El vídeo Help Catalonia. Save Europe lo rompe. En tres días ha recibido 1,5 millones de visitas. En el clip, de tres minutos y medio, producido por Òmnium Cultural en inglés y francés, una chica relata la represión del referéndum del 1 de octubre, entre angustiada e indignada, mirando a los ojos del espectador y acompañada de imágenes que refuerzan la emoción del mensaje. El vídeo escuece tanto que la prensa españolista ha reaccionado inmediatamente, publicando piezas donde "desmiente" las "falsedades" y "mentiras" del vídeo con una indignación tan solemne que te tienes que reír. Han reaccionado todos al mismo tiempo y con argumentos tan parecidos, que parecen seguir el mismo guión:

El vídeo ha echado sal a una herida que desde hace unos días tiene abierta el kommentariat patriota, inquieto por lo que considera "el auge y la difusión de mensajes falsos de los responsables separatistas catalanes ante la escasa, tardía e improvisada estrategia de respuesta del Ejecutivo español", como explica este jueves El País en una crónica.

El vídeo de Òmnium es el último episodio de este dolor por España. El País, por ejemplo, en su pieza, cuando la protagonista dice "Qué crimen había cometido esta gente [el 1 de octubre]? Ir a votar", contra-explica didácticamente que, "en realidad, las fuerzas policiales ejecutaron la resolución judicial de impedir el referéndum, que era ilegal. Lo hicieron además ante la inacción de la policía autonómica, los Mossos, que se negaron presuntamente a actuar".

El Mundo sigue el mismo hilo, en su onda, más rocosa. "(...) A los autores [del vídeo] no les importa retratar España como un estado policial y opresor, casi orwelliano," dice. "Lo hace con afirmaciones simples, casi infantiles: 'La policía española golpeó a personas mayores y a jóvenes. ¿Qué crimen había cometido esta gente? Ir a votar'. Ni una palabra de la ilegalización del referéndum según las leyes vigentes y democráticas", etcétera.

Y así todo. También en otras cabeceras.

Es una sobrerreacción cómica, como la de quien se irrita por una campaña promocional del equipo de fútbol rival o la de quien abronca al político que sale en la tele y su hijo tiene que avisarle que no se esfuerce tanto, que no puede oírle.

El vídeo de Òmnium es una campaña que pretende ganar el corazón, conmover las emociones y motivar la voluntad. Una campaña típica de promoción de una actitud o de una idea. No pretende explicar ni razonar nada. Es un artefacto comunicativo que activa uno de los resortes instalados en el software humano —el fuerte contra el débil— para transmitir eficazmente y hacer simpática su causa. No es una proposición científica demostrable empíricamente, como quieren juzgarla esos diarios. Valorarlo así es tan grotesco como el chiste de las dos cabras que mastican un film en un vertedero. Una pregunta a la otra qué le parece la película y ésta replica: "Bueno... me gustó más el libro".

Ninguna campaña política mainstream resistiría nunca un pretendido análisis científico o jurídico. Ni la santificada Transición española. Menos todavía si, como hacen los unionistas indignados, se utilizan argumentos tan discutibles como los que se le reprochan al vídeo de Òmnium. Las redes han sido implacables en la crítica. Un ejemplo: el politólogo Sergi Cristóbal Jané (que ha publicado columnas en El Nacional) ha contradicho fácilmente la pieza de El País en un hilo de Twitter. Estos son los momentos donde pone en solfa las citas antes mencionadas:

Prueba de la tensión en que viven algunos responsables en los medios es la respuesta hilarante del director adjunto del diario a aquel hilo y las réplicas que recibió:

Algunos se lo tomaron con más calma, como La Vanguardia, que quiso engancharse a la viralidad del vídeo ("Un emotivo vídeo de Òmnium Cultural reclama la ayuda de Europa"), sin complicarse la vida. Otros lo vieron con más humor, arma retórica siempre eficaz:

El furor contra el vídeo de Òmnium es, en realidad, una sobrereacción al fracaso del gobierno de Mariano Rajoy en explicar con garra el caso de la unidad de España. Muchos comentaristas de aquellos diarios acusan a Rajoy de llegar siempre tarde. No dan crédito al éxito de la Generalitat al "vender el relato" independentista en el exterior, cosa que atribuyen a meras habilidades comerciales de los comunicadores del Govern y a la facilidad del mensaje para ser vendido, que explota la ignorancia internacional sobre la crisis entre España y Catalunya.

En "Por qué Cataluña triunfa en la prensa extranjera", este miércoles, la corresponsal en Londres del diario económico Expansión cita a un experto en comunicación, Jorge Cachinero: "Los independentistas han jugado de cara a fuera desde el minuto uno con dos mensajes poderosos, emocionales y movilizadores: Queremos votar, hasta el 1 de octubre, y Dialoguemos, a partir del referéndum. Son conceptos sencillos, que todo el mundo entiende y con los que es difícil no estar de acuerdo. Ante eso, [el Gobierno español] ha utilizado argumentos legales, mucho menos efectivos de cara a una audiencia internacional que no conoce bien el caso catalán".

Ciertamente, la técnica comunicativa y la habilidad para explicarse es importante. Pero si todo se reduce a eso, es que no se ha entendido casi nada. El mismo vídeo de Òmnium deja esta explicación técnica en poco, porque ese vídeo no es ni original. Está calcado de otro ("We are all Ukrainians"), hecho por los ucranianos que ocuparon la Plaza de la Independencia (Maidan) de Kiev en 2013 en protesta contra el régimen prorruso. Incluso hay estrategas y creativos indepes a los que no gusta el vídeo de Òmnium. Les parece angustiante y pesimista.

La clave del éxito del relato indepe tiene que ser algo más. Una historia como la del vídeo de Òmnium —que solo es su variante más emocional— no se construye de la nada, sobre una trola o una ganga. Tiene que contener una verdad tras la cual pueda sustentarse una buena causa. Porque la gente no somos idiotas. Lo dijo Lincoln: "Puedes engañar a todo el mundo durante un tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo". Es imposible que un buen relato no se apoye sobre alguna realidad. De lo contrario, no hay nada que hacer.

Por otro lado, es grotesco, y no engaña a nadie, que el Gobierno español se defienda diciendo que tenían otras muchas cosas de que ocuparse o que la Generalitat le ha dedicado más recursos. ¿Un gobierno regional contra todo un estado? No cuela.

Este es, exactamente, el problema del Estado español: que no ha sabido encontrar una historia real o un proyecto estimulante que supere la historia y el proyecto indepes. Martín Caparrós, un veterano cronista argentino residente en Barcelona desde hace años, con escasas simpatías por el independentismo, lo retrata en dos columnas en The New York Times, en una de las cuales se pregunta si España puede llegar a ser un país del que nadie quiera marcharse.

Esta es la cuestión: si hay una realidad que permita al Estado construir, con toda la técnica y los recursos que quiera, el relato de una España de la que nadie quiera huir. La Transición ocupaba ese espacio. Ha saltado por los aires. ¿Qué puede relevarla? ¿El franquismo, la Guerra Civil, la II República, la dictadura de Primo de Rivera, el desastre de 1898, la Restauración, la I República...? ¿La Roja campeona del mundo (la misma que no se podía relacionar con el Barça)? ¿El "patriotismo constitucional" de Aznar?

Si con este material es entre complicado e imposible, ¿cómo se puede montar un relato atractivo sobre "la legislación vigente" o "el imperio de la ley", etcétera, que son los argumentos del gobierno Rajoy?

Una realidad para un relato

Hay estados que tienen cómo. En 2011, Italia cumplió 150 años como país y Estado. No es la nación más antigua de Europa, y se construyó sobre algunas mentiras importantes, como que las lenguas de la península eran dialectos del italiano, un italiano que todavía no existía. Italia, conflictiva y convulsa, la de los gobiernos breves, la mafia, los terremotos, las corruptelas, los enredos y los servicios públicos pésimos. En esta Italia, el Estado fue capaz de explicarse en un vídeo que entiende todo el mundo, dentro y fuera de Italia. El vídeo se titula, qué casualidad, "Nacida para unir" (Nata per unire) y su música es el himno italiano:

Hay otros vídeos sobre Italia o de empresas italianas, con los que cualquiera puede sentirse identificado, animado y/o orgulloso, a pesar de los muchos pesares de su país:

Incluso la iniciativa privada (como Òmnium) puede hacer el relato de su país si tiene a mano una realidad sobre la que apoyarse. Es el caso de la campaña "Tú eres Alemania" (Du bist Deutschland), de 2007, una operación de marketing social patrocinada por el Grupo Bertelsmann, que pretendía crear un patriotismo alemán contemporáneo y positivo. También fue polémica. También se podía discutir. Pero es un relato con raíz.

¿Son comparables estos vídeos con el de Òmnium? No. Pero esa es la pregunta equivocada. La cosa es si España tiene materia para hacer relatos así. De momento, el Estado español no los ha producido y sólo se queja de lo mal que otros retratan a España. Claro. El relato oficial está en manos de las patrioteradas de Marca España, los toros de Osborne, el lo-lo-lo y similares. Y la realidad de España para tantos, hoy, es una bandera que cuelga de una porra y no de un màstil. O Francoland.

El relato indepe gana al unionista, sí, pero no por falta de recursos o de talento. Quizá es por falta de ganas o porque la realidad no permite otra cosa.