Decía el ya regresado secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en uno de los últimos mítines de las primarias en Sevilla que él habría sido el candidato de los socialistas reunidos en los años setenta en Suresnes, ya que como Felipe González, él también osaba enfrentarse al establishment. Lejos de eso, en la otra punta de la ciudad, Alfonso Guerra –en el año 1974 acusado de "filocomunista" y de "querer romper España"– cerraba filas con la candidata de la vieja guardia, ahora derrotada. Un apoyo a Susana Díaz que el poderoso aparato ha digerido como un fracaso, respondiendo con un silencio despreciativo y atronador hacia el resucitado Sánchez.

Ningún pronunciamiento público, ni ninguna palabra de felicitación por parte de González, Guerra, el exdirigente Alfredo Pérez Rubalcaba, o el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero ha salido a la luz las horas posteriores a la decisión mayoritaria de la militancia. La derrota de Díaz es también la de una cúpula que se volcó con su candidatura en los dos meses anteriores. Primero, en el mitin en Madrid donde Susana reunió a la plana mayor del PSOE para recitar nombres y más nombres de aquellos que la avalaban. Segundo, se especula que el PSOE habría pagado autocares que hicieran pleno en ese acto en la capital del Estado.

Así las cosas, unos silencios tienen más simbolismo que otros. González fue el principal ariete contra la figura de Pedro Sánchez durante el año en que se alargó la ingobernabilidad en España. El expresidente y emblema del socialismo español llegó a asegurar incluso que el secretario general le había mentido pues le habría prometido que se abstendría para que pudiera gobernar Mariano Rajoy. El primero no cedió, y el sevillano publicó varios artículos en el diario El País lamentando el rumbo que había tomado su partido. El mismo periódico –de donde él y Rubalcaba forman parte del consejo editorial– fue combativo entonces con las decisiones de Sánchez y ha reprobado su retorno después de desbancar a Díaz.

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Dentro del universo socialista, también hay quien sorprendió por el sólo hecho de apoyar a la andaluza. Zapatero siempre había sido considerado un exdirigente que se distanciaba del "viejo PSOE", asimismo, cuanto la cuestión territorial. Ahora bien, cerró filas con la vieja guardia redoblando la apuesta para que se impusiera la representante del aparato. "Es la mejor candidata", afirmaba un Zapatero que incluso viajó a Catalunya para ayudarla a amasar votos. El viaje estuvo rodeado de polémica, pues el expresidente aseguró que había "prejuicios" entre los catalanes porque Díaz era andaluza.

Diferente se ha comportado uno de sus exministros, José Bono, quien contenido ha afirmado en una radio este lunes que era momento de cerrar filas, aunque él prefería al susanismo. "Lo que me pide el cuerpo es poner punto en boca. Deseo que le vaya bien", espetó al vencedor de la noche. Sin embargo, Bono sí ha reconocido el giro del "nuevo PSOE", como lo llama el líder madrileño. "Los militantes han marcado un nuevo tiempo, y son ellos los que, con la lealtad que hemos perdido, deben dirigirnos", se resignaba.

No obstante, la protagonista también mostró anoche sus reticencias a la hora de felicitar a un secretario general que cuenta con el 50% del voto de la militancia y la arrolló con 10 puntos de ventaja. Según fuentes socialistas, Díaz telefoneó a Sánchez para darle la enhorabuena, aunque ambos se encontraban a pocos metros en la sede de Ferraz, en unos despachos habilitados para el seguimiento electoral. La tensión se hizo evidente cuando la candidata evitó pronunciar su nombre, refiriéndose a él como "secretario general electo". La elección de unas bases que esta vez han derrocado al poderoso aparato, al grito de "no es no" al establishment del PSOE.