El 1 de octubre ha puesto a prueba el compromiso de Podemos con la plurinacionalidad, que ellos enarbolaban como una diferencia substancial con el PSOE y su "nación cultural". El choque se hizo evidente tras la última reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, cuando el segundo consideró insuficiente que el socialista se apoderara de la "nación de naciones" porque no tenía implicaciones políticas, al no reconocer el derecho a decidir. Pero en las últimas semanas –y horas– la cita del 1-O ha dejado al descubierto las sombras de la amalgama Unidos Podemos y confluencias sobre el grado de autodeterminación que acepta el partido de Madrid.

Iglesias se vio obligado a dar el volantazo este martes, después de que lo hicieran los comuns, encabezados por Ada Colau. El secretario general pasó de decir que un referéndum unilateral era "legítimo", a afirmar que si fuera catalán no votaría, a más tarde avalar que los ayuntamientos pongan "todas las facilidades". Sin embargo, lo sigue tachando de "movilización popular" para rebajar la carga política. Su secretario de organización, Pablo Echenique, fue explícito, llamando "cajitas" a las urnas, motivo por que el portavoz de ERC, Joan Tardà, instó a Echenique a disculparse.

El giro de Iglesias no sirve para zanjar la división en el seno de Podemos Madrid, donde la sección anticapitalista de Miguel Urbán –en el medio de errejonistas y pablistas se desmarcó hace semanas. "La celebración de un referéndum desobediente en Catalunya contribuiría a acelerar el proceso destituyente en el resto del Estado español, a profundizar la democracia y a debilitar el régimen del 78", manifestó. Estas discrepancias con el secretario general asimismo existen en otros territorios de Podemos, donde estos van más allá y no aceptan el argumento de la falta de "garantías" para no reconocer el derecho a decidir.

Es la posición del líder de Podem Catalunya, Albano-Dante Fachin, llamando a votar el 1-O. Ello ya no sólo le desmarca de los comuns y de Iglesias; incluso, le costó una pelea con Alberto Garzón vía Twitter –donde el de IU se muestra contrario a que la Generalitat actúe por su cuenta. Andalucía apoya a Fachin, pues el secretario de Comunicación, Pablo Pérez Ganfornina, defendió que el referéndum responde "a una demanda popular mayoritaria sobre la necesidad de poder opinar sobre su futuro" frente a quienes "no les gusta que los ciudadanos opinen".

La cuestión es que a la crítica de las facciones periféricas de Podemos se suma la de confluencias como En Marea. Luís Villares, portavoz en el Parlamento de Galicia, se reiteró este martes sobre las declaraciones en una entrevista a El Nacional. "Si no se puede pactar el referéndum, es injusto negar la palabra a la gente", aseguró entonces. Esta vez añade que el 1-O debe tener carácter "vinculante", como referéndum con urnas y no una "movilización" con "cajitas". Ello vendría avalado por el 70-80% de ciudadanos que así lo quieren, y no por la autorización de Mariano Rajoy para organizarlo.

Y ante ese escenario, Podemos se encuentra frente a la misma paradoja que le señaló el diputado del PDeCAT Carles Campuzano a Iglesias, desde la tribuna del Congreso, hace semanas. Campuzano precisó que la formación morada defiende la plurinacionalidad, aunque aboga por "políticas centralistas", como recentralizar competencias educativas, o intercambiar el Corredor Mediterráneo por el Corredor Central. Y no casualmente, Iglesias gobierna un partido donde el 58% de sus votantes manifiesta que querría un Estado español "inmobilista o más centralizador", según el CIS.