Ni un mes natural separa al globo sonda sobre que el expresidente José María Aznar podría fundar un nuevo partido, de la IV Asamblea General donde Ciudadanos ha decidido demoler la socialdemocracia para abrazar el liberalismo progresista. Apenas 31 días han servido a Albert Rivera para rearmarse, tras constatar que el Partido Popular priorizaba al PSOE para los grandes pactos de la legislatura. El ninguneo era evidente entre las filas naranjas, hasta el punto que Mariano Rajoy organizó una cena en la Moncloa para exhibir normalidad en las relaciones con su socio de investidura. 

El político catalán lo ha dicho dos veces durante el discurso de cierre: "Acabar con las indiscriminadas subidas de impuestos a la clase media y trabajadora". Este es uno de los reproches que Aznar ha hecho a su delfín Rajoy a lo largo de los últimos meses. Las declaraciones se intensificaban en los medios, conforme la nube de socialdemocracia planeaba en Génova para conseguir el favor de los socialistas en el Congreso. El ministro Cristóbal Montoro ya decía incluso que era "injusto" que las grandes corporaciones pagaran menos que las PYMES.

Rivera hablaba a todo el auditorio, pero más a la segunda fila. El portavoz del PP, Pablo Casado, y el vicesecretario de organización, Fernando Martínez Maíllo, habían sido invitados al encuentro como guiño al tándem Rajoy-Rivera. El líder de la formación naranja profundizaba su desafío: "No somos el partido más votado, todavía", decía sonriendo. "Somos el sueño de millones de españoles que se sentían huérfanos desde hace más de 200 años", añadía. Las encuestas auguraban que el partido de Aznar podría hacerse con un trozo pastel de hasta 51 escaños.

El síntoma de la guerra a la derecha del tablero se reflejaba en los gestos. Casado y Maíllo han llegado al polideportivo de Coslada y no les ha recibido nadie. Casualidad, propósito, o falta de organización. Rivera sí se ha preocupado de hacerse la foto con el padre de Leopoldo López, preso venezolano del régimen chavista invitado a la cita. La prensa ha resuelto el abandono de los populares avisando al personal de comunicación. "Sólo Suárez, González y Aznar han sido capaces de aglutinar mayorías" decía el presidente de Cs. Ni rastro de Zapatero ni de Rajoy ante sus muchachos.

Rivera también ha hecho suyas las tesis del aznarismo en la cuestión territorial. Guy Verhofstadt, presidente del grupo lideral-demócrata europeo (ALDE) y que participaba en las negociaciones del Brexit, menció varias veces el "rupturismo". El líder de Cs ha rematado que "la falta de respuesta a la globalización" alimentaba el nacionalismo y el populismo. El propio Aznar disparó contra la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría porque, según él, había renegado de la campaña de recogida de firmas para tumbar el Estatut. 

En la cruzada para dar el codazo al "conservadurismo", el político catalán conoce sus debilidades. De Inés Arrimadas ha explicado que dirigiría una secretaría de formación para preparar talento. El hiperliderazgo de Rivera y la entrada de muchas personas –con poca experiencia en las instituciones– dificultaban a terceras y cuartas espadas del partido gobernar. Lo podrán hacer a partir del 2019. "Gobernar no es un invento, ni un experimento. Tenemos que hacerlo bien", decía Rivera.

La refundación ha ido acompaña de una renuncia a sus orígenes socialdemócratas, aunque suponga "un tiro en el pie" en el antiguo cinturón rojo –ahora naranja– de Catalunya, como denuncian personas próximas al equipo de Jordi Cañas. 

Conocedor de que su eje es y sigue siendo el de la nueva política, Rivera no ha escatimado esfuerzos en imitar al exsecretario general del PSOE, Pedro Sánchez, en su lucha frente a los podemitas. "Recorreré hasta el último pueblo español para hablar con sus ciudadanos", grito de guerra a la derecha descontenta. También ha hecho un Podemos: "Tenemos que tener un pie en el parlamento y uno a la sociedad civil", ha exclamado casi haciendo un Pablo Iglesias.

La casualidad ha hecho que el mismo día en que se clausuraba la Asamblea de Cs, se conociera que la muerte de Rita Barberá no fue por estrés o presión mediática, sino por cirrosis. El abandono de la exalcaldesa de Valencia también sirvió al expresidente del PP para disparar contra Rajoy, sucesor y casi enemigo político. "El centro es la virtud" dice Rivera. Y para Cs, el aznarismo.