No es que puedan hacer lo que quieran. Es que lo hacen. Por eso, en esta foto hay una chica que le enseña a su amiga como le han quedado las uñas, ¿ves, tía, qué bonitas me han quedado, ay? porque en el ejercicio de su libertad hace lo que quiere con sus dedos y considera también que mientras se hace una foto con Mariano Rajoy, “el jefe” debe aprovechar el tiempo y volver a hacer lo que le da la gana. La imagen es de ayer y corresponde a la fotografía de grupo que algunos miembros de las juventudes del Partido Popular de Catalunya quisieron hacerse con el líder político que acababa de anunciar que quiere acabar con la Generalitat de Catalunya. Estos chicos y chicas, miradlos bien, son los que quieren convertirse en la clase política catalana del futuro, los administradores de la región traidora que ya se preparan, que ya han visto cómo se usa la mano dura en una administración colonial. El ambiente es de convención de empresa y el que manda, más un ejecutivo que un político, acaba de proclamar que no le obliguen a hacer lo que no quiere hacer, exactamente la misma frase que usaría un maltratador con su chica, ay, ay, Lorena, mira lo que me has obligado a hacerte, sabes que yo no quería pero es por tu bien.

Mientras la justicia esté en manos de estas personas, las de ahora y las del futuro, podrán hacer exactamente lo que les venga en gana. Ayer se excitaron mucho cuando el moderado Rajoy dijo que se había terminado eso de la autonomía política de Catalunya. Que cortarían el grifo del dinero. Que utilizarían la fuerza. Fue un buen ejercicio de moderación cuando saltaron de sus sillas y, en pie, aplaudieron rabiosamente al “jefe”, al líder español que había vuelto a enviar a la Guardia Civil contra la Generalitat, siguiendo una tradición muy española e inmemorial. Porque en su idea de democracia hay una persona que puede hacer exactamente lo que quiera, porque él, el caudillo, sí tiene derecho a decidir, mientras que los catalanes no tenemos ese derecho. Las sonrisas de los principales miembros del Partido Popular de Catalunya eran de enorme satisfacción, de entusiasmo, por fin vamos a la colisión. Piensan que requisando cien mil pósteres a cuatro tintas acabarán con el concierto de la filarmónica y con toda la música que no quieren oír. Ya hemos pasado a la siguiente fase y dan miedo, mucho miedo.

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Hay uno que saca la lengua torcida, otro que viene o va a cazar con su perpunte gris. Después tenemos al chico de las gafas con el jersey por encima de los hombros, levantando el dedo hacia arriba, con un estilazo que parece sacado de Donald Trump. Dan tanto miedo que no sé ni cómo me he atrevido a hablar de ellos, uy, uy.