El papel que la exconsellera de Presidència Neus Munté ha asumido a lo largo de la crisis de gobierno que este viernes cerró el president, Carles Puigdemont, puede haber dejado tocado de manera irremediable también su protagonismo en el partido hasta el punto que dirigentes de la formación demócrata aseguran sin ambages que "no tiene legitimidad moral para poder seguir" en la vicepresidencia del PDeCAT que comparte con Artur Mas.

Munté ha sido, según los representantes demócratas que se expresan en estos términos, la consellera que más ha obstaculizado los cambios de Govern que preparaba Puigdemont, lo cual habría provocado igualmente malestar en el entorno del president.

La crisis del ejecutivo se materializó el viernes con la sustitución de Munté por Jordi Turull en la conselleria de Presidència, mientras que en el departamento de Ensenyament la economista Clara Ponsatí sustituyó a Meritxell Ruiz y en Interior, Quim Forn relevó a Jordi Jané.

Secretario de Govern

Los cambios afectaron también al secretario de Govern, con la llegada de Víctor Cullell al cargo que hasta el viernes había ocupado Joan Vidal de Ciurana. Fue precisamente este el primer punto de discrepancia con Munté. El secretario de Govern forma parte del organigrama de Presidència y la consellera no aceptaba el relevo en su departamento. La alternativa propuesta habría sido enviar a Munté a Ensenyament -una conselleria altamente sensible con la mirada puesta en el 1-O- pero manteniendo igualmente el papel de portavoz del ejecutivo. Fuentes próximas a la exconsellera niegan, sin embargo, que esto sea cierto. Aseguran que "nunca" se la ha ofrecido este cambio de consellería.

Paralelamente, Munté habría optado por alinearse con los dirigentes que se han mostrado más preocupados por la irrupción del Tribunal de Cuentas en el pulso del Estado y por el riesgo que conlleva para el patrimonio personal de los políticos implicados en el procés.

Estas respuestas han "descolocado" al partido, según aseguran fuentes demócratas consultadas, que no entienden que una responsable del PDeCAT a quien se ha otorgado tanto protagonismo y confianza, y que está implicada en el procés desde la anterior legislatura, exhiba ahora esta actitud de bloqueo en una situación extremadamente complicada en pleno enfrentamiento con el Estado.

Lo que Munté explica como un apoyo a compañeros de partido, desde el PDeCAT se ha interpretado como un revés a los esfuerzos por sacar adelante el referéndum pero también una deslealtad con los dirigentes que ya están atrapados en las derivadas del proceso judicial por el 9-N. "Cada vez más voces internas dicen que no se puede tratar por igual a todo el mundo. Ella tiene mucho más recorrido y no se puede aceptar que dos meses antes se baje del tren", advierten.

Desde el entorno de la exconsellera se rechaza, no obstante, todos estos reproches. Estas fuentes niegan que haya existido ninguna deslealtad por su parte hacia los dos presidentes ni hacia el partido.

Artur Mas

El apoyo público del expresident Artur Mas a las decisiones de Puigdemont sobre la crisis de gobierno y el cierre de filas de Marta Pascal y el PDeCAT con el president no ha hecho más que acentuar el contraste con el papel asumido por la ya exconsellera.

No es, sin embargo, el primer tropiezo de Munté en el partido. La exconsellera, que en un momento dado apareció en todas las quinielas a candidata tanto a la presidencia de la Generalitat como al Ayuntamiento de Barcelona, ya protagonizó una entrada muy cuestionada en la vicepresidencia del PDeCAT: se presentó en un tándem con Artur Mas y su nombre no se sometió a votación de manera aislada como todo el resto.

Esta decisión provocó descontento entre las bases y el malestar se expresó durante el congreso fundacional, aunque los responsables de las diferentes corrientes lo desactivaron para evitar una desautorización pública de lo que era una apuesta personal del expresident.

No obstante, aquel episodio no se ha olvidado dentro del partido. "No ha tenido nunca legitimidad ni autoridad, aunque tenga esta potestad", asegura un dirigente del PDeCAT. Según estas fuentes, la vicepresidenta demócrata no ha asumido su papel ante las situaciones complicadas que ha atravesado la formación estos 12 meses. "Siempre se ha puesto de perfil, ni está ni se la espera", asegura una fuente interna.

De hecho, Munté tampoco se ha movido en un terreno especialmente favorable con la cúpula de la actual dirección. Entre otras razones porque se había alineado claramente en uno de los sectores que batallaban para hacerse con la dirección del partido -curiosamente con Jordi Turull, que la ha acabado sustituyendo en Presidència- y abiertamente enfrentada con la candidatura de Marta Pascal. Este pulso -que en el caso de Turull se ha acabado superando-, ha dejado un poso interno por lo que respecta a Munté.

Además, algunos de los movimientos que ha protagonizado estos doce meses no han hecho más que avivar la irritación. El último, su ausencia en el consejo nacional del partido celebrado el pasado fin de semana, donde el PDeCAT conmemoró su primer año de existencia y cerró filas con Puigdemont.

Tampoco está olvidada todavía la decisión de la consellera de Presidència de renunciar a su escaño en el Parlament para conservar el cargo en el partido en cumplimiento del régimen de incompatibilidades, cuando el resto de dirigentes afectados habían acordado esperar a la decisión del consejo nacional. Estos dirigentes argumentaban su voluntad de retener el escaño ante la evidencia de que la retirada del Parlament provocaría la entrada de tres diputados de ERC, lo cual alteraba considerablemente los equilibrios internos en JxSí, mientras que la marcha de Munté dio pie a la incorporación de una diputada del PDeCAT. La consellera, sin embargo, olvidó explicar este matiz cuando expuso ante el consejo su gesto de renuncia frente a la opción de esperar del resto de la dirección.

Todo se ha mantenido en un segundo término durante estos meses que el PDeCAT ha tenido de lidiar con numerosos frentes, pero parece que la actitud de la consellera en el proceso de relevo ha provocado que, de golpe, los reproches hayan aflorado en la superficie.