice- fue el clic que hacía el obturador. Te parecerá una tontería, pero fue lo que me enganchó. Después, vi en la fotografía una manera egoísta de buscar experiencias personales y me lancé de cabeza". 

De pequeño, cuando no tenía nada que hacer, Alcázar dibujaba todo el que veía y le llamaba la atención. Incluso llegaba a calcar imágenes de la televisión poniendo el papel delante de la pantalla. A los 15 años, un amigo le dejó una Nikon D-40 y se pasó toda la velada haciendo fotografías al grupo. Aquella Navidad se gastó los ahorros en una cámara de novato y empezó a leer webs que hablaban de fotografía.

Hacía fotografías en la calle, en el tren, en los parques. Los fines de semana salía a cazar escenas maravillosas tratando de vencer el miedo a parecer demasiado chismoso o demasiado extraño, y de llevarse algún moco en casa. Un día iba en tren y, a la altura de Sant Adrià de Besòs, vio a un hombre montado en una bicicleta con un cerdo atado en la espalda.

- Una imagen tan surrealista te debió parecer sacada de una serie dibujos animados japonesa.

- Me llamó mucho la atención. Aunque me impactó más otro día, también yendo a clase, que vi un grupo de niños jugando a fútbol desnudos. 

Alcàzar bajó en la parada de Sant Adrià a ver qué pasaba, y ya no dejó de ir durante cuatro años seguidos. Primero, iba con la cámara digital. Después, cuando empezó a estudiar fotografía, también llevaba la cámara analógica. "La cámara analógica fue un descubrimiento. Te obliga a pensar mucho más las fotos y a establecer un vínculo más profundo con la gente y su entorno".

El reportaje acabó en el 2014, pero por el camino, ganó un premio que le permitió comprarse un equipo profesional. Otra cosa que le pasó es que su vocación empezó a madurar. "Empecé yendo a La Catalana para divertirme. Buscaba la morbosidad de las escenas trágicas y la adrenalina que te embriaga cuándo tienes al alcance capturar alguna imagen impactante. Pero a medida que conocí el barrio y su gente tuve un choque".

- ¿Qué descubres cuándo vas en un sitio a hacer fotos para pasártelo bien y acabas intimando con toxicómanos que se pinchan delante tuyo?

- No lo sé. Ahora quedaré ridículo, pero tomas conciencia de la grandeza que tiene la dignidad humana. 

- Hemos venido a hacer el ridículo, no sufras. 

- Pues quiero decir que ves que incluso cuando el derrumbe de una persona parece absoluto, hay una luz que no se apaga nunca del todo.

- Un núcleo indestructible.

- Una autenticidad, una cosa que no se puede romper, ni manipular, ni disfrazar, por más miseria y más desgracia que le pongas encima. Un conocimiento sobre la vida que hace que el fracaso no acabe de ser total y que, después, en otros ámbitos digamos más convencionales, te ayuda a ver qué pasa más allá de la superficie. 

- Eso no debe pasar un día para el otro

- No, claro. Fue un proceso de descubrimiento muy lento, con muchos altibajos, y algunas crisis. A veces estaba tan saturado que me pasaba semanas sin volver, otras veces sólo pensaba encontrar un momento para ir. 

En Vestigium aparecen espaldas tatuadas y peludas, peleas de gallos, toxicómanos pinchándose, herramientas para preparar la droga, costras en la piel, casas en estados deplorables, comedores, pasillos y dormitorios llenos de melancolía y de pobreza. Aparecen imágenes espectaculares que sólo serían vistosas si no salieran de una sensibilidad capaz de captar el alma de las cosas, más allá del pintoresquismo y la explotación del drama tan típico de la cultura españolista y catalanesca.

- En La Catalana debiste aprender a enfriar pasiones.

- Y tanto. Para hacer buenas fotografías tienes que actuar y al mismo tiempo tener claro dónde está la autenticidad. Aunque el corazón te vaya a cien tienes que mantener una apariencia de frialdad, y a la hora buscar maneras de conectar con las personas para que se suelten y sacar su encanto. 

- La cámara debe ser un escudo, también.

- Sí, porque te da un pretexto para no acabar de implicarte en lo que ves pero igualmente hay días que la cámara te hace sentir muy valiente y otros te hace sentir muy cobarde.

Cuando le pido  referentes me habla de Bruce Davidson, de Cartier Bresson, Alberto Garcia-Alix y Antoine d'Agata. Unos de los trabajos más conocidos de Davidson es el East 100th Street, basado en el estudio de una square de Harlem, cuando Harlem era peligroso como lo pinta el mito. Otro es Subway, donde hay una foto de un negrata con chándal rojo y una pistola apuntando a la cabeza de otro negrata, con chándal blanco, dentro de un vagón de metro embadurnado de grafitos, que hace bastante efecto.

A Cartier Bresson no hace falta presentarlo. En vez de formarse en la Mina, como Alcàzar, se formó en Marsella, intentando captar aquella ciudad canalla con una sola foto. Con respecto a Garcia-Alix se ganó un nombre documentando la Movida Madrilenya. "Mezcla costumbrismo con motos, drogas, sexo y locura desenfrenada". Antoine d'Agata también es muy autobiográfico y toca una temática parecida, "pero es más torturado, siempre hay una distancia crítica y dolorosa con la realidad que retrata".

Cuando nos despedimos me dice que se ha dejado de mencionar a dos fotógrafos más: Josef Koudelka y James Natchwey. "Han documentado guerras y retratan el dolor con un estilo muy personal, superior a qualquier miseria, que yo sigo buscando". Lo veo inquieto:

- ¿Es imprescindible que los ponga? Hazte la idea de que la entrevista no saldrá perfecta.

- Ya lo sé, ya lo sé. Pero di que seguro que me dejo muchos referentes. Me da rabia no recordarlos, con todo lo que me aportan.

- ¿Qué pensabas cuándo te hacían las fotos de la entrevista? Estabas serio.

- Es que cuando sonrío no salgo bien. 

- Ah. Pensabas: ¿"No tengo que sonreír"?

- No. También pensaba que tenía que mirar hacia tu derecha que es donde saldrá el titular.