El papa Francisco ha anunciado hoy un nuevo consistorio que se celebrará el próximo 28 de junio para el nombramiento de cinco nuevos cardenales, entre ellos el arzobispo de Barcelona, Joan Josep Omella. Los otros nuevos cardenales serán el arzobispo de Bamako, en Mali, Jean Zerbo; el obispo de Estocolmo, Anders Arborelius; el vicario apostólico de Pakse, en Laos, Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun, y el obispo auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chavez. El 19 de junio, fiesta de San Pedro y San Pablo, los cinco nuevos cardenales celebrarán misa con el Papa. Los cinco son menores de 80 años y por lo tanto serían electores en caso de celebrarse pronto un nuevo cónclave.

El nombramiento de Omella se producirá en el momento más delicado del procés soberanista, un escenario que el Vaticano sigue con atención. Aunque los movimientos de la Santa Sede no responden a una causa-efecto, sino que se mueven con un tempo pausado, es evidente que el papa Francisco ha movido ficha avalando la posición de Omella.

La designación se ha producido después de que el dia 12 los obispos de Catalunya pidieron que "sean escuchadas las legítimas aspiraciones del pueblo catalán, para que sea estimada y valorada su singularidad nacional". Lo reclamaron a través de un comunicado, después de la reunión de la Conferencia Episcopal Tarraconense que se celebró los días 10 i 11 de mayo, en el que aseguraban que "es un momento importante para que gobernantes y agentes sociales hagan gestos valientes y generosos a favor del diálogo y la concordia".

El apoyo de los obispos catalanes a "las legítimas aspiraciones del pueblo catalán" fueron interpretadas en la Conferencia Episcopal Española como un apoyo al referéndum, y fueron recibidas con fuerte malestar. Según algunas fuentes, este malestar habría llegado al Papa, con quien el presidente de la Conferencia Episcopal, el vasco Ricardo Blázquez, se entrevistó esta semana.

Pero lo cierto es que la ficha que finalmente ha movido el papa Francisco no parece secundar las presiones políticas de Madrid, y ha mantenido inalterable el nombramiento de Omella.

Un hombre de la Franja

Omella nació en 1946 en Cretes, en el Matarranya, en la Franja, y tiene el catalán como lengua materna. Fue ordenado sacerdote en 1970 y trabajó en la diócesis de Zaragoza y pasó por el Congo Kinshasa como misionero. En 1996 fue designado obispo auxiliar de Zaragoza por Juan Pablo II. Pasó por los obispados de Barbastro-Monzón, Huesca, Jaca y Calahorra. El 6 de noviembre de 2014, el Papa Francisco lo nombró miembro de la Congregación para los Obispos. Fue nombrado arzobispo de Barcelona, en sustitución de Lluís Martínez Sistach, a finales del 2015, tras una larga polémica vinculada al papel de la Iglesia católica en el proceso. El Govern habría preferido el nombramiento del obispo auxiliar de Barcelona, Sebastià Taltavull, o del obispo de la Seu d'Urgell, Joan Enric Vives, claramente soberanistas. Pero, por otra parte, vio como un triunfo que no se nombrara a alguno de los obispos más intransigentes y conservadores, como Antonio Cañizares, arzobispo de València, el candidato favorito del Gobierno español y la Conferencia Episcopal.

Posicionamientos conservadores

Omella conoce personalmente al Papa y tiene buena relación con algunos de sus colaboradores próximos. Fue consiliario de la ONG Manos Unidas y presidente de la comisión de pastoral social de la Conferencia Episcopal Española. Se lo considera, pues, un religioso con un perfil "social" e incluso ha formulado críticas a la "riqueza de la Iglesia". Ahora bien, al frente del arzobispado de Barcelona, Omella ha protagonizado algunas polémicas, como cuando condenó, en enero de 2017, el aborto incluso en caso de violación. En febrero fue muy criticado por organizar una conferencia del católico homosexual francés Philippe Ariño, en la que se defendía que los católicos homosexuales tenían que renunciar a su sexualidad. También ha despertado suspicacias por no haber presidido la misa por los muertos del Once de Septiembre de 1714, aduciendo motivos de agenda.