Ahora mismo Catalunya se puede dividir entre los que todavía se preguntan si se hará el referéndum y los que ya se empiezan a pedir como será la posguerra. No me extrañaría de que el Estado buscara un poco más las cosquillas al presidente Mas –por ejemplo intentando embargarle algo– para tratar de asustar a los políticos independentistas.

Viendo cómo el gobierno español ha bajado el tono desde que Puigdemont anunció la fecha y la pregunta, es fácil de adivinar que los escenarios apocalípticos que se han pintado los últimos años eran un juego de sombras chinescas. La escalada verbal se ha detenido porque no llevaba a ninguna parte, y porque el discurso del golpe de estado se pensó para la DUI. Ante el referéndum, el Estado jugará una guerra de desgaste y es posible que tengamos unos cuantos años de toma y daca.

El eje angloamericano empieza a dar el continente por perdido y a pensar de abandonarlo a la influencia rusa. Alemania, Francia y España podrían caer en la órbita de Putin, a cambio que Moscú no pacte demasiado con China. Como explicó George Friedman, en su libro The next 100 years, los Estados Unidos cuentan con Londres y Varsovia para mantener un pie en el continente y defender su modelo político.

Barcelona, que fue el segundo consolado que los Estados Unidos abrieron en el extranjero después del de París, cuando Gran Bretaña todavía no reconocía al nuevo país, podría tener un papel clave en el sistema de equilibrios europeo, si Catalunya sabe sacudirse el yugo español de encima. De todos modos, incluso en el peor de los casos, la autodeterminación abre un panorama nuevo. Solo un descalabro de estos que han traumatizado de manera periódica el conjunto de España podría volver a enterrar el debate que ha abierto.

Aunque Madrid consiguiera impedir la independencia, España ya no podrá decir que Catalunya no es un país ocupado, si el referéndum se celebra y los partidarios del 'sí' ganan a los del 'no'. Todo el sistema de la Transición estaba pensado para blanquear la historia y resolver el conflicto territorial negando la evidencia de la ocupación de Catalunya, que es incompatible con la legitimación de una democracia. Madrid siempre ha sabido que en el momento que reconociera que España es plurinacional, le caería la autodeterminación encima.

Como en la Guerra de los Segadores, Catalunya puede pasarse unos años en un limbo. Pero también puede ser que la cosa se resuelva más deprisa. En buena parte dependerá de la velocidad que el país lleve cuando se celebre al referéndum. Ahora mismo el tren de la autodeterminación va lo bastante deprisa como para que la mayoría de los reticentes tengan más miedo de saltar que de quedarse a ver qué pasa, a pesar de las amenazas de Madrid.

Además pasa otra cosa: en cada lugar donde hay un cobarde que tiene miedo de la represión española, empiezan a aparecer voluntarios dispuestos a sustituirlo. Aquella nube de derrota y desamparo que pesaba sobre el país, y que tan bien le fue a Pujol para ejercer su liderazgo, va languideciendo y los catalanes normales salen de bajo las piedras. Las excusas cada vez suenan más ridículas porque los jóvenes y las personas mayores cada vez tienen menos a perder.

Los resultados de la consulta que Fachin ha impulsado en Podem, por ejemplo, no se han leído bien. El bloque que habla de hacer un referéndum sin vinculación será el primero en pedir la aplicación del resultado si finalmente gana el 'sí' y la participación es un éxito. Fachin sabe que cualquier imbécil podrá defender que Catalunya es un país ocupado si España no impide la votación y ganan a los partidarios de la independencia.

Ada Colau acabará expulsada del Ayuntamiento si colabora con el Estado en perjudicar a los dirigentes de ERC, de la CUP y PDeCAT. España tendrá que ser más creativa de lo que ha sido hasta ahora para mantener la unidad de destino en lo universal. Los dirigentes de la Generalitat tendrán que dejar atrás las actitudes mediocres, sentimentales y miedosas, y salir a jugar con alegría y confianza, desplegando su talento al máximo.

A medida que algunos vayan viendo que, dentro de España, su carrera está acabada, los incentivos para ganar no pararán de crecer.