Dolors Bassa es una política bajita y risueña que responde perfectamente a la descripción que hice de las virtudes de la pastorcilla catalana en mi libro Londres-París-Barcelona. Determinada, incombustible, y especialmente entrenada para encontrar soluciones en la adversidad, la consellera de Treball, Afers socials i Família me pregunta divertida, mientras bajamos al bar del Parlament, qué problema ve Bernat Dedéu en el hecho de que una psicopedagoga sea consellera.

–Que me desautoricen por sindicalista ya lo doy por descontado, pero ¿por psicopedagoga? ¿Es que tenemos que estudiar todos Economía en Harvard, para gobernar? Pregúntale, pregúntale –me dice con una ternura socarrona de maestra acostumbrada a tratar con adolescentes.

La semana pasada, Bassa fue noticia por unos tuits que publicó a raíz de la muerte de Fidel Castro. Cuando el comunismo era realmente peligroso, Chesterton ya advirtió que su espantajo serviría para esclavizar a la gente de maneras más sutiles y permanentes. Como Ramon Espadaler declaró que le daba "miedo" tener una consellera en el gobierno capaz de hablar bien de Castro, quizás hay que empezar asegurando que Bassa no mataría ni a una mosca –a diferencia de lo que me parece se podría decir de Fraga o del rey Juan Carlos-.

No es la primera vez que Bassa capta la atención de los periodistas. Hace unos meses, en una sesión en el Parlament, afirmó que "la mayoría" de los críos que esnifan cola en las calles de Barcelona vienen "de Andalucía, Ceuta y otros lugares del Estado". Mientras la bancada de Ciutadans le enseñaba unas fotografías ampliadas, Bassa dejó caer con un aplomo imperial, de matrona ampurdanesa que dice que ya basta, mientras remueve la escudella: "Hable con los suyos de Ciudadanos en Andalucía, donde ustedes gobiernan, y les pregunte por qué estas criaturas vienen a Catalunya".

Como era de esperar, el Parlamento andaluz calificó a Bassa de xenófoba, los periodistas españoles hicieron el alboroto habitual contra el nacionalismo -algunos incluso recordaron a Heribert Barrera- y la cosa quedó aquí. Con Castro pasará lo mismo. "Como te puedes imaginar me duele más que Castro no convocara elecciones, a mí, que no a todos los que de entrada ya estaban en contra de su Revolución –me dice. Con los tuits, sólo quería remarcar que, con democracia o sin, en Cuba se vive mejor que en el resto de países de la América central que he visitado. Pero ya se sabe: cada vez que he ido a Cuba he vuelto con el grupo dividido entre retractores y partidarios."

Igual que muchos otros catalanes, Bassa tiene una debilidad con la América latina. Quizás porque durante muchos años en Catalunya fue más fácil y estuvo mejor visto luchar por causas lejanas que no próximas, América latina ha tenido un papel importante en su educación política y sentimental. Nacida en Torroella de Montgrí en 1956, su conciencia nacional y sus ideales de izquierda cogieron forma a través de los viajes que hizo a países como Cuba, Nicaragua, México, El Salvador u Honduras –siempre pagados de su bolsillo, me pide que precise.

Diplomada en Magisterio en 1979, y licenciada en Psicopedagogía en el 2007, Bassa trabajó más de 20 años de maestra, antes de comprometerse con la UGT, influida por las experiencias de la América latina. En 1998, coincidiendo con los destrozos ocasionados por el huracán Mitch, hizo un viaje de un mes y medio a través de Centroamérica, de la cual dice que volvió "muy transformada". Los años siguientes asistió como observadora internacional en varias elecciones en Nicaragua y en El Salvador, donde recuerda que la gente iba a votar con pistola. Por lo que explica, parece que en estos viajes se sentía más valiente y en contacto con la vida que en su casa.

En el 2001, participó en la marcha zapatista del subcomandante Marcos, junto con una cuarentena más de personas del Estado español, en una estancia que acabaría de marcar su compromiso político. En el 2003 la UGT la liberó para que realizara tareas de coordinación en las escuelas de Girona. A partir del 2005, ya lleva las secretarías de Igualdad y Política social del sindicato y más tarde la secretaría de Ocupación. En el 2007 entra de teniente de alcalde en el Ayuntamiento de Torroella de Montgrí y hace la siguiente legislatura en la oposición, en el grupo de ERC. En el 2008 sustituye a Camil Ros en la secretaría general de la UGT de Girona, después de poner como condición ser elegida como figura de consenso.

Después de renovar el cargo, el año pasado Bassa dimitió para ir a la lista de Junts pel Sí. Con la formación del gobierno Puigdemont fue nombrada consellera del departamento con el tercer presupuesto más importante del Govern. Quizás para burlar las convenciones, o para no sentirse criticada injustamente, tiene tendencia a hacerse la payesa y a acentuar su simpatía natural, llana y populachera. Hija de una maestra y de un campesino rico que murió cuando ella era adolescente, vivir arraigada en su pueblo le ha dado una visión más práctica que grandilocuente de la política.

Incapaz de actuar con un cinismo consciente, dice que trata de hacer siempre aquello que cree y de creer en aquello que hace. Este idealismo portátil, en un entorno en el cual todo el mundo calcula y especula, seguramente le ha dado un extra de capacidad ejecutiva y de libertad para llegar a acuerdos. Una de las medidas de su mandato ha sido la implementación de un programa de políticas de empleo para la franja de 30 a 45 años que hasta ahora no existía. Bassa ha vivido siempre en Torroella, es madre de dos hijos, y el mayor milita en la CUP.