Mariano Rajoy hizo suya la consigna de que la Justicia es ciega y se iguala a todo el mundo ante la ley tras aparcar este miércoles en el garaje de la Audiencia Nacional la furgoneta donde aguardaría durante más de dos horas su cargo de presidente, por el que había accedido al recinto judicial esquivando cámaras y gritos de los manifestantes, molestos por la lacra de la corrupción. Avanzando hacia los estrados con paso firme, el testigo recuperaba la condición de ciudadano, tras seis años como el inquilino distinguido de la Moncloa. "Sí, juro" era la forma con que la trama Gürtel dejaba sublimar los instintos más traviesos del niño Mariano, el detalle expositivo del opositor Rajoy, y la socarronería del parlamentario gallego.

Sentado ya en la silla, espalda recta y con las manos entrelazadas, el registrador de la propiedad deslizaba la lección aprendida tratando de cuadrarla en el tiempo establecido. "Sí, lo recuerdo perfectamente" decía antes de concretar las funciones como responsable electoral del Partido Popular. "En 1994 dirigí a las europeas, en 1995 las autonómicas, en 1996 y 2000 las generales" eran algunos detalles que relataba con concreción. Desplegaba entonces el organigrama del partido para sostener la tesis de su desconocimiento. "El presupuesto lo elaboran los servicios económicos. El director de campaña se dedica única y exclusivamente a la parte política: valoración de los resultados, balance, consecuencias políticas, o no", profundizaba en la lección. Finalmente, exhibía la excelencia en el detalle asegurando que en los últimos treinta segundos de una conversación con Luis Bárcenas el año 2010 le dijo que le parecía "razonable" que le pidiera un despacho temporal en una sala de Génova para guardar sus documentos.

Pero aquello no era un tribunal de oposiciones, sino un tribunal judicial, y su presidente tuvo que pedirle varias veces que no continuara con la explicación, dejando a Rajoy a medio hablar. Quizás porque el soliloquio se convertía en careo, el parlamentario gallego irrumpía en escena con expresiones que más de una vez se han escuchado en el Congreso. "Simple y llanamente"; "Eso se entiende muy bien, como entenderá usted"; "No me parece un razonamiento muy brillante. Si le he dicho que no conocía, es que no los recibía", se volvía sobre los presuntos sobres. "No sé si se ha confundido de testigo", ironizaba tras reiterar que no tenía responsabilidades económicas en el PP. "La respuesta tiene que ser gallega, no será riojana", bromeaba en alusión a una acusación que le increpaba por la forma de explicar un viaje a Canarias en 2004.

Ante ello, y sin un público que le aplaudiera como en la tribuna del parlamento, el niño interior debió darse cuenta de que era la risa del público el premio con que alabar su ingenio. Desde el pupitre de los estrados, Mariano miraba al fondo de la sala sonriendo de soslayo, y vislumbrando ciertas caras conocidas: las de los periodistas que le siguen habitualmente. A ellos parecía reseguir con la mirada como buscando aprobación. Si bien, la diversión debió ir in crescendo cada vez que jueces y abogados interrumpían la exposición, pues Rajoy incluso acabó levantando el dedo: "¿Puedo responder?" pedía sobre si todavía creía que aquello era "una trama contra el PP".

Ahora bien, el papel que le tocaba hacer era el de testigo y este quedó resuelto de forma menos retórica y más contundente. "No lo sé, lo desconozco"; "Nunca lo conocí"; "En absoluto"; "Absolutamente falso", zanjaba ante ciertas preguntas que tenían que ver con la financiación o la caja B. La culminación del apagón informativo llegó tras ser preguntado sobre qué quería decir "hacemos lo que podemos" en un SMS a Bárcenas. Rajoy no se encogió: "Que se hacía lo que se podía", pero no para perjudicar la investigación, dejó caer.

Y es que Mariano Rajoy Brey lo había advertido de forma casi desapercibida en una ocasión a lo largo de la testificación. "Yo era un político y lo sigo siendo", motivo por que fue recibido en Génova entre aplausos de los suyos, asegurando que estaba "contento" de colaborar con la Justicia. Seguramente, la forma más clarificadora de entender el testimonio del niño Mariano, el detalle expositivo del opositor Rajoy, y la socarronería del parlamentario gallego.